La religión no debe ser una asignatura, es una
vivencia.
Por: Juan
Arias | 26 de mayo de 2013
Leo con
satisfacción que la gran mayoría de los españoles rechaza que la enseñanza de
la religión se convierta en materia de curso escolar.
Es que la
religión no se enseña, como las matemáticas, se vive.
Si acaso, en
las escuelas españolas y del mundo, lo que se puede y quizás debería enseñar a
los niños es la “Historia de las religiones”, de todas, sin distinción.
Como se enseña la Historia del arte, o de la filosofía, o de la psicología o de
la literatura.
Hasta el ateo puede tener interés cultural en conocer como el
fenómeno de la religión ha nacido y se ha desarrollado en el mundo,
del mismo modo que a mi me interesa saber la evolución mundial del pensamiento,
aunque no vaya a ser un filósofo de profesión.
Tendría además hoy un interés especial que los niños aprendiesen el origen
de todas las religiones, en concreto. y de un modo especial del
islamismo, involucrado en polémicas de tipo político y social a nivel
mundial.
Conocer lo positivo y lo negativo de todos los tipos de fe de la Historia,
es un antídoto contra los fundamentalismos y las guerras y cruzadas de
religión.
En el arte existen miles de escuelas sin que sea necesario hacer entre ellas
guerras culturales. Cada una tiene su historia, sus características, sus
virtudes y sus defectos.
La mejor forma de desmitificar lo absoluto, los dogmas y las
religiones, cuya defensa suele acabar en guerras, es conocerlas a
fondo con todas sus grandezas y miserias.
Cuando se nos habla del islamismo, por ejemplo, pocos
conocen la corriente mística de esa religión, el sufismo, de
una poesía y una belleza extrema, así como de una capacidad de diálogo con
otros movimientos místicos.
Todo hace hoy pensar que Francisco
de Asís, el gran restaurador de la Iglesia corrompida del siglo XII, era un
seguidor de las prácticas sufís del islamismo.
Restringir en nuestras escuelas, aún tratándose de un país formalmente
católico, la enseñanza de la religión al cristianismo, o peor aún al
catolicismo, ignorando por ejemplo la riqueza de los movimientos protestantes
nacidos de la Reforma, o presentarlos como enemigos del catolicismo,
resulta de una gran pobreza cultural y espiritual.
La religión como práctica de una fe no puede ser una asignatura en
la escuela y menos en un país laico con separación entre Iglesia y Estado.
La fe se cultiva en el seno de la familia primero, si se es
creyente, y después en el seno de la comunidad cristiana en la que el niño
crece. Y por fin cada uno en su iglesia.
Todo el resto es prevaricación política; intromisión de la
Iglesia en las cosas del Estado y de los gobernantes en los asuntos de las
Iglesias.
En el primer cristianismo, la religión no se enseñaba, se
vivía dentro de la comunidad, participando a la eucaristía, como recuerdo de la
Pascua. Y no por no enseñarse la religión dejaban de ser mejores cristianos,
acabando muchos de ellos dando su vida por defender lo que ellos creían.
Hoy se pretende enseñar la religión como se enseña la aritmética,
una enseñanza fría, fuera del contesto de una fe donde se pueda vivir. De esa
forma, la religión se empequeñece, se desvirtúa, se la coloca al nivel de una
simple asignatura, cuando debería ser, para el creyente, el motor de su vida.
Y se priva al mismo tiempo a los alumnos el tener una
visión amplia de cómo nacieron las diferentes religiones, generalmente para
responder a la pregunta aún sin respuesta de por qué nacemos y por qué morimos.
Y para intentar escrutar si hay o no algo del otro lado de la vida, o mejor de
la muerte.
No existen religiones mejores o peores. Existen formas
diferentes de responder a las preguntas esenciales de la existencia.
Las diferentes formas de vivir la fe y dar respuesta al misterio, se debe
más bien a los diferentes ambientes culturales en los que se vive. La
fe es siempre la misma. No existen dioses de colores diferentes, ni
mandamientos a la carta.
Existen sólo las respuestas que cada hombre, en cada
contexto histórico en el que vive, a los interrogativos de la vida, de la
ética, de la distinción entre el bien y el mal.
El ateísmo también es una religión porque es una forma de
interpretar y vivir la existencia.
Enseñar lo que las diferentes religiones piensan y practican en el campo de
la fe individual y colectiva, es cultura.
Enseñar una sola religión y generalmente como la mejor, denigrando a las
demás, es fanatismo, estrechez cultural y, en definitiva,
provincialismo ecuménico.
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