miércoles, 2 de noviembre de 2022

LENIN Y TOLSTÓI

LEV TOLSTÓI EN LA LUBIANKA

¡No puedo seguir callado! –exclamó alzando la voz el gran Tolstói, cuando el gobierno zarista condenó a muerte a unos terroristas revolucionarios–. Esto sucede en Rusia, en esa Rusia en la que el pueblo piensa que cualquier delincuente es un infeliz y en la que hasta hace poco tiempo la ley no contemplaba la pena de muerte. Recuerdo cómo antes me enorgullecía de esto ante los europeos, pero ahora... sólo hay ejecuciones, ejecuciones y más ejecuciones..

Tolstói rememoraba también que en la década de 1880 en toda Rusia había sólo un verdugo, pero con el tiempo el número no había hecho más que crecer. Se refería al terror de Estado en respuesta al terror revolucionario que constituían los ataques de los campesinos a los terratenientes, los atentados contra representantes del poder. 

«No se puede vivir de este modo. Yo, al menos, no puedo vivir así, no puedo ni quiero...», afirma Tolstói. Y exige a las autoridades que suspendan los asesinatos o que lo condenen a él mismo como hacen con «aquella gente enfurecida e irreflexiva que ha empezado esta lucha violenta». Y concluye: «[...] al participar en estos crímenes horrorosos, ustedes no sólo no ponen remedio a esta enfermedad, sino que la empeoran y la refuerzan por dentro». 

El artículo de Tolstói se publicó en todas partes y conmovió al mundo. El régimen zarista respondió con el silencio. Pero los revolucionarios, cuya vida había defendido el escritor, no permanecieron en silencio. Ese mismo año de 1908, Vladímir Uliánov-Lenin publicó su artículo «Lev Tolstói como espejo de la Revolución rusa», en el que no tenía miramientos con el autor clásico, al que calificaba de «terrateniente, iluminado por Cristo», profeta «grotesco», «que había descubierto nuevas recetas para salvar a la humanidad», utópico y reaccionario. Desde el punto de vista de Lenin, la doctrina de Tolstói «carece de todo sentido práctico y de cualquier justificación teórica». 

Así, de un plumazo, el líder de la Revolución proletaria se distanciaba de esos valores humanos, eternos y cristianos que Tolstói representaba y defendía. ¿Qué era lo que disgustaba a Lenin hasta tal punto? Precisamente el humanismo, el llamamiento a la misericordia, su afirmación de que todos los hombres, independientemente de si eran revolucionarios o no, tenían derecho a la vida que Dios les había dado. En el fondo, estos dos artículos, el de Tolstói y el de Lenin, expresan claramente dos filosofías diametralmente contrapuestas: el escritor ve la raíz del mal dentro de la persona, mientras que el político la ve fuera, en las otras personas, que, de este modo, se convierten en enemigos mortales

Pero, por desgracia, Lenin se convirtió en un profeta más agudo que Tolstói a la hora de prever el futuro de Rusia. Al cabo de diez años, la doctrina leninista triunfó en el país; la doctrina de Tolstói, como había predicho su adversario, «careció de todo sentido práctico». El terror de la Revolución resultó incomparable con el terror del poder anterior, tanto por el número de víctimas como por el número de verdugos. En una Rusia así, Tolstói era simplemente impensable; sus ideas eran incompatibles con la nueva realidad. Si hubiera vivido durante los años del gobierno bolchevique, es seguro que no habría podido evitar la espada represiva de la Checa. 

Pero a pesar de todo lo dicho Tolstói estuvo en la Lubianka, aunque a título póstumo. Su hija Aleksandra fue represaliada, así como casi todos sus discípulos, los partidarios de su doctrina, conocidos como tolstovtsi".

Tomado de: "La palabra arrestada" de Vitali Shentalinski

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