"Madre, los que viven allá arriba en las nubes, me gritan; '¡Oye, jugamos desde que empieza hasta que acaba el día; jugamos con la aurora de oro y con la luna de plata!'
Yo les pregunto: '¿Pero cómo voy a subir hasta donde estáis vosotros, tan alto?'.
Y me contestan: '¡Vente hasta el borde de la tierra, alza las manos al cielo y te levantaremos con las nubes!'.
'¡Mi madre me está aguardando en casa! -digo yo-, ¿cómo podré dejarla y subir?'.
Y ellos se sonríen y pasan flotando.
Pero yo sé un juego más bonito que ese, madre. Mira, yo seré la nube y tú la luna. Te taparé con mis dos manos y el techo será nuestro cielo azul.
Los que viven en las olas me gritan: '¡Cantamos desde el amanecer hasta la noche; vamos más allá siempre y no sabemos a dónde vamos!'.
Yo les pregunto: 'Pero, ¿cómo podré irme tan lejos con vosotros?'.
Me responden: '¡Vente a la orilla del mar, aprieta bien los ojos, y espera, y te arrastraremos con las olas!'.
Yo les digo: 'Mi madre no quiere nunca que salga anochecido. ¿Cómo podré dejarla y huir?'.
Y ellos se sonríen y pasan bailando.
Pero yo sé un juego mejor que ese, madre. Yo seré la ola y tú serás la playa desconocida. Me echaré a rodar y romperé riéndome en tu pecho. ¡Y nadie sabrá en el mundo dónde estamos tú y yo!".
Tagore, “La Luna Nueva”.
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