sábado, 31 de octubre de 2020

SANTIDAD: NUEVOS DESAFÍOS

 Nuestro tiempo, como otros antes, necesita con urgencia el testimonio de la santidad cristiana, y le urge confrontarse con modelos espirituales que puedan insertarse en la cultura, el saber y la vida moral; el “santo” toca y mueve a la persona, la identifica con un ideal, y le ayuda a pasar de la mera imitación a la recreación propia de lo que admira. El “santo” no impone, sino que propone valores, y no sustituye el esfuerzo moral creativo de cada uno, sino que indica el camino por recorrer y le presenta como posible. Y sobre todo, si el modelo de santidad es “humano” se hace imitable, reproducible, además de admirable. Simone Weil dijo que no era suficiente ser santo, sino alcanzar la santidad que nuestro mundo necesita para ser transformado según el proyecto de Dios, “una nueva clase de santidad”.

1. Nuevas coordenadas: Por eso es tan importante hoy el testimonio de hombres y mujeres creyentes que “hablen” en los acontecimientos concretos de su experiencia vital. El ser humano de estos tiempos, más libre y más osado, asume la invitación a ser santos desde nuevas coordenadas; una buena parte de los cristianos no quiere renunciar a la santidad como meta de su vida de fe, pero al mismo tiempo quiere acceder a esta desde nuevos presupuestos. Desde el pasado siglo muchos hombres y mujeres han puesto sus ojos en algunas figuras espirituales que, estando o no canonizadas, eran testigos de una búsqueda diferente a los patrones habituales y hagiográficos, pero no menos auténticos, de alcanzar la plenitud en Dios. Y la irradiación de estos hombres y mujeres ha iluminado muchos corazones, incluso más allá de las fronteras de la Iglesia. De hecho, muchos teólogos y pensadores se han acercado al tema de una manera nueva, actualizando así las motivaciones de los cristianos para buscar la santidad, sin renunciar por ello a los aspectos esenciales que han acompañado esta búsqueda desde el tiempo de los apóstoles.

2. Nueva Teología: Nuestro tiempo es menos racional y está más imbuido en los sentimientos, por eso es más sensible a otro modo de comunicar; se fía menos de lo especulativo, y da más valor a la experiencia concreta. Se intenta recuperar lo que se ha llamado “teología narrativa”, más cercana para muchos al modelo de los evangelios, en la que se revalorizan las vivencias concretas de fe de hombres y mujeres que han seguido a Cristo en lugares y tiempos particulares. El hombre es un “homo viator”, y estar siempre en camino es una experiencia fundamental de nuestra existencia; por eso se intenta hacer confluir teología y vida, teología y espiritualidad, y entre los que el pasado siglo abrieron camino en este sentido están Romano Guardini, Karl Rahner y Balthasar. El primero anunciaba la llegada de “santos de este tiempo”, capaces de encarnar las aspiraciones de las nuevas generaciones, y en un estilo más sobrio, insertos en lo cotidiano; los otros insisten en el rostro humano de Dios y su belleza en modelos concretos, de ayer y de hoy.

Es evidente que los modelos particulares de santidad no pueden abarcar la totalidad del misterio de Dios, no son absolutos en ninguna medida, pero son caminos válidos, y más aún, necesarios para llevarnos a desear y sentir esa presencia misteriosa en nuestra vida personal, en la Iglesia y en el mundo. Por eso ha de prestar la teología siempre atención a la biografía de estos hombres y mujeres que, en las más diversas circunstancias de nuestro tiempo, han querido vivir el seguimiento de Cristo, ya sea por los caminos tradicionales de la Iglesia o por nuevos caminos, en los que descubrimos nuevas formas de vivir el evangelio. Estos modelos, es importante señalarlo, viven su búsqueda de santidad, su camino hacia la plenitud en Cristo, en lugares y tiempos concretos. La temporalidad es una dimensión esencial de la santidad, y el presente aparece bajo una nueva luz; no como tiempo que se pierde, sino que se gana, que puede incluso recuperarse. El tiempo humano es santificable y santificador al mismo tiempo; la historia humana se hace historia de salvación, y la cotidianidad una dimensión imprescindible de la progresiva santificación de la existencia.

