sábado, 4 de febrero de 2012

CONTIGO EN LA DISTANCIA...


Mi querida Elisa:
 ¿Dime, qué hago ahora? Alguien me ha pasado un correo esta mañana, diciéndome que has muerto. Así, sin preámbulos, y es como si alguien me hubiera dicho que el mundo se acabó. Hace apenas unos días me hablabas de que a los 50 la vida estaba otra vez comenzando, que tendríamos muchas cosas por vivir de ahora en adelante, y vuelvo a preguntarte: ¿Qué hago ahora? Porque cada cosa que hago, miro o pienso me lleva a ti, y no me queda otra cosa sino sentarme a escribirte esta carta, como lo he venido haciendo semana tras semana desde hace ya más de tres años.
 Estábamos llenos de planes para compartir. El lunes, cuando hablamos (lo hemos hecho lunes tras lunes desde que volví de España), me preguntaste sobre lo que haríamos en el verano; ya estabas buscando las ofertas para venir en julio, y entonces conversaríamos de muchas cosas, del futuro. Pero la vida es una cabrona, ya lo ves, y de pronto no estás, y yo me he quedado sin futuro, sin sueños, sin tu cercanía, y sobre todo, sin tu amor.
 Todavía no me lo creo, es la verdad, por eso te escribo (creo que lo seguiré haciendo durante un buen tiempo); ahora mismo tampoco tengo idea de lo que haré con mi vida, pues tu sembraste una inquietud en mí, un fuego, que no sé cómo apagar.
 El día de mi cumpleaños, hace apenas semana y media, me recitaste en el teléfono la letra de una canción, cubana, que canta Pitingo en el hermoso disco que me hiciste llegar. La estoy escuchando una y otra vez, y si aquel día, mientras te escuchaba, la iba tarareando, ahora te la escribo como último reclamo:

No existe un momento del día
En que pueda apartarme de ti
Hoy todo parece distinto
Porque no estás junto a mí.
No hay bella melodía
En que no surjas tú,
Ni yo quiero escucharla
Si no la escuchas tú.
Es que te has convertido
En parte de mi alma
Ya nada me consuela
Si no estás tú también.
Más allá de tus labios, ´
Del sol y las estrellas
Contigo en la distancia
Amada mía estoy.