jueves, 9 de febrero de 2012

MIRADAS CRÍTICAS


Estuve leyendo algunos artículos de la revista ESPACIO LAICAL, publicada por la arquidiócesis de la Habana, en torno a los cambios que se implementan en la isla y sus posibles repercusiones. Algunos son bastante osados para nuestro contexto, y de hecho esa publicación se ha convertido en uno de los foros de opinión más activos del momento en el país, a pesar de que su difusión formal es limitada. Lo bueno es que cuando los canales de información habituales no fluyen, entonces aparecen vías alternativas que brotan de la imaginación de los ciudadanos.

Estuve leyendo un artículo de Gustavo Arcos (vecino de Sol), crítico, profesor universitario, sobre audiovisual en Cuba, y reconocía que en la isla la literatura, artes plásticas y cine han estado a la vanguardia siempre en su función crítica de la sociedad, pero la prensa, escrita, radial o televisiva, ha presentado siempre una realidad idealizada, el “debe ser” más que lo que es, y por eso sigue resultando alienadora.
También en el mismo sitio, el último número de “La gaceta de Cuba”, aparece una entrevista con Fernando Pérez, director cinematográfico (Clandestinos, Madagascar, La vida es silbar, Suite Habana, El ojo del canario); le preguntan qué consejo puede dar a los más jóvenes y contesta:
Ninguno. No me gustan los consejos. Siempre que voy a dar uno me siento viejo y autoritario. Recuerdo que en mi vida me han dado muchos consejos y casi nunca los he seguido. Uno tiene que encontrar dentro de sí mismo su propia verdad. La única experiencia que puede trasmitir es que uno siempre tiene que escucharse a sí mismo y ejercer su criterio propio. Esa es mi verdad”.
Cerrando el número de la Gaceta, un artículo de dos páginas de Juan Antonio García Borrero, sobre esplendor y decadencia del audiovisual cubano, “una pérdida del público de masas que antes tenía el cine, a favor de la televisión”, no la oficial, sino los nuevos formatos independientes, y la tentación de acudir al control y la censura como otras veces; él invita a pensar en “cómo devolverle al espectador su libertad para que enfrente críticamente aquello que le ofrecen, y no sólo devolverle ese derecho sino estimularlo para que haga uso de él”. Así termina diciendo: “Aprender a ver cine es otro modo de aprender a leer críticamente el mundo”.  Esta última frase me la apropio, creo que es real, y no sólo respecto al cine, sino también a la literatura, y cualquier otra manifestación artística.