lunes, 26 de mayo de 2014

PARA VIVIR LA RESURRECCIÓN: JESÚS Y MARÍA MAGDALENA... 2

 San Juan nos cuenta en su evangelio cómo María Magdalena, inmediatamente después que quitaron la piedra del sepulcro, corrió hacia Simón Pedro y el discípulo que Jesús amaba. Y les dijo las palabras que aparecen narradas en otras dos ocasiones por Juan: “Se han llevado a mi Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Allí no hay ninguna creencia en la Resurrección, sólo la desilusión por no haber encontrado el cuerpo de Jesús, que ella quería ungir.  Magdalena quería manifestar su amor a Jesús velando junto a su cadáver, y era un modo también, según algún comentarista, de encontrar consuelo a su dolor. Y entonces comienza la carrera pascual: Simón y  Juan, los discípulos más cercanos, corren al sepulcro; Juan va más rápido y llega primero, pero le cede a Pedro el ingreso, y este entra al sepulcro. Pedro ve las vendas en el suelo y el sudario plegado aparte, pero no hay cuerpo. Pedro ve, pero no comprende, no puede imaginar la razón de la tumba vacía, sino que simplemente confirma  lo que dijo la Magdalena. No puede ver el sentido. Juan en su evangelio presenta a Pedro como una persona que se guía por la razón y la voluntad, y así nos dice que quien desea juzgar las cosas sólo a partir de la mente no puede comprender el misterio del Resucitado.

El otro discípulo, que la tradición equipara con Juan, entra al sepulcro después, y dice: “vio y creyó”.  Este discípulo ve con el corazón, y el corazón que ama comprende y cree.  No precisa el texto cuánto alcanzaba de comprensión el discípulo, pero deja claro que el camino para adentrarse en el misterio del Resucitado no es la razón, sino el corazón. Es necesario un corazón que ame y que se sepa amado. El discípulo favorito que aparece en este evangelio como figura, es tanto el que ama a Jesús como el que sabe amado por Él.  Aquel que se sabe amado por Jesús hasta el fondo de su corazón puede creer en la resurrección, y confía en que el amor es más fuerte que la muerte, que el amor perdura, y es más valioso que todo lo demás.
Pero demos un paso más: ni a Pedro ni al discípulo amado se les ha dado el regalo del primer encuentro Ha sido María Magdalena la que ha encontrado en su búsqueda al Señor Resucitado.  Sólo a la mujer que ama apasionadamente se le permite hablar con el Resucitado. La Magdalena no es sólo la pecadora, sino que ama mucho, y de hecho de ningún otro santo corren tantas leyendas en la historia de la Iglesia como de esta mujer misteriosa a la que el amor de Jesús transformó por completo. Ella amó mucho y fue amada de tal manera que experimentó la gran transformación del amor.

(Escrito a partir de la lectura de A. Grün)

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