sábado, 24 de abril de 2021

EL PODER TERAPEÚTICO DEL ARTE

"Creo honestamente en la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia. En un mundo como el que hoy padecemos, asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos, en un mundo como éste, de tan deficitaria probidad, hay que reivindicar los nobles aparejos de la inteligencia, los métodos humanísticos de la razón... 

Quizá se trate de una utopía, pero la utopía también es una esperanza consecutivamente aplazada, de modo que habrá que confiar en que esa esperanza también se nutra de las generosas fuentes de la inteligencia.

Leer un libro, escuchar una sinfonía, contemplar un cuadro,
son vehículos simples y fecundos para la salvaguardia de todo lo que impide nuestro acceso a la libertad y la felicidad. Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre todo lo que tiende a neutralizarlo. Tal vez una sociedad decepcionada, perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a
convertirse en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador. 

Quiero creer -con la debida temeridad- que el arte también dispone de ese poder terapéutico y que los utensilios de la poesía son capaces de contribuir a la rehabilitación de un edificio social menoscabado. Si es cierto, como opinaba Aristóteles, que la “la historia cuenta lo que sucedió y la poesía lo que debía suceder”, habrá que aceptar que la poesía puede efectivamente corregir las erratas de la historia y que esa credulidad nos inmuniza contra la decepción. Que así sea".

Manuel Caballero Bonald
Permio Cervantes, Discurso de Aceptación.

jueves, 22 de abril de 2021

PALABRAS CLAVES PARA MI FE

Creo que hay tres palabras claves para entender, la propuesta de Jesús, es decir, la fe cristiana: amor, libertad y perdón

El AMOR lo dice todo, es la realidad que define a Dios, en la medida en que Dios pueda ser definido. "Dios es amor", dice Juan, y el que ama, le conoce; quien no ama, no conoce a Dios. Por eso Jesús nos invitó a amar para poder entrar en la dinámica del Reino: "Ámense unos a otros como yo les he amado". 

Jesús habla también de VERDAD, pero la verdad que propone Jesús no es conceptual, no son dogmas, no son leyes, sino es su persona, viva, dinámica, diversa. Entrar en contacto con Jesús, que es la Verdad de Dios, nos hace libres; con una LIBERTAD que nada ni nadie nos puede arrebatar. 

El PERDÓN tiene que ver con la comunidad, porque el perdón de Dios lo recibimos unos de otros,; no es un perdón abstracto, sino concreto, en la convivencia de cada día tenemos que aprender a perdonar, para poder andar. 

Desde esas tres coordenadas: amor, libertad y perdón, está construida la comunidad de Jesús, la Iglesia, que como Jesús, es humana y divina. Hay en ella de inmanencia y de trascendencia, está la institución y está el misterio. Ambas cosas son necesarias, ambas cosas son importantes, porque sin encarnación no hay salvación. No obstante, hay que cuidarse para no confundir las prioridades, para no quedarse en el dedo que apunta a la luna, en lugar de mirar la luna. Todo en ella nos ayuda a conectar con Jesús: la Palabra, los sacramentos, los dogmas, los preceptos. Pero ellos no son Jesús, o lo son,  pero todavía imperfectamente

Amar a la Iglesia es saber que ella es medio, y no fin. Amar a la Iglesia es ejercer en ella también la dimensión profética de nuestro bautismo. También la Iglesia, toda ella, necesita conversión, necesita escuchar, necesita crecer. Debemos amarla entrañablemente, mirarla con misericordia, pero no divinizarla, no adorarla ciegamente, no asumir una postura pasiva y receptora sin reflexión y juicio propio. Nada de eso tiene que ver con el amor.

La fe me enseña a amar, me hace amor. 
La fe me ayuda a vivir en libertad, me hace libre. 
La fe me ayuda a perdonar, me hace reconocer la vulnerabilidad de todo lo humano, y la necesitar de abrirnos a lo trascendente.
La fe me hace descubrir la hermosura de nuestra humanidad, la misma por la que Jesús murió y resucitó.

Fray Manuel de Jesús, ocd

martes, 20 de abril de 2021

SEGUIR A CRISTO ES LO PRIMERO


"Nada hay tan decisivo para ser cristiano como tomar la decisión de vivir como seguidores de Jesús. El gran riesgo de los cristianos ha sido siempre pretender serlo, sin seguir a Jesús. De hecho, muchos de los que se han ido alejando de nuestras comunidades son personas a las que nadie ha ayudado a tomar la decisión de vivir siguiendo sus pasos.

