viernes, 4 de noviembre de 2022

LA ALEGRÍA DE DIOS

"La “alegría” que produce el encuentro con Dios es un tema muy querido de Lucas. A lo largo de su evangelio, aparece continuamente: Juan salta de gozo en el seno de su madre (1,44), María se alegra (1,47), los vecinos se regocijan con motivo del nacimiento del Bautista (1,58), el nacimiento de Jesús es motivo de gozo (2,10); es también motivo de alegría escuchar la palabra de Dios (8,13) y el éxito en la misión (10,17); el cielo se alegra cuando se convierten los pecadores (15,7.10); hay alegría cuando se encuentra algo perdido (15,5.6.9.32); los discípulos sienten gozo al ver al Resucitado (24,41). Y todo el evangelio se cierra con una nota de alegría: “Se volvieron a Jerusalén con gran gozo” (24,52). 

Estas pequeñas parábolas hablan de alegría…, de la alegría de Dios. Se ha transmitido, durante generaciones y generaciones, la imagen de un Dios tan “serio” –severo, juez, castigador…– que cuesta reconocerlo en las parábolas que contaba Jesús. 

Me parece que no es exagerado decir que las religiones no se han llevado bien con la alegría ni con el humor. Aparecen demasiado cargadas de solemnidad que, en la práctica, se traduce en severidad. Abundan los rostros serios y las palabras cortantes, los juicios y las condenas, propio todo ello de quien se encuentra en el poder. 

Jesús no quería “convertir” a nadie, porque no le interesaba el proselitismo ni estaba preocupado por el número ni el poder. Por eso podía hablar con tanta libertad. Comía a gusto con “pecadores y publicanos” para escándalo de fariseos y doctores. Y reconocía a Dios como Alegría sin límites, Gratuidad sin vuelta, Amor sin exclusiones.

¿Qué lugar ocupa el gozo en mi vida?

Enrique Martínez Lozano 
Otro modo de leer el evangelio

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