viernes, 25 de noviembre de 2022

ADVIENTO 2022: LOS CAMINOS DEL SEÑOR


La Palabra de Dios nos llega de muchas maneras, entra en nuestra vida no sólo a través de la Escritura, sino también a través de los acontecimientos de cada día. Al comenzar este nuevo tiempo litúrgico, tiempo de gracia, nos colocamos frente a nuestra propia vida, para contemplar el camino que vamos haciendo, ya sea a nivel personal, familiar y comunitario, pero también como parte de la humanidad, para la que tiene Dios un designio de salvación.

 Vamos a tomar un tema concreto: los caminos de Dios; esa palabra aparece a menudo en los textos litúrgicos, y tanto el profeta Isaías como Juan Bautista nos invitan a preparar los caminos del Señor.

Dt 8,2: “Acuérdate de todo el camino que Yahvé, tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto”.

Recordar el camino andado, y escuchar a Dios hablando en ese camino. Porque el camino es para nosotros LUGAR DE ESCUCHA. Salomón le pidió a Dios “un corazón que sepa escuchar”. Esto significa tratar de juzgar y discernir la realidad, nuestra vida y nuestro camino desde el punto de vista de la fe. Necesitamos tomar conciencia de lo que somos para renovarnos y permanecer fieles a nuestra misión de cristianos en medio del CAMINO que recorremos. “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas” (Salmo 25). Los caminos del Señor están siempre llenos de misericordia y fidelidad, muy diferentes a los nuestros. No siempre nos resultan comprensibles los caminos del Señor, pero siguen siendo caminos de misericordia: Dios es fiel.

Hagamos la oración atribuida a Salomón, Sabiduría 9: “Dios de los Padres, Señor de la misericordia, que con tus palabras hiciste el universo, y con tu sabiduría formaste al ser humano para que dominase sobre los seres por ti creados, rigiese el mundo con santidad y justicia y ejerciese el mando con rectitud de espíritu; dame la sabiduría asistente de tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos. Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de vida efímera, incapaz de entender la justicia y las leyes”.

PRIMER TEMA: EL MISTERIO DEL TIEMPO (Eclesiastés 3, 1-8).

1.  Vivimos en el tiempo: Esta visión del autor sagrado preparó el camino y abrió las puertas de la revelación. El tiempo es un misterio; San Agustín dice que sabe lo que es, pero no sabría definirlo, “porque el tiempo es la cosa más larga y al mismo tiempo la cosa más breve”. No es igual para el que goza que para el que sufre o espera. Para los griegos era una divinidad (Cronos). Para nosotros, los creyentes, es el marco en que acontece la historia de salvación: profundo, lleno de potencialidades y posibilidades. La Escritura refiere siempre a un marco temporal: En el principio, vengo pronto, etc. Con la creación surge el tiempo, que para todo es transitorio: hay un tiempo para cada cosa. En el salmo 90, que habla de la fragilidad humana, encontramos un dato de su fugacidad: “Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó, una vela nocturna”. Pero el Verbo de Dios quiso entrar en el tiempo: “En la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo” (Gálatas). También el prólogo de Juan. Nuestra salvación se realiza en el tiempo, ahí está nuestra oportunidad. Por eso dice la palabra: “En el tiempo favorable te escuché, en el día de salvación vine en tu ayuda”. Pues ahora es tiempo propicio, ahora es día de salvación” (Isaías 49,8; 2Corintios 6, 1-2). El apóstol nos exhorta a no dejar pasar el tiempo inútilmente, a no echar la gracia abundante de Dios en saco roto. Es en el tiempo donde experimentamos nuestra fragilidad, nuestras perdidas y fracasos, mientras hacemos el camino de la vida; pero también aquí aguardamos la promesa de Cristo, en Apocalipsis: “Sí, vengo pronto”.

2.  UNA MIRADA AL PASADO: La memoria. ¿Cuánto hemos hecho? Podemos dedicar unos minutos a pensar en lo vivido, y veremos alegrías, problemas, éxitos y fracasos, esperanzas y desilusiones. Una realidad fugaz y transitoria, se ha ido rápido, hemos experimentado algo de todo. Pero también en esos recuerdos, gracias a Dios, está Dios, su gracia, su providencia. Todo es gracia, dijo el apóstol. Momentos grandes de gracia y también momentos pequeños. Hemos experimentado el “cronos”, pero también el “kairói”: Dios presente siempre en medio de nuestro tiempo. A veces se manifiesta Dios en momentos inolvidables de luz, pero también en terribles momentos de oscuridad. Aprendamos a dar gracias por todo lo vivido, también por las horas difíciles, las tentaciones, las caídas y las victorias. Sobre todo, porque Él ha estado siempre a nuestro lado en cada una de esas situaciones. Casi termina un año y a punto estamos de comenzar otro, y seguramente como dice Pablo, todo concurrirá para nuestro bien, porque nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Cristo, principio y fin de todo.

