La fiesta de Todos los Santos nos recuerda que la santidad no es una excepción, sino una vocación. No es un pedestal, sino un camino. Y ese camino no se recorre en soledad, sino en comunidad. La santidad es compartida, tejida entre muchos, sostenida por la fe del pueblo.
En cada comunidad hay rostros que no aparecen en los libros, pero que han sido evangelio vivo: la señora que reza el rosario con los vecinos, el joven que acompaña a los ancianos, el catequista que sigue enseñando, aunque nadie lo aplauda. Esa es la santidad que me interpela. Y es también la que la liturgia está llamada a celebrar.
 🕊️ Recuperar la voz del pueblo
Demasiadas veces, el pueblo ha sido reducido a espectador en la liturgia. Se le ha silenciado con fórmulas rígidas, se le ha infantilizado con gestos vacíos, se le ha excluido de decisiones que le afectan. Pero el pueblo celebrante tiene voz. Tiene memoria. Tiene fe. Y cuando canta, cuando responde, cuando proclama, está ejerciendo su sacerdocio bautismal.
Recuperar esa voz es un acto de justicia espiritual. Es reconocer que la santidad no baja desde el presbiterio, sino que brota desde los bancos, desde las casas, desde la historia compartida. Es permitir que el pueblo diga su fe con sus palabras, sus cantos, sus silencios.
Ejemplo concreto: En una celebración de Todos los Santos, invitar a la comunidad a nombrar en voz alta a personas fallecidas que vivieron la fe con sencillez. Esos nombres, pronunciados con amor, son parte de la letanía de los santos.
 🌾 La liturgia como espejo de la santidad cotidiana
La liturgia no puede ser ajena a la vida del pueblo. No puede ignorar sus dolores, sus luchas, sus esperanzas. Cuando el pueblo celebra, su santidad se vuelve visible. Y cuando la liturgia se convierte en espejo de esa vida, entonces se vuelve fecunda.
La santidad del pueblo se celebra cuando la liturgia:
Nombra sus realidades concretas (alegrías, duelos, luchas).
Integra sus símbolos y expresiones culturales.
Reconoce sus ministerios no ordenados como espacios de gracia.
Permite que la comunidad se exprese con libertad y dignidad.
Ejemplo concreto: En la oración de los fieles, incluir intenciones espontáneas del pueblo. En el ofertorio, presentar signos de la vida cotidiana: una herramienta de trabajo, una foto familiar, una vela encendida por los difuntos.
 🔥 El pueblo como sujeto, no como audiencia
Celebrar no es repetir. Es asumir. Es encarnar. Cuando el pueblo comprende lo que celebra, cuando se le forma, se le escucha, se le incluye, entonces la liturgia se convierte en espacio de transformación.
El pueblo celebrante es sujeto cuando:
Se le confía la proclamación de la Palabra.
Se le forma para comprender y vivir los signos.
Se le permite participar en la preparación de las celebraciones.
Se reconoce su capacidad de discernir, de orar, de crear.
Ejemplo concreto: Preparar con un grupo de laicos la liturgia, incluyendo testimonios, cantos elegidos por la comunidad, y un gesto de memoria compartida.
 🌉 Cierre: hacia una liturgia de comunión
La santidad que me interpela no camina sola. Camina en comunidad. Camina en pueblo. Y la liturgia, cuando es verdadera, nos permite celebrar esa santidad compartida, esa comunión que transforma, esa esperanza que se canta.
Este tema se enlaza naturalmente con los otros que venimos trabajando:
El ministerio ordenado está llamado a facilitar esta voz del pueblo, no a sustituirla.
La liturgia como lugar de comunión se realiza cuando todos tienen un lugar, una voz, una misión.