3. ¿Una santidad nueva?: ¿Es “nueva” esta comprensión de “santidad” que se nos propone? ¿Es una santidad auténtica, cristiana, eclesial? La novedad de esta santidad no está en que sea nueva ella misma, diferente de la que siempre ha propuesto la Iglesia, sino tal vez en que hoy tendríamos que poner la atención en otros aspectos del modelo, o en la forma en lo presentamos, o caer en la cuenta de que el mensaje tiene nuevos destinatarios. La urgencia con que nuestro mundo está necesitando testigos nos obliga a encontrar nuevas formas de presentar la santidad cristiana, nos obliga a presentar modelos que hablen desde experiencias diversas, nos invita a tener en cuenta esos modelos que, sin haber sido todavía reconocidos por la Iglesia, están hoy dialogando con el mundo sobre el seguimiento de Cristo.

4. Modelos de santidad: El discurso teológico se vale siempre de modelos, porque ellos, a través de imágenes y analogías, nos permiten acceder al misterio de Dios. A lo largo de la historia del cristianismo esos “modelos”, inspirados en el Modelo Original, que es Cristo, han ido variando, insistiendo en uno u otro aspecto de Jesús y su mensaje, y no siempre interpretando equilibradamente el modelo original. Hay diversos modos de acercamiento y comprensión de la santidad en la historia del cristianismo: a través de estas comprensiones, siempre parciales de la santidad, que a la vez son complementarias, podemos acceder mejor a la totalidad del ideal, y al mismo tiempo entender la dificultad y ambigüedad del asunto que nos ocupa.

Todo lo anterior nos invita a pensar que la santidad puede y debe hacerse más cercana, comprensible y creíble hoy ante los ojos de los cristianos y ante el mundo en ejemplos concretos de hombres y mujeres que durante su vida hicieron de la santidad un propósito constante y real. Si hemos visto que la vida cristiana, como toda vida auténtica, es crecimiento, y que nuestro propio origen y vocación en Dios invitan al seguimiento de Cristo y al discipulado, entonces no es posible pararse, conformarse, aceptar lo mediocre, sino que debemos trabajar por presentar la llamada a la santidad y plenitud de la vida cristiana, y hacerlo de tal modo que nuestro mensaje llegue al ser humano de nuestro tiempo. El indagar en la experiencia de hombres y mujeres concretos, en sus propias búsquedas espirituales, resulta estimulante y nos ayudará para hacer nuestras propias búsquedas, recorrer nuestro propio camino como cristianos, y descubrir algunas claves para buscar y vivir la santidad a la que estamos llamados concretamente hoy en la Iglesia y el Mundo.

 El hombre actual, en medio del materialismo y del racionalismo escéptico, no deja de apreciar en el fondo la ejemplaridad religiosa concreta. No la imitará literalmente. Pero advierte que en esos hombres hay una realidad que no deja de interpelar y de invitar. Los tiene que ver reales, humanos, comprometidos con lo humano y, sin embargo, en esto mismo llamando con una luz indefinible a otra dimensión.” (Luis ARÓSTEGUI).

(Tomado de: VIDA Y SANTIDAD EN THOMAS MERTON)

sábado, 24 de octubre de 2020

EL PRINCIPAL MANDAMIENTO... (Domingo XXX)

 

En el pasaje evangélico para este domingo XXX (Mt 22, 34-40), un fariseo le pregunta a Jesús cuál es el mandamiento principal de la Ley. La pregunta, hecha con mal propósito, tenía su razón de ser: los rabinos distinguían hasta 248 preceptos y 365 prohibiciones, y entre ellos había una diversidad de criterios a la hora de decidir qué era lo más importante. Buscaban que Jesús, al tomar partido, se ganara la enemistad de los que opinaban de modo diferente. 