3.  UNA MIRADA AL FUTURO: Así, al reflexionar sobre el tiempo, en el que transcurre nuestra historia de salvación, renovamos nuestra esperanza en Jesús. El Señor seguirá presente con nosotros en el nuevo ciclo litúrgico y en el nuevo año civil. Él es autor del tiempo en que vivimos y de la eternidad hacia la que caminamos, pero a la vez está aquí y ahora en medio de nosotros, a nuestro lado y dentro nuestro. Caminamos con Él, mientras el tiempo pasa; no somos meros espectadores, nos movemos y actuamos; caminamos con el tiempo y en el tiempo. Dios aparece en la Escritura como el Dios de la Historia, la grande y la pequeña de cada uno; guía nuestra vida, como lo hizo con el pueblo elegido en el desierto, llevándolos a la tierra prometida. Con Él peregrinamos. Somos parcialmente responsables de nuestra historia, pero estamos todos dentro de los brazos de Dios: no elegimos el día de nacer o de morir, tampoco los avatares de nuestra existencia, pero creemos por fe que “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”. Nos pide ser responsables, viviendo con fe y esperanza, cada tramo de este camino.

4.  LOS CAMINOS DEL SEÑOR:  Veamos algunas pistas sobre esos caminos en la Escritura; para nosotros son incomprensibles, pero podemos aceptarlos y aprender a reconocer en ellos la misericordia de Dios. En el AT, la experiencia de los caminos de Dios es experiencia de sabiduría, fruto de muchos años de pruebas; experiencia de observación, reflexión y visión de fe. Los caminos de Dios son gracia y fidelidad (Salmo 25); Dios no se muda, su amor es fiel y perpetuo, a pesar de nuestra infidelidad. “Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué Dios es grande como nuestro Dios?” (Salmo 77). Dios es capaz de abrir caminos por donde parece imposible (“Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas”).

La experiencia del Éxodo es experiencia de camino (Éxodo13, 21); Dios va delante, abriendo el camino. También Isaías, profeta del Adviento, en 55, 8-9: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos son sus caminos. Porque, así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes”. El precioso salmo 139 nos permite adentrarnos en el obrar de Dios para con nosotros: “Tú me sondeas y me conoces”.

En el NT también encontremos muchas referencias a los caminos de Dios: en el cántico de Zacarías (Lucas), en la Carta a los romanos (8,28), y en 11, 33-36; para Juan, Jesús es camino, verdad y vida.

 A la luz de todo esto, digamos 5 características de los caminos de Dios: diversos, de justicia, de misericordia, de fidelidad, Cristo como el único camino.

Diversos: son y serán siempre caminos muy diferentes a los nuestros.

De justicia: Todo concurre a nuestro bien, aunque no nos demos cuentas; no es castigo, sino bondad y corrección.

De misericordia: Todo aquello que Dios permite en nuestra vida es fruto de su amor por nosotros.

De fidelidad: Dios no cambia, permanece fiel, y nos acepta siempre como somos.

Cristo es el camino de Dios para nosotros, no hay otro, y nuestra vida y camino es seguirle a Él.

 

SOMOS PEREGRINOS: Miramos nuestra vida en el tiempo como expresión del misterio de Dios; en Dios adquiere nuestro tiempo y nuestra vida sentido pleno. Nuestra vida es un camino trazado por Dios, marcado por momentos gracia. No sabemos ni el tiempo ni la hora en que seremos llamados a la eternidad, pero podemos estar seguros de que todo concurrirá para nuestro bien durante el tiempo que vivamos. Aceptemos nuestra condición de peregrinos que caminan en el tiempo hacia la eternidad; aceptemos las circunstancias de nuestra vida, aunque no siempre podamos comprenderlas. No significa no actuar ante lo injusto o conformidad, sino reconocer la mano de Dios en todo, y buscar cómo responder mejor a esos desafíos, con fe y esperanza.

(Ideas de Camilo Maccise, ocd, adaptadas por Manuel de Jesús, ocd)

 

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