Sin embargo, ésa es la primera decisión de un cristiano. La decisión que lo cambia todo, porque es comenzar a vivir de manera nueva la adhesión a Cristo y la pertenencia a la Iglesia: encontrar, por fin, el camino, la verdad, el sentido y la razón de la religión cristiana...
Nadie se pone en camino tras los pasos de Jesús siguiendo su propia intuición o sus deseos de vivir un ideal. Comenzamos a seguirle cuando nos sentimos atraídos y llamados por Cristo. Por eso, la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús sino en creerle a él.

Cuando falta el seguimiento a Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad creyente, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, una práctica de obligaciones religiosas y una obediencia a la disciplina de la Iglesia.

Es fácil entonces instalarnos en la práctica religiosa, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que escuchamos cada domingo. Jesús está dentro de esa religión, pero no nos arrastra tras sus pasos. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la creatividad, la renovación y la alegría de quienes viven esforzándose por seguir a Jesús".

 (José Antonio PAGOLA)

jueves, 15 de abril de 2021

PARA ALCANZAR LA LUZ

"Escondidas debajo de la superficie de la tierra, las raíces crecen profundas y dan a los árboles la estabilidad de erguirse y ser altos para alcanzar la luz. Los arboles hacen esto por instinto y dedican más energía al desarrollo de las raíces que el desarrollo del tronco y ramas, en las primeras etapas de sus vidas. Solo cuando las raíces se han establecido firmemente, se despliegan las ramas superiores y las hojas. Nosotros también deberíamos atender primero nuestro crecimiento interior antes de hiper-estrofiarnos con adornos y accesorios. Un pequeño retoño está débil y tierno y requiere protección de las bocas hambrientas y los pies que pisan. Ese mismo árbol, muchos años después, puede proveer protección, cobijo y sustento para otros. Nuestros roles cambian también mientras maduramos y crecemos. No importa nuestra etapa de desarrollo, surge fuerza de nuestra propia naturaleza, y no de esfuerzos agitados. Mantente firme en la verdad de quién eres en este momento. Acepta ayuda cuando la necesites, pero no te hagas incapaz y dependiente. Crecer tan grande como puedas para que otros se refugien en ti.

Peter Bolland

lunes, 12 de abril de 2021

RESURRECCIÓN EN MARCOS (2)

Veamos ahora Marcos 16,9-20, o el final largo del Evangelio de Marcos; desde el punto de vista gramatical es evidente que este texto ha sido añadido al pasaje anterior, y con algo de torpeza. Comienza así: “Resucitado el primer día de la semana por la mañana, se apareció a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios” (16,9); algunos detalles dejan ver la falta de continuidad con el texto original, aunque luego no se vea así en las diversas traducciones. 

Luego que María Magdalena apareciera huyendo temblorosa y atemorizada, desobediente del mandato del ángel, ahora parece Marcos darle otra oportunidad, y la aparición de Jesús le da nuevas fuerzas para cumplir el mandato del ángel. No se dan detalles en este caso de esa aparición, pero se nos dice que ella lleva la buena nueva a los discípulos que estaban “llenos de tristeza y llorando”, pero en la línea pesimista de Marcos, ellos tampoco le creen. Este pasaje parece decir que solamente el encuentro con el mismo Jesús resucitado vence la anterior falta de fe.

Jesús se aparece a los Once, reunidos en la mesa, y les reprocha por su incredulidad y dureza de corazón, y por no haber creído a los que le vieron resucitado; en los otros Evangelios, la aparición de Jesús vinculada a las comidas tiene un valor eucarístico, pero Mc16,14 no hace nada para subrayar esa dimensión, al menos no de manera explícita. Tal vez quiso llamar la atención a los que, participando de la Eucaristía, no eran capaces de reconocer al Resucitado (en la línea de 1Cor11,20-34).

Luego, también acá esta aparición de Jesús está vinculada la misión de los apóstoles; es alentador que a los mismos a los que reprocha antes por su falta de fe y dureza de corazón, les confía ahora la predicación del evangelio al mundo entero. No hay mejor manera para mostrar que, la gracia de Dios y no el mérito humano, es el elemento principal de la buena nueva proclamada por Jesús. Al predicar a los otros, los apóstoles serán fortalecidos en su fe; el mandato en Marcos es algo más global que en Mateo: “Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc), Vs “Id y hacer discípulos entre todos los pueblos” (Mt). Es por la predicación que el Señor Resucitado establece la autoridad que ha conquistado sobre todas las cosas.

