jueves, 10 de abril de 2014

ALIANZA DE AMOR

El que me ama guardará mi palabra…”. A veces leo los comentarios a las lecturas del día que vienen en las 2 agendas bíblicas, o en el “Rayo de Luz”, publicación mensual muy útil para seguir la liturgia de cada jornada. Los comentarios no están siempre al mismo nivel, y en el caso de “Rayo de luz”, publicación dominicana, se hace evidente que no los escribe siempre la misma persona, pues unos días resultan muy moralizadores y en cambio otros presentan una perspectiva más espiritual. En la oración de la mañana esos comentarios, junto con los textos bíblicos, alimentan mi meditación y oración personal; hoy, por ejemplo, a partir del pacto que hace Dios con Abraham, reflexiona en torno a nuestra fidelidad y compromiso con Dios. 

A partir de ahí viene a mí esta idea, un esquema que es más fácil de representar gráficamente que de escribir: Dios está en el centro, podemos pintarlo quizá como un punto o un círculo, pero en realidad es irrepresentable. Desde Dios se irradia una realidad que podemos llamar “su misterio”. Es con ese misterio con el que nos topamos, y de ese encuentro surge la fe. Luego la fe, nacida del choque con el misterio, se expresa, se manifiesta, en la religión, como conjunto de prácticas, ritos, normas, etc. El pacto o alianza que hacemos con Dios no es primariamente moral; en ese caso resulta casi imposible de cumplir. Es un pacto de fidelidad, según el lenguaje de la Primera Alianza; un pacto de Amor, en el lenguaje de Jesús.

Lo dice así el comentario: “Guardar la palabra de Jesús resulta casi imposible si pensamos que se refiere a cumplir a la perfección una serie de normas de conducta y códigos éticos. La palabra que hay que guardar, el mandamiento que hay que cumplir, la perfección a la que se nos llama, no es otra que la del amor. Jesús anduvo en amor, y por eso agradó a su Padre en todo. El que ama tiene vida en sí mismo, cumple con toda la ley y los profetas, es perfecto, aunque cometa errores y tenga tropiezos”. No se puede decir mejor. Es lo que dijo el papa anterior y Francisco repitió en su exhortación: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética”. Claro que hay consecuencias éticas, que la conducta de la persona puede y debe cambiar necesariamente en algún sentido, pero la alianza, la fidelidad, es previa a ese cambio. Por eso la Escritura exalta a Abraham, a David, y a otros, a pesar de que también relata sin pudor muchos pecados suyos. Ellos erraron una y otra vez, pero fueron fieles al Dios que conocían por experiencia. Dios no se escandaliza de nuestra fragilidad, podemos decirlo así, porque sabe que “somos barro”; pero nos hizo capaces de amar, y es por el amor que nos hace crecer y madurar, y nos eleva hacia Él.

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