"...Yo estoy bien y no he perdido la paz frente a un hecho totalmente sorpresivo, y esto lo considero un don de Dios.
Procuro tener el mismo modo de ser y de actuar que tenía en BS As, porque, si a mi edad cambio, seguro que hago el ridículo. No quise ir al Palacio Apostólico a vivir, voy sólo a trabajar y a las audiencias.
Me quedé a vivir en la Casa Santa Marta, que es una casa (donde nos
alojábamos durante el Cónclave) de huéspedes para obispos, curas y
laicos. Estoy a la vista de la gente y hago la vida normal: misa pública a la mañana, como en el comedor con todos, etc. Esto me hace bien y evita que quede aislado...
(Francisco)
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