¿Cómo responde Jesús? Citando dos textos: Deuteronomio 6,5, que habla del amor a Dios, el famoso Escucha, Israel..., y Levítico 19, 18, que habla del amor al prójimo. Pero no simplemente asocia esos dos mandamientos; de hecho suele traducirse mal el texto griego original, pues no dice: "El segundo es semejante a él", sino: "Pero, el segundo es igual de importante". Así Jesús dice que el amor al prójimo es igual de importante que el amor a Dios, o que el amor a Dios es inseparable del amor a los demás

 Es peligroso separar estos dos amores, y también  anteponer el amor de Dios a cualquier otro amor, por la sencilla razón de que a Dios no podemos verlo (Juan 1,18), y cada uno imagina un Dios a su medida, idea y conveniencia.  Esto puede traducirse, y de hecho sucede, en que por amor a Dios ofendemos, maltratamos, faltamos el respeto, marginamos, condenamos, perseguimos y hasta llegamos a quitar la vida al prójimo. Y todo esto, con la conciencia tranquila, pensando que hemos cumplido un deber.

 Más que decir que Dios ama, tendríamos que afirmar que Él es el Amor, y que en él nos amamos unos a otros; y también que el amor iguala, y en Cristo todos fuimos levantados y puestos como hijos ante el único Padre. Dios no es rival de nuestros amores, no compite, sino que es en su amor que amamos verdaderamente a todos y a todo. El Evangelio de Juan supera el "ama a tu prójimo como a ti mismo", para invitarnos a amarlo como Cristo nos ama, con su mismo amor. 

Dios está en el grito de todos los que claman por su realización como personas. Mientras haya pobres y oprimidos, hay una acusación puesta sobre el mundo. El que no ayuda al ser humano a realizarse está sin salvación. Un Dios que no lleve a la apertura a los otros, a compartir sus gozos y tristezas, es un dios falso, un ídolo. El mandamiento del amor resume perfectamente el camino cristiano, y lo expresa perfectamente San Agustín cuando escribió: "Ama y haz lo que quieras"

domingo, 18 de octubre de 2020

EL VALOR ÚNICO DEL AMOR

Las personas pueden desarrollar algunas actitudes que presentan como valores morales: fortaleza, sobriedad, laboriosidad y otras virtudes. Pero para orientar adecuadamente los actos de las distintas virtudes morales, es necesario considerar también en qué medida estos realizan un dinamismo de apertura y unión hacia otras personas. Ese dinamismo es la caridad que Dios infunde. De otro modo, quizás tendremos sólo apariencia de virtudes, que serán incapaces de construir la vida en común. Por ello decía santo Tomás de Aquino —citando a san Agustín— que la templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa. San Buenaventura, con otras palabras, explicaba que las otras virtudes, sin la caridad, estrictamente no cumplen los mandamientos «como Dios los entiende»

La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es «el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana». Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13). 

En un intento de precisar en qué consiste la experiencia de amar que Dios hace posible con su gracia, santo Tomás de Aquino la explicaba como un movimiento que centra la atención en el otro «considerándolo como uno consigo». La atención afectiva que se presta al otro, provoca una orientación a buscar su bien gratuitamente. Todo esto parte de un aprecio, de una valoración, que en definitiva es lo que está detrás de la palabra “caridad”: el ser amado es “caro” para mí, es decir, «es estimado como de alto valor». Y «del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis». 

El amor implica entonces algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.

Francisco, Fratelli Tutti (91-94)

sábado, 17 de octubre de 2020

EL CRISTIANO Y LA POLÌTICA

 


Vínculo del Evangelio con el mundo. (“Estar en el mundo, sin ser del mundo”).

Vínculo de la Religión con la política. (“Pagar o no tributo al César”).

¿Cuál ha de ser la posición del cristiano respecto a lo político?

1- La política no es una cosa sucia. Es algo necesario: trabajar por el bien común. 

2- Evitar posturas extremistas.: Nacional catolicismo (confundir la religión con una opción política concreta)  o espiritualismo (dar la espalda).

3- Comprometernos siempre, con la realidad que nos toca vivir, desde el evangelio.

Importante:

1- Nada humano queda fuera de Dios.

2- Todo ha de ser iluminado desde el Evangelio. (Fe, esperanza, caridad: virtudes teologales, con incidencia social).

