lunes, 29 de julio de 2019

MUJERES BIBLICAS EN LA PRIMERA IGLESIA CRISTIANA

El libro de los HECHOS fue escrito por Lucas alrededor del año 90, y recoge el testimonio del surgimiento de la comunidad judeocristiana, como continuidad del movimiento de seguidores de Jesús, narrado en el Evangelio de Lucas. En Hechos, Pedro y Pablo son los protagonistas del relato, destacándose por su labor misionera. Las mujeres y el resto de los varones sólo son mencionados cuando entran en contacto con alguno de ellos; sin embargo, este libro trae mucha información sobre las relaciones sociales y eclesiásticas en las que las mujeres vivían

Por ejemplo: 

1. En Hechos 9, 36-43, aparece una mujer llamada TABITA. Se le llama “discípula”, atestiguando así que las mujeres no estaban excluidas del discipulado en el siglo I. Ella trasmite las enseñanzas de Jesús con palabras y con acciones, evangelizando. El pasaje muestra su condición de misionera y servidora (diácono), practicando la misericordia con las viudas que recibía en su casa. Ella murió y fue resucitada por Pedro. 

2. En Jerusalén, una comunidad se reunía en casa de MARÍA, la madre de Juan Marcos (12, 12-14), y allí oraban; Pedro se hizo presente para alegría de la comunidad, pues estaba preso. Una esclava o sirvienta, llamada RODE, le abrió la puerta, mostrando grandes signos de alegría, y anunciando al resto la buena nueva. 

3. En Filipos hay un grupo de mujeres que se reúne en torno a LIDIA. Es un grupo con características económicas y religiosas muy diversas. Ella misma es oriunda de Tiatira, y su oficio era tintar ropa (era arduo y sucio). Este grupo trabajaba y celebraba en conjunto, y allí les encontraron Pablo Y Timoteo un sábado, celebrando. Ellos también participaron, anunciándoles al Mesías Jesús. Todas creyeron, se bautizaron y hospedaron a los misioneros. 

4. Finalmente, Hechos presenta PRISCILA, misionera que actuaba junto a su esposo, Áquila; ambos eran fabricantes de tiendas, profesión que les permitía viajar mucho. Estuvieron en Roma, Corinto, Éfeso, y todos esos lugares fundaron iglesias en su casa. Priscila es conocida como la mayor misionera de Asia, y también como maestra en la interpretación y enseñanza de la Escritura (18, 26). 

El libro de los HECHOS permite percibir la presencia y actuación de las mujeres en la vida económica, social y eclesial del siglo primero. Vivían los dones y carismas a la par de los hombres; eran discípulas, misioneras, profetisas, maestras, diaconisas. Ellas testimoniaban la Buena Nueva liberadora de Jesús, y ahí están esos testimonios, fragmentados pero innegables del papel de la mujer en el nacimiento del cristianismo. Herencia poderosa de toda mujer cristiana. 

Hablemos un poco más LIDIA, y luego veamos a otras mujeres que aparecen en HECHOS En Hechos 16 aparecen algunas características de la predicación cristiana en el siglo I. En primer lugar, aparece el misionero itinerante, que viajaba de un sitio a otro predicando el Evangelio. Otra novedad es el surgimiento de la casa, que desplaza al templo, como lugar de predicación y celebración; al mismo tiempo aparecen mujeres como cabezas de esas iglesias domésticas. Si en el templo y la sinagoga eran relegadas a lugares apartados, ahora dirigen y animan estas comunidades, comprometidas con la predicación de la Palabra, Lidia, ya hablamos antes de ella, solía reunirse con otras mujeres para la adoración en la sinagoga, y allí las encontraron Pablo y compañía, comunicándoles la Buena Nueva. Lidia escuchó con atención a Pablo y pidió luego el bautismo, y ella misma misionó entre los suyos, y hospedó a los misioneros. Al recibir a Pablo y a los suyos en su casa, Lidia abre la primera iglesia doméstica en Filipos, Macedonia. 

Lidia vivía como extranjera en Filipos, colonia romana en la que trabajaba Y mantenía estrechos vínculos con el judaísmo. Su profesión consistía en vender púrpura, y como artesana y comerciante llevaría una vida de mucho trabajo. Posiblemente en su propia casa tenía lugar la producción y venta de las mercancías que manufacturaba. Era la jefa del hogar, y parece que no había una figura masculina en ella. Lidia y su casa vivían al margen de la sociedad por tres razones: por su trabajo, considerado poco digno; por su origen, pues eran extranjeras; y por su pertenencia religiosa, eran judías. 

Las mujeres tenían escasa vida pública, y su función estaba en la vida familiar, influyendo en la organización interna del hogar. Pero como fue en las casas donde se reunían los cristianos, ellas se convirtieron en protagonistas, organizadoras y agentes de evangelización. 

La casa de Lidia acabó siendo un centro cristiano para mujeres y hombres, un espacio doméstico donde se compartía conversación y comida; era una “iglesia doméstica”, donde se escuchaba la Palabra y se celebraba la comunión. Lidia presidía esta comunidad, acogiendo allí a los misioneros, brindándoles abrigo y protección; un espacio de hospitalidad, refugio e intercambio en tiempos de persecución, y allí el mismo Pablo pudo animar a hermanas y hermanos en su fe. 

ADEMÁS: También en Hechos de los Apóstoles, Lucas cuenta algunos episodios de la vida de la primitiva iglesia cristiana; en 5, 1-10 narra una historia que protagonizan SAFIRA y Ananías, un matrimonio que pertenece a la primera comunidad, y que, tratando de emular la bondad de Bernabé, venden un terreno de su propiedad y dan el dinero a la Iglesia, pero no todo, sino solo una parte de él. Nadie exigía que se vendieran las posesiones y se pusieran a disposición de la iglesia, sino que cada uno actuaba según lo que le dictaba su corazón. Queriendo aparentar lo que no era, hicieron como que donaban a la comunidad todo el dinero, pero en realidad estaban mintiendo. No fue dar solo una parte lo que estuvo mal, sino engañar, y los líderes de la iglesia fueron claros al respecto. A causa de esto, dice el relato, ambos murieron, y esta historia queda como llamada de atención: debemos ser honestos con la comunidad, y usar nuestra libertad con sentido. 

BERENICE: En HECHOS 25,13 hasta 26,32, se cuenta la presentación legal de Pablo ante el rey Herodes, y en ese relato se menciona cuatro veces a una mujer llamada Berenice. Ella era hermana del rey Agripa y ocupaba un lugar importante en la corte del rey, pues aparece en el juicio de Pablo, aunque este nunca se dirige a ella. Pero de cualquier modo ella también escuchó la predicación de Pablo en aquel lugar. Fue considerada reina, tuvo dos matrimonios y al final fue amante de Tito, que llegaría a ser emperador de Roma. 

LA ESCLAVA LIBERADA (Hechos 16, 16) 

Otros aspectos vinculados con las mujeres: En 1 Tim 2, 7-15 (normas para el comportamiento femenino) y en 3, 8… cuando