El efecto de la predicación está descrito en 16,16: “Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará”; la predicación del evangelio estará acompañada de señales persuasivas, de modo que, para Marcos, quien la rechaza manifiesta su obstinación. No obstante, debemos ser cautos al proponer hoy esta afirmación que identifica de manera dualista la fe en Jesús con la salvación y la incredulidad con la condenación; sabemos hoy que la incredulidad deriva de muchos factores, incluyendo el pésimo testimonio de los cristianos, y la proclamación de Cristo por parte de algunos que se parecen poco a él.

En algunos puntos de este texto, Marcos se aproxima a la teología joánica, y también aparecen algunos ecos, como en las señales que acompañarán a los discípulos en su ministerio, que hacen pensar en Hechos. En los discípulos, y en esas señales que menciona 16, 17-18, se manifiesta el poder que Jesús tenía sobre toda creación.

Cierra el “final largo” con la elevación de Jesús al cielo, donde está sentado a la derecha de Dios (16,19); evoca este texto a la formulación de Lucas (24,36-52). Ya las dudas que los discípulos tuvieron han quedado atrás, y ellos obedecen yendo a predicar por todas partes. Y el Señor, fiel a su promesa, aunque ha sido entronizado, “obra con ellos”, confirmando “la palabra” a través de las señales que acompañan a los discípulos.

Esa era la experiencia de los primeros cristianos, que anunciaron el Evangelio, y hasta entregaron la vida, en medio de persecuciones, porque confiaban en esa promesa y palabra poderosas.

(Lo anterior es un resumen de un texto de Raymond Brown)

domingo, 11 de abril de 2021

VER PARA CREER (Segundo domingo de Pascua, B)

 

Dios entra por los sentidos. Es lo que le pasó a Tomás. Este hombre decía lo que dice mucha gente cuando se plantea el tema de Dios: si no lo veo, no lo creo. Tomás quería ver, tocar, palpar. Y Jesús se lo concedió. Pero, ¿qué vio y tocó Tomás? Vio y tocó llagas de dolor y muerte. Palpó cicatrices de sufrimiento. Y ahí, en eso, en lo que entra por los sentidos, Tomás se dio de cara con la fe: ¡Señor mío y Dios mío!. Esto no quiere decir que el camino para ir a Dios sea el camino del dolor. Dios no quiere el sufrimiento. Lo que ocurre es que en esta vida hay mucha gente que sufre más de lo que puede soportar. Y esto supuesto, la fe en la resurrección se expresa en el hecho de que nos pone en el recto camino para prestar atención a los padecimientos y esperanzas del pasado; y para aceptar el desafío de los muertos (J.B. Metz). 

Dichosos los que creen sin ver. Hoy la presencia de Jesús está allí donde los que le buscan, encuentran llagas de dolor y muerte. Si, en lugar de eso, encuentran poder, pompa y boato, no podrán decir: ¡Señor mío y Dios mío!

José María Castillo

La religión de Jesús

viernes, 9 de abril de 2021

RESURRECCIÓN EN MARCOS (1)

 
Marcos es el evangelio más estudiado y el más difícil, y también con el que, por mucho tiempo, estuvimos menos familiarizados los cristianos. Su estilo, parco y sobrio, deja muchas cosas sin explicar, y ha sido una constante invitación a trabajar con la imaginación. Un ejemplo de lo anterior es su capítulo 16, centrado en la resurrección; sus ocho primeros versículos están atestiguados con seguridad como parte del texto originario, no así los que siguen, que se añadieron más tarde (final largo). Esto no quita, por supuesto, que ambos textos sean parte del evangelio, e inspirados, pero saberlo facilita su comprensión.

Veamos primero Marcos 16, 1-8: en esta escena son las mujeres las protagonistas; María Magdalena, María de Santiago, y Salomé (que habían sido presentadas antes en 15,40-41). Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, y observaron desde lejos su crucifixión. No parecen formar parte del grupo de los discípulos, los que han estado con él en sus últimas horas y luego le abandonaron, pero su lejanía del calvario, hacen patente el propósito de Marcos de mostrarnos a Jesús abandonado por todos. En una segunda referencia a estas mujeres (15,47), ellas también ven desde lejos como José de Arimatea sepulta el cuerpo de Jesús (“un insigne miembro del tribunal supremo, que esperaba también el Reino de Dios”). No se nos dice el por qué estas mujeres no participaron de la sepultura.