Ej.: Primera lectura: Ciro, instrumento de Dios.

Evangelio: Jesús y el César. El dinero es el Cesar, pero usarlo libre y responsablemente, es nuestra responsabilidad frente a Dios. En la moneda está la imagen del César; en nosotros la imagen de Cristo.

3- Toda realidad humana está “amenazada” por el Evangelio: Todo es perfectible en Cristo).

4- Historia: “Cesaropapismo” o pretensiones de poder temporal de la Iglesia. Acomodamiento, oportunismo, garantes del poder político, una predica moralizadora pero no liberadora.

Resumen: La Resurrección de Cristo ilumina, redime, toda realidad humana, también lo político, el compromiso del hombre con su mundo. Evitar una religión “escapista”.

¿Cómo hace “política” una comunidad cristiana?

1- Fe, esperanza y caridad: segunda lectura.

2- Firmes en el Espíritu.

3- Conscientes de la elección.

4. Proponer valores desde el Evangelio.

RECONOCER LA FUNCIÓN DEL PODER, PERO SIN ENTREGARLE EL CORAZÓN: ESE ES DE DIOS SOLO.

(2007)

Nota: La reciente encíclica del papa Francisco, Fratelli Tutti, habla de un compromiso con toda la humanidad y con cada ser humano en particular, desde todos los ámbitos, también desde la política. 

miércoles, 7 de octubre de 2020

¿RECUERDO O "MEMORIA VIVA" DE CRISTO?


"Cuando Dios viene y se acerca –dijo Francisco--, siempre hay fiesta". Y "muchas veces nosotros los cristianos tenemos miedo de la fiesta: esta fiesta sencilla y fraterna que es un don de la cercanía del Señor". La vida, agregó, "nos lleva a alejar esta cercanía, solo a mantener el recuerdo de la salvación, no la memoria que es viva". La Iglesia, señaló el papa, tiene "su memoria": la "memoria de la Pasión del Señor". También a nosotros, advirtió, sucede que "alejamos esta memoria y la convertimos en un recuerdo, en un evento habitual".
"Cada semana vamos a la iglesia, o porque ha muerto alguien, vamos al funeral... y este recuerdo, muchas veces, nos aburre, ya que no está cerca. Es triste, pero la misa muchas veces se convierte en un evento social y no estamos cerca de la memoria de la Iglesia, que es la presencia del Señor delante de nosotros... 
"Pidamos al Señor --concluyó el papa-- la gracia de tener siempre su memoria cerca de nosotros, una memoria cercana y no domesticada por el hábito, por tantas cosas, y alejada como un simple recuerdo".

sábado, 3 de octubre de 2020

PARA LOS ENCARGADOS DE LA VIÑA...

Dicen que los curas regañamos a los que vienen a Misa por aquellos que no asisten. Pues si es así, que seguro que tiene parte de verdad, perdón por regañar y por hacerlo a quienes no procede. Pero si a alguien va dirigido el evangelio de este domingo, es a los que, de alguna manera, somos “autoridad religiosa”.

Jesús les va a contar una parábola a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo. El cuento, al comienzo, se parece mucho a otro de Isaías. Éste canta el amor que un amigo suyo tuvo por su viña. La arregló y la atendió con sumo cuidado. Pero en vez de dar ricas uvas, sólo produjo agrazones incomestibles. Para Isaías, esa viña ingrata era el pueblo que, siendo mimado por Dios, no dio frutos de buenas obras. Pero Jesús va a cambiar el final del cuento. La viña de su parábola sí que da frutos buenos. Pero el problema está en los labradores que se adueñan de lo que no es suyo. Y cuando el dueño envía a sus encargados para recoger lo que le corresponde los tratan de mala manera. Llegan hasta matar el hijo creyendo que se podrían quedar con la herencia. ¿Cómo os imagináis que sentó el cuentecito a las autoridades religiosas? Pues hoy, humildemente, tenemos que “aplicarnos el cuento”.

Cada domingo el sacerdote os habla a vosotros. Y, como no siempre lo situamos bien, lo hacemos de vosotros. Hoy os pedimos un espacio de tiempo para hablaros de nosotros. Los curas os queremos, pero no siempre os queremos bien; lo hacemos como podemos. Hemos recibido un envío de Jesús que nos pone al servicio de todos vosotros. Pero el sacramento que recibimos no es una pócima mágica que borró nuestras fragilidades y nos convirtió en seres perfectos. Tras imponernos el Obispo las manos el día de nuestra ordenación, seguimos siendo tan limitados y vulnerables como antes. Todo cura es un ser frágil que tiene una misión. Pero en función de cómo gestione su fragilidad vivirá de una manera u otra la tarea encomendada. Algunos, conociéndose adecuadamente, viven reconciliados y trascienden sus debilidades para vivir en misión continua. Otros, inconscientes de sus heridas, van dejándose arrastrar por esas necesidades básicas que no tienen resueltas.

En este día quisiera pediros que nos ayudéis a ser humildes, a quereros y a salir a la calle. Porque la vulnerabilidad no es un impedimento para ser curas; al contrario, es condición básica para ser humano y sacerdote. Sólo el cura que se construye desde su vulnerabilidad podrá tratar como hermano a todos los vulnerables; sólo el leproso curado se acercará sin superioridades a otro leproso. Perdonadnos cuando nuestros complejos los hayamos disfrazado de arrogancias e intransigencias. Ayudadnos a querer a la gente, a entender que en el centro de toda nuestra actividad pastoral estáis vosotros; que aunque sólo sea rellenar una Partida de Bautismo, en todo ello sólo amamos y servimos. Perdonadnos cuando hayáis visto en nosotros a un mero cumplidor de tareas mínimas; cuando nos haya faltado el tacto, la educación o la delicadeza necesarias; cuando abusando del poder os hayamos cosificado inhumanamente; cuando la norma, sin consideración alguna, haya estado por encima de la persona. Ayudadnos a salir a la calle; a entender que templo es el mercado, la farmacia, la panadería, la plaza, el bar, el domicilio del enfermo... Perdonadnos cuando nos hayamos atrincherado por miedo en nuestros reductos de seguridad. Perdonadnos cuando hayamos salido al mundo con la creencia que somos salvadores y que nada de Reino puede haber fuera de nosotros. Y, sobre todo, gracias, muchas gracias; porque es con vosotros donde nuestra vocación tiene sentido.

Misioneros de la esperanza
(Tomado de Facebook)

EL CAMINO PARA IR A DIOS...

"Una vez, cuando estaba en el Himalaya, me senté a la orilla de un río y saqué del agua una hermosa piedra, dura y redonda, que me embriagó. Su interior permanecía seco. La piedra había estado mucho tiempo en el agua, pero el agua no había penetrado en la piedra. Es justamente lo mismo que ocurre con la gente «cristiana» de Occidente. Durante siglos han estado rodeados por el cristianismo, enteramente a remojo de sus bendiciones, pero la verdad del Maestro no ha penetrado en ellos. El cristianismo no tiene la culpa. La razón de que la verdad no haya penetrado en ellos debe buscarse en la dureza de sus corazones. El materialismo y el intelectualismo tienen muy duro el corazón. De ahí que a mí no me sorprenda la cantidad de occidentales que no comprenden qué es realmente el cristianismo" 
(Sadhu Sundar Singh).

"Existe una terrible posibilidad para los creyentes que consiste en convertirnos en ateos practicantes, es decir, cumplidores de las normas y los ritos, pero sin alma ni pasión. Creer implica un encuentro personal con Dios a través de Jesucristo. Creer es amar; es ponerse en actitud de peregrinos siguiendo la forma de vida de Jesús. Creer es vivir enamorados. La fe es inseparable de la vida".
Bonifacio Fernández, cmf.
Revista VR, mayo 2013.

“Nadie fue ayer, ni va hoy/ni va mañana hacia Dios/por este camino que yo voy. / Para cada hombre guarda/ un rayo nuevo de luz el sol…/ y un camino virgen Dios” 
(Antonio Machado).