martes, 11 de febrero de 2014

HABLAR DEL PECADO EN CLAVE DE AMOR

Ideas introductorias….

1. El encuentro con el Dios Padre, revelado en Jesús, es un encuentro con el AMOR, que echa fuera el miedo, disipa las tinieblas, y DESPIERTA, para vivir una VIDA NUEVA.

2. El punto de partida de un camino espiritual cristiano implica eso que llaman los Evangelios, CONVERSIÓN, es decir, cambio de visión, cambio en el modo de pensar y sentir.

3. Así, partimos de nuestra experiencia concreta, puesta ante el infinito amoroso que hemos descubierto: soy NADA frente al que es TODO. Los profetas de la Biblia hablan de fascinación y terror al mismo tiempo. La criatura frente al Creador.

4. Aquí es donde encontramos a Jesús los cristianos, diciéndonos: NO TENGAN MIEDO, porque DIOS ES PADRE y es AMOR.


Así, podemos hablar de unos presupuestos espirituales sobre los cuales se sostiene nuestra fe:

1. Dios es Amor. El amor es su ser, su esencia. En ese Dios-amor, “vivimos, nos movemos y existimos, y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura”.

2. Nosotros somos sus HIJOS, y por tanto herederos, partícipes de una promesa. Fuimos creados a imagen y semejanza suya. Poseedores de una VIDA NUEVA. “Tú eres mi hijo muy amado, en quien me complazco”.

3. Estamos llamados a la VIDA, a una vida en plenitud, que implica la certeza espiritual de estar habitados por el Espíritu de Dios, y por eso “esperamos el domingo sin ocaso en el que humanidad entera entrará en el descanso de Dios”.

HASTA AQUÍ todo nos suena bien, pero hay una realidad que nos desafía, que parece ponerlo todo en entredicho, que nos hace vacilar y dudar muchas veces. Nos referimos al PECADO.

 No pretendemos adentrarnos en asuntos de moral cristiana, no porque esto no sea importante, sino porque no es el propósito de esta página, dedicado a la espiritualidad. Pero hay indudablemente una relación entre vida moral y vida espiritual. De cómo sea tu relación con Dios, tu manera de ver a Dios y de buscar su voluntad, así será también tu espiritualidad.

Compartamos algunas ideas:

1. Es importante distinguir el hecho de que “somos pecadores”, de los pecados concretos y puntuales de nuestro camino cristiano. Lo primero tiene que ver con lo que la Iglesia ha llamado el “pecado original”: todos nacemos como miembros de una humanidad pecadora, corresponsable por el mal del mundo. Juan Pablo II habló de una “estructura de pecado” de la que cuesta mucho salirse hoy en día. Cuando recibimos el bautismo cristiano, que es la entrada a “una nueva vida en Cristo”, nacemos de nuevo y se borra ese “pecado original”, aunque queda su huella, y por eso hay una tendencia al mal. Pero uno no se confiesa de “ser pecador”, porque de eso fuimos perdonados en Cristo, sino de pecados concretos y particulares.

2. El pecado personal tiene que ver con el egoísmo, con la autosuficiencia, y sobre todo con la falta de amor. Es un error centrar el pecado únicamente en los temas vinculados a la sexualidad humana, como si ello fuera lo más importante, lo más grave, mientras minimizamos o nos mostramos indiferentes a un compromiso verdadero con el servicio y el amor a quienes nos rodean y acompañan en el camino de la vida.

3. Importante tener presente que: no todo lo que hacemos es pecado, aunque la vida humana tenga esa tendencia al mal, que es posible resistir; la bendición acompaña siempre nuestra vida, y por eso podemos luchar cada día contra esa tendencia al mal, al egoísmo, a la autosuficiencia. Uno no peca “sin querer”, como es habitual escuchar en personas que se acercan al sacramento, ni tampoco pecamos “sin darnos cuenta”. El pecado implica siempre una elección libre y voluntaria de la persona. Un propósito claro de no hacer el bien, de ignorar la voluntad de Dios para uno, de “cerrarme a mi propia carne”.

4. El crecimiento cristiano de una persona y su maduración espiritual tienen que ver con su historia personal, su singularidad, sus dones y limitaciones. No todos somos iguales, ni necesitamos el mismo tiempo para aprender y madurar en Cristo. No es lo mismo la vivencia de una persona de 15 años, a la de una de 30, o la de otra de 50; no podemos exigirles igual. La libertad del ser humano es siempre una libertad CONDICIONADA. El papa Francisco ha insistido en que DIOS NO SE CANSA NUNCA DE PERDONAR, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Dios siempre ofrece una nueva oportunidad, un nuevo comienzo, y creo además, esto es mío, que tiene muy mala memoria cuando se trata de nuestros pecados y nuestras faltas.

Por eso Francisco, en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” nos invita a caminar en la ALEGRÍA, y a convertir nuestra vida en ALEGRE TESTIMONIO DE CRISTO. La confianza en Dios y la certeza del perdón han de acompañar siempre nuestra experiencia de fe. Compartamos algunas expresiones del papa…

El confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas”. (44)


La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre... De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas…Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es « la puerta », el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”.

(Aquí es importante apuntar que hay muchos caminos para recibir el perdón de Dios, además del sacramento de la reconciliación: la propia Eucaristía, la oración personal, los actos de caridad con el prójimo… y no hemos de apartarnos con tanta facilidad de la comunión, a veces por cualquier por cualquier pequeñez a la que atribuimos una gravedad exagerada, privándonos de la gracia de participar plenamente de la Eucaristía)

“A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”. (47)

Nuestro propósito con esas ideas no es minimizar la importancia del pecado, por supuesto que no; somos todos conscientes de la realidad y gravedad del mal, de la injusticia y el egoísmo en nuestro mundo. Pero sí queremos  ayudarles a una VIVENCIA cristiana más alegre y confiada. Hablar del pecado en clave cristiana implica siempre pensarlo en clave de amor y de perdón, de propósito de crecimiento y de gracia que acompaña; la primera piedra la puso Cristo, a nosotros nos toca edificar sobre ese fundamento, seguro e inamovible.

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