Pasado el sábado (aproximadamente después de las 6 de la tarde de ese día), las mujeres actúan a favor de Jesús, porque compran aromas para ungirlo. Lo anterior permite que se revele a ellas, y a nosotros, la resurrección de Jesús. Luego vuelve a fijar el tiempo: “El primer día de la semana, muy de madrugada, al salir el sol”; típico de este evangelio es fijar el tiempo en intervalos de tres horas, así fue con el relato de la Pasión. Los exégetas sugieren que lo anterior puede ser expresión de tiempos establecidos de oraciones conmemorativas de la primera comunidad cristiana. También la referencia al amanecer (sol) puede ser una referencia simbólica a la resurrección, pues antes Marcos ha manifestado interés por los símbolos de la vista y la ceguera, la luz y las tinieblas.

En Marcos 16,3-4, las mujeres hacen una pregunta retórica sobre la piedra del sepulcro, que era muy grande, reforzando el contraste entre la incapacidad humana y el poder de Dios. La piedra ha sido removida, y roto el sello del sepulcro. Al entrar en él sepulcro, las mujeres ven un joven sentado a la derecha (puesto de honor), vestido de blanco. Es evidentemente un portavoz divino y ellas se asombran o asustan, como es típico en estas apariciones; el mensajero celeste les habla: “No se asusten. Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado. Ha resucitado. No está aquí. Vean el sitio donde lo pusieron”.

El mensaje habla de diversas cosas: de continuidad entre el crucificado y el resucitado; habla de Jesús Nazareno, que es como había antes llamado a Jesús un demonio (1,24). El que antes mostró poder sobre el mal, ahora aparece venciendo a la muerte. También se hace referencia al significado del sepulcro vacío, y su sentido. Luego en el versículo 7 se hace patente que la tarea de Jesús no termina con su resurrección, que quedan cosas por hacer. “Vayan y digan a sus discípulos y a Pedro que Él ira delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, como Él les dijo”. Jesús había dejado una esperanza para los que le abandonaron en 14,28: “Cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea”; el joven del sepulcro retoma aquí aquella promesa. Jesús no va abandonar a los suyos, siempre va delante de ellos, y en Galilea los volverá a reunir. Los que fueron dispersados en la pasión se convertirán de nuevo en comunidad cuando regresen al lugar donde fueron llamados por primera vez como discípulos (1,14-20). Dios les hará ver a Jesús el Nazareno resucitado de entre los muertos, vencedor sobre la crucifixión, a quien ellos prometieron seguir.

Pero, aunque el mensaje del ángel concierne a los discípulos y a Pedro, Marcos sigue centrando su atención en las mujeres, pues es a ellas a quienes se da este mensaje. Y la reacción de ellas es de absoluta sorpresa para el lector (16,8): “Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo”. En lugar de ir a comunicar a los discípulos esta buena nueva, ellas huyen llenas de miedo, y nada dicen. Qué significa esto? Marcos ha mostrado en su evangelio que los seguidores de Jesús fracasaron porque no habían comprendido que Jesús tenía que sufrir o no estaban dispuestos a acompañarlos en su pasión. Las mujeres también, lo vimos, son presentadas un poco al margen de la pasión, y ahora tienen miedo; esto parece en armonía con la insistencia de Marcos en el hecho de que nadie puede huir de la cruz en el seguimiento de Jesús.

Esto es posiblemente un mensaje para los destinatarios primeros de este Evangelio, que seguro habían sido probados por la persecución, e incluso caído, o también eludieron algunos la prueba, quedándose lejos como las mujeres. Los discípulos de Jesús habían fallado todos, y fueron reconciliados con su vocación primera. Para Marcos, ni siquiera la resurrección garantiza la verdadera fe de los seguidores de Jesús; nadie puede hacer suya la victoria de Jesús si no ha pasado por la prueba, por la cruz. No deja de haber algo de pesimismo en este primer “final” de Marcos (Continúa...).

(Resumen hecho a partir de un texto de Raymond Brown).

martes, 6 de abril de 2021

EL TIEMPO PASCUAL

La Iglesia celebra siempre en cada una de las Misas la misma realidad: El misterio pascual de Cristo, el Señor, su bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección de entre los muertos y su admirable ascensión. “Muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida” (Prefacio de Pascua). Todas las celebraciones de la Eucaristía, las de los domingos y las de cada día, actualizan entre nosotros la salvación continuada del misterio pascual.

Pero existe una época del año litúrgico en la que la Iglesia despliega ante nuestros ojos toda la riqueza doctrinal y de vida de este misterio a fin de hacérnoslo vivir proponiéndolo plásticamente a nuestra fe. Y así como en las misas normales se realiza todo esto en la unidad de una celebración, en el Triduo Pascual se van proponiendo los diversos aspectos de este gran misterio, pero de manera que no pierdan el sentido unitario que enriquece y contiene a cada uno de los otros aspectos. El Triduo constituye la cumbre de todo el año litúrgico, la solemnidad de las solemnidades a la cual nos ha ido preparando toda la Cuaresma.

Por Fiestas Pascuales entendemos aquí no solamente dicho Triduo Pascual, sino su continuación lógica de todo el tiempo de Pascua que, según el calendario litúrgico actual, se continúa a lo largo de 50 días hasta la fiesta de Pentecostés.

En cada uno de los tres aspectos del misterio pascual podemos ver puntos de contacto con la mentalidad del hombre de hoy. El hombre actual huye del sufrimiento, de la privación y de la muerte; pero a la vez también está más capacitado para comprender su radical caducidad y su destino de muerte. La experiencia de cada día nos enseña que, a pesar de todos los esfuerzos, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte continúan siendo patrimonio común de la Humanidad.

El misterio de la sepultura de Cristo, segundo aspecto de este misterio pascual, subraya la importancia de la esperanza en el cristianismo. El sábado del sepulcro vacío prepara la gran esperanza del triunfo a pesar de todas las apariencias contrarias. El hombre de hoy no soporta los tiempos vacíos y los compases de espera; parece ebrio de rapidez y de eficacia. A la misma vez, es un hombre amarrado a la historia, abierto al futuro, que equivale a decir sediento de esperanza. En el alma moderna encaja perfectamente esta esperanza cristiana si sabemos presentarla, no como esperanza pasiva, sino como activa preparación al triunfo de Cristo, que es, al mismo tiempo, triunfo del ser humano.

El tercer aspecto del misterio pascual es el triunfo de Cristo sobre la muerte; su resurrección presenta un carácter francamente afirmativo. La fe cristiana conduce a la victoria, pero es necesario comprender su verdadero sentido. El triunfo ha sido conseguido plenamente por Cristo, pero aún no se ha hecho patente a todos los seres humanos. Entre la batalla ganada por Cristo y su victoria final transcurre el tiempo de la Iglesia, la tarea de conseguir sumar a todos los hombres y mujeres de este mundo para que hagan suya la victoria del Señor. Hay que tener presente que el mundo actual se entusiasma ante cualquier perspectiva de afirmación de los valores genuinamente humanos, pero también rechaza un triunfalismo avasallador que no respeta la libertad y la dignidad de las personas. La victoria de Cristo es nuestra liberación de todo servilismo, y se apoya en. el servicio generoso a todos.

La Iglesia visible y espiritual es el lugar del encuentro entre Dios y los seres humanos
: es una señal levantada entre las naciones que encuentra su momento más significativo en esta solemnidad de la Pascua; por lo que nuestras celebraciones y nuestras vidas han de manifestar como en ningún otro del año al Cristo vivo que camina en la historia humana.

En los días de semana durante estas siete semanas de Pascua tomamos como primera lectura el libro de los Hechos de los Apóstoles. Dentro de la Octava de Pascua se proponen los Evangelios de las apariciones del Señor resucitado, conservando las conclusiones de los Sinópticos para la solemnidad de la Ascensión. Después de la Octava se lee el Evangelio de San Juan, tomando los textos de índole pascual y completando así la lectura que se ha hecho de este Evangelio en el tiempo de Cuaresma.

(Notas tomadas de los comentarios bíblicos al Leccionario Ferial)

viernes, 2 de abril de 2021

VIERNES SANTO: TODO ESTÁ CUMPLIDO

Hoy, viernes santo, es el día de la cruz. La muerte de Jesús nos congrega como pueblo, en torno, para contemplar y meditar en lo más hondo la muerte del inocente. En el dolor de Cristo, nos duelen hoy nuestros dolores y nuestros sufrimientos, nuestras iniquidades e injusticias. Nos arrodillamos delante de la cruz, reconociendo el mucho amor de Dios, que no murió por culpa nuestra, sino que por amor a nosotros entregó su vida. “Nadie me quita la vida, soy yo quien la entrega”. Hoy contemplamos el camino de la cruz de Jesús, hecho con el miedo de los poderosos, la indiferencia de los piadosos, la traición y el abandono de sus allegados; todos ellos levantaron la cruz de Jesús, y esas mismas razones han levantado luego tantas cruces a lo largo de la historia. Hoy también están aquí todos los crucificados del mundo, ellos son también el cuerpo sufriente de Cristo, clamando justicia y redención. Pero todo el dolor del mundo encuentra sentido en esta cruz que hoy contemplamos, la de Cristo. Es el amor el que cuelga hoy del madero, ese amor infinito, gratuito e incondicional del que siempre hablamos. Un amor que llama, que sana y que redime; un amor que siempre acaba siendo más fuerte que la muerte. “Mirad de par en par el paraíso, abierto por la fuerza de un cordero”. Recojamos el eco de la Palabra en esta tarde: Sus heridas son nuestra salud; él es nuestro sumo sacerdote en el nuevo culto de la vida imperecedera; es el autor de nuestra salvación. En sus manos ponemos nuestra vida, con él TODO ESTÁ CUMPLIDO.

Fray Manuel de Jesús, ocd.

jueves, 1 de abril de 2021

JUEVES SANTO: LO IMPORTANTE ES EL AMOR

En la tarde de este jueves iniciamos los cristianos la celebración más importante de todo el año litúrgico: el TRIDUO PASCUAL, que hace memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, llamado Cristo o Mesías. Me gustaría compartir algunas ideas sobre la primera de estas celebraciones, la del JUEVES SANTO, que es memorial de la Pascua de Jesús y aniversario de la Última Cena que tuvo Jesús con los suyos antes de encarar la muerte. Esta celebración hace referencia a la voluntad de Jesús de llevar a su plenitud el sentido del banquete pascual judío. Cristo aparece como el verdadero "cordero pascual", que se ofrece al Padre en sacrificio para alcanzare una vida nueva a los seres humanos.

La nota dominante del Jueves Santo es el amor, que instituye  la Eucaristía y el orden sacerdotal
. Entiendo que esto supone fraternidad y servicio. La Eucaristía es el sacramento del misterio de la Iglesia, como comunidad reunida en el amor. También en este día, o en días previos, suele celebrarse la llamada "Misa Crismal", por ser en la que se bendicen los oleos (crismas), que utilizamos en los sacramentos durante todo el año; esta misa manifiesta también la unión de los sacerdotes con su obispo diocesano. La misa de la Cena del Señor debe celebrarse en las últimas horas de la tarde, y el sagrario ha de estar vacío y abierto antes de la celebración de esta misa.


Un momento importante en esta celebración es el LAVATORIO DE LOS PIES: la liturgia nos invita a contemplar el gesto de Cristo lavando los pies a sus discípulos. Esto no debe quedarse en la mera anécdota, sino que debemos prestar atención profunda a este gesto y a lo que implica como actitud de servicio. Este rito nació en Toledo en el año 694, alcanzando luego gran popularidad en el mundo monástico, pues las abadías lo celebraban muy solemnemente, como expresión de la caridad para con los pobres.
Lamentablemente con el paso del tiempo estos fueron sustituidos por monjes, y quedó más como gesto ritual que como verdadera expresión de servicio. Este rito ha de ser celebrado con sencillez, evitando los ruidos y trasiego de muebles, preparando con antelación lo necesario. Según las normas litúrgicas, este rito no es obligatorio, puede omitirse, y además no necesariamente han de ser 12 personas, y también su condición puede variar.

Ha de resaltarse en este día la caridad de la comunidad que celebra, destacando por ejemplo el momento de acogida al templo, el rito de la paz, o las ofrendas dedicadas a los pobres. En este día no se dice el Credo, y se utiliza el primer prefacio de la Eucaristía, el más antiguo, cobrando particular relieve el momento en que se dicen las palabras de Jesús en la Última Cena. Si es posible ha de darse la comunión bajo las dos especies.


Al final de la Eucaristía se traslada el Cuerpo sacramentado del Señor al "Monumento", donde se reserva para la comunión eucarística del Viernes
. El Monumento ha de ser sencillo y no el momento para exhibir los objetos de valor que la comunidad conserva. Evitar también un excesivo barroquismo. Se lleva el Santísimo al Monumento al final de la celebración en procesión y luego allí se ora en silencio luego de algún canto adecuado, como el Tantum Ergo. La asamblea permanece orando, se puede hacer una sencilla meditación también sobre los temas propios de la jornada: eucaristía, sacerdocio, mandamiento del amor, y se pueden leer también pasajes del Evangelio. Esta adoración se realiza con solemnidad hasta la medianoche.

(Notas tomadas a partir del MISAL DE LA COMUNIDAD)