lunes, 28 de noviembre de 2022

ISAÍAS: UNA VOZ HENCHIDA DE ESPERANZA (Primera semana de Adviento)

 

Durante el Adviento oímos la voz eminentemente profética de la tradición bíblica, a través de su representante principal: Isaías; una voz henchida de esperanza. La conciencia profética del pueblo de Dios no sólo recuerda el pasado, sino sobre todo, anuncia el futuro aún pendiente de la humanidad y de la acción de Dios. 

 Como un caudal pletórico de aguas transparentes nos llega a través de Isaías toda la temática de la esperanza cristiana: el anuncio del nuevo centro del mundo: el monte Sión, donde se halla asentada la casa del Señor. Allí confluyen los pueblos de la tierra para celebrar el festín mesiánico. Allí se sentarán los hombres a la misma mesa reconciliados entre sí. 

 Se fundirán las espadas para hacer arados; el cordero y el lobo vivirán juntos. Se curarán las enfermedades, se enjugarán las lágrimas, brillará la justicia. 

 El Espíritu se derramará como aceite perfumado, haciendo brotar la sabiduría en todos los corazones. Los troncos resecos reverdecerán y de ellos brotarán tallos esbeltos, los seres humanos resucitados. Los ciegos verán y una luz esplendente irradiará por todos los paisajes del mundo. 

 Este es el lenguaje arcano, poético, casi mítico de los profetas de Israel. A nosotros nos toca desentrañarlo, interpretarlo, acercarlo, irlo haciendo real gracias al Señor, que nos regala una fe esperanzada

LUNES (Isaías 4, 2-6): El destino del pueblo de Dios es la vida en plenitud. Pero muchos modos de muerte le amenazan, mientras va como por inhóspito desierto. Un resto de sobrevivientes, purificados por el juicio, cobijados en la tienda del Dios de la vida, es el principio dinámico del pueblo. El profeta lo ve llegar a plenitud y lo dibuja mediante simbolismos de la historia pasada y de signos de la presencia de Dios entre los hombres.

MARTES (Isaías 11, 1-10): La era mesiánica es la más audaz versión que el pueblo bíblico supo hacer de sus aspiraciones y esperanzas. Quiere la paz universal asentada en la justicia y sueña con que la conflictiva creación encuentre la armonía. Son términos aún insuficientes para expresar el anhelo de infinito. El profeta encarna la esperanza en Dios, en la espera del rey ideal que establezca un orden justo. 

MIÉRCOLES (Isaías 25, 6-10a): La imagen del banquete es conocida como símbolo de plena felicidad. Invitados a él son todos los pueblos de la tierra. El profeta desentraña lo que quiere anunciar con ese símbolo, alimentador de la esperanza. Dios se revela salvador, y caen los velos de todos los ojos para verlo; la realidad no defrauda a los que esperan; la muerte es vencida. El banquete es la vida en el reino de Dios. 

JUEVES (Isaías 26, 1-6): La comunidad creyente, el pueblo justo lleva en su interior la letra y la música de un canto de victoria. El profeta lo hace sonar. Habla de la elevación del humilde, de paz, de fortaleza. Dios es la ciudad amurallada en que se hace fuerte el pueblo de los justos. Las fuerzas del mal se estrellan allí, vencidas. 

VIERNES (Isaías 29, 17-24): El ojo profético vislumbra como cercana la salvación total. La totalidad está ya presente en el interior de los que esperan, aunque no aparezca en el orden externo, objetivo. Se la entiende como liberación de la pobreza de la tierra, de la tara personal, del abuso social. La liberación, cuando Dios está en su hondura, es salvación, y la historia humana es el lugar donde se realiza. 

SÁBADO (Isaías 30, 19-21. 23-26): El anuncio de salvación es traducido por el profeta en términos cercanos, de fertilidad y abundancia, de consuelo para el llanto, de luz para el camino. Los que se vuelven a escucharlo, encuentran en esa cercanía el infinito. Dios está ya en el movimiento del que gime en carencia, del que desea curación y del que aspira a mayor bien. 


MISAL DE LA COMUNIDAD

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