"Había un hombre que tenía una doctrina.
Una doctrina que llevaba en el pecho,
(junto al pecho, no dentro del pecho),
una doctrina escrita que guardaba en el
bolsillo interno del chaleco.
Y la doctrina creció.
Y tuvo que meterla en un arca, en un arca
como la del Viejo Testamento.
Y el arca creció.
Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Entonces nació el templo.
Y el templo creció.
Y se comió al arca, al hombre
y a la doctrina escrita que guardaba en el
bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre que dijo:
El que tenga una doctrina que se la coma,
antes de que se la coma el templo;
que la vierta, que la disuelva en su
sangre,
que la haga carne de su cuerpo... y que su
cuerpo sea
bolsillo, arca y templo».
Esta parábola nació apoyándome en el
versículo 21 del capítulo 2 del
evangelio de San Juan, donde se dice: 'mas Él hablaba del templo de su
cuerpo".
León FELIPE.
Las doctrinas se conjugan inseparables de las ideologías. No se muy bien quien engendra a quien. Lo que sí está demostrado es que ambas descarnan, esclerotizan la humanidad, la vida. Nos enajenan de nuestra identidad, y de ser sujetos, pasamos a ser objetos al servicio de las cualquier estructura de poder, de la naturaleza que sea. Alumbran códigos y programas que nos programan...
ResponderEliminarEl que se hizo carne, y habita nuestra carne, no fundó ninguna doctrina, ni creó ninguna iglesia, ni levantó ningún templo, ni se ordenó en ningún sacerdocio. Amó, y por amor nos dio vida en abundancia, vida más allá del horizonte más lejano.
De corazón a corazón, un abrazo.