martes, 22 de abril de 2014

DIVINA MISERICORDIA: ¿Misterio o devoción?

El segundo domingo de Pascua, por iniciativa de Juan Pablo II, ha pasado a llamarse Domingo de la Misericordia, y no está mal, si ese día, y dentro del gozo de la Octava de Pascua, celebramos el amor grande con que Dios nos ama; la cercanía de nuestro Padre amoroso del Cielo. No está mal si esta celebración plenifica e insiste en el Misterio Pascual. Viene ahora a mi mente la parábola lucana en la que un padre lleno de misericordia sale al encuentro de un hijo díscolo, que le exigió primero sus derechos, malgastó el dinero del padre y luego regresó arrepentido a medias. Ese es el Dios de Jesucristo, nuestro Dios, un Padre lleno de amor y de misericordia.

Ahora bien, si este segundo domingo de Pascua se convierte simplemente en la celebración de una devoción reciente y popular, la Divina Misericordia, en un cuadro que representa la visión de una religiosa, Santa Faustina, ya no me parece tan bien el asunto. 

En principio no estoy en contra de las devociones, ayudan a vivir y comprender el misterio de Dios, pero siempre respetando el ritmo litúrgico de la Iglesia, a través del cual vivimos comunitariamente un camino de crecimiento y encuentro con Jesús. No por gusto, y en un momento de gracia del Espíritu, la Iglesia del Concilio Vaticano II quitó el lastre que durante mucho tiempo se fue acumulando en las celebraciones de la Iglesia, y que opacaban la centralidad de Jesucristo, o lo cosificaban, perdiendo de vista la totalidad del Misterio.

De ahí que no entienda como un viernes santo haya cristianos empezando una novena a la Divina Misericordia, que apunta, no al Domingo de Resurrección, el Primer domingo del año cristiano, sino al segundo domingo de Pascua, transformado ahora en el día de celebrar una extendida devoción, que más que ahondar en lo que significa tener un Dios de Misericordia, apunta a la búsqueda del milagro.

Creo que los líderes de la Iglesia tenemos la obligación de formar a nuestra gente, de ofrecerles alimento espiritual sólido, y presentarles la fe liberadora y humanizadora de Jesús; las devociones son complemento a la riqueza litúrgica, no sustituto. Nada mejor que el camino litúrgico para ir descubriendo e integrando a nuestra vida la plenitud de vida que ofrece Jesús.

Para este segundo domingo de Pascua quiero seguir hablando de la Resurrección, regalo de un Dios inmenso, de infinita ternura para con nosotros, un Dios que no se deja cosificar ni manipular, un Dios que quiere hijas e hijos, maduros y libres. Un Dios, sin dudas, que tiene un Hijo, Señor de misericordia. 

(Manuel Valls, 2008)


“La Divina Misericordia es evidente sobre todo
En la ternura con que el Dios infinito atempera,
La fuerza de Su luz a la debilidad de nuestros ojos
Y se hace hombre como el resto de nosotros”.

Thomas MERTON

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