martes, 11 de junio de 2024

ORACIÓN: TRADICIÓN SACERDOTAL Y TRADICIÓN PROFÉTICA

El PAPEL DEL SACERDOTE
: El sacerdote participa de la misión profética de Cristo sumo sacerdote. Se define como hombre de oración, adorador de Dios en espíritu y verdad, hombre espiritual que puede proclamar el misterio de la salvación en el culto y en la vida, maestro de oración específicamente cristiana.

Quien haya penetrado en el sentido de la precedente reflexión… (sobre el carácter central de la eucaristía y de los sacramentos), podrá comprender fácilmente el carácter central del papel sacerdotal para que todos los creyentes sepan vivir una oración auténtica, y sepan qué es una oración autentica. Por ello creo que los seminarios deberían tener como misión primordial la de ser una escuela de oración, de forma que los sacerdotes puedan siempre vivir en ella como hermanos y testigos visibles de su misión solidaria de promover el espíritu y la práctica de la oración.

LAS DESVIACIONES DEL SACERDOTALISMO: Ya en el Antiguo Testamento y en la misma historia de la Iglesia, se puede ver con frecuencia una típica desviación: el sacerdotalismo. No se trata, evidentemente, aquí de lo que es nota característica en el sacerdote, que participa del sacerdocio profético de Cristo. Se trata, por el contrario, de aquellos que no son hombres plenamente espirituales, o que, reunidos en grupo, se consideran como clase privilegiada, y tienden a mantener a los laicos en una posición subordinada, como seres inmaduros, provocando así una grave desviación de la oración. 

En estas situaciones es fácil encontrar sacerdotes muy escrupulosos en la observancia de las rubricas más minuciosas (que en el pasado se habían multiplicado de forma impresionante y estaban respaldadas por penas exageradas), o en la pronunciación de ciertas palabras, mientras (que se olvidan de la misión principal la adoración de Dios en espíritu y verdad). Esta desviación tiene como consecuencia el reducir la oración a una recitación, sin contacto con las alegrías, las esperanzas, la angustias y los sufrimientos de los seres humanos. De esta forma viene a faltar una de las notas esenciales, cual es la integración entre fe y vida.

Precisamente en esta decadencia (verdadera desintegración), se manifiesta la fuerza del pecado original, es decir, de la sarx (como llamaba Pablo al egoísmo encarnado y a la tendencia decadente del hombre). Allí donde falta la espontaneidad y la creatividad en la oración, la "carne" toma la delantera. Este sacerdotalismo, tendencia de la propia clase sacerdotal, demasiado preocupada por su propia superioridad, comprueba la verdad de las afirmaciones de Pablo: 

No es que seamos capaces por nosotros mismos de pensar algo como proveniente de nosotros, pues nuestra capacidad viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de la Nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu, pues la letra mata, pero el Espíritu da vida" (2 Cor 3,5 6).


LA TRADICIÓN PROFÉTICA: Contra la degeneración sacerdotalista, Dios en su misericordia envió a los profetas. También había entre ellos sacerdotes, pero no eran mayoría. Cristo es el profeta. Y no pertenece a la clase sacerdotal. La oración profética brilla por la integración de la fe en la vida. Todo su ser se expresa ante Dios en la aceptación: "Aquí estoy, Señor llámame, aquí estoy, envíame".

Modelo de sacerdote y de todos los miembros del pueblo sacerdotal de Dios lo es siempre Cristo profeta, el adorador del Padre en espíritu y verdad. Jesús nos enseña la síntesis entre oración y vigilancia, entre amor de Dios y del prójimo.

Debemos estar reconocidos y agradecidos por la bondad de Dios, que continúa mandando profetas, hombres y mujeres que se distinguen por su espontaneidad y por la creatividad de su oración, por el sentido del presente, por la meditación orante. Allí donde se vive la tradición profética no existe el penoso complejo de inseguridad. La oración profética es el distintivo del pueblo de Dios peregrinante, que camina tras el Señor de la historia. Sobre todo, en tiempo de profundas transformaciones culturales y sociales, debemos recurrir a Cristo como profeta y comprobar nuestra continuidad con la historia profética de la Iglesia.

(Tomado del Diccionario de Espiritualidad, San Pablo; voz: oración, B. Häring)

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