La exhortación apostólica "Evangelii Gaudium", del papa Francisco, dijo alguien, nos lanza hacia lo nuevo, hacia un cambio de paradigma cuyo alcance apenas vislumbramos. Sin pretender un juicio de tan largo alcance, prefiero simplemente compartir algunos textos y tal vez alguna que otra pequeña reflexión que estos me susciten, a partir de algunas palabras claves que encuentro en mi lectura personal.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que encuentran a Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (1)
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado” (2).
En el comienzo de esta exhortación, Francisco nos habla de la alegría y de la tristeza; la experiencia de encuentro con Jesús nos conduce a la alegría, aun sin dejar de reconocer que en el mundo hay también razones para sentirnos tristes y abatidos. La alegría es aquí una certeza; la tristeza, un riesgo. Podemos dejarnos arrastrar a veces por la tristeza y perder las ganas de luchar por la Vida, pero es la alegría de la cercanía de Jesús la que nos empuja, nos invita, nos desafía a no rendirnos. Hay muchas razones, seguramente, para la tristeza; Francisco habla de egoísmo, consumo desmedido, acomodamiento, dependencias... pero nosotros tenemos una razón mayor, que convocamos ahora mismo, para recuperar el camino perdido, para que no nos desanimen los odios o tropiezos: la amistad de Jesús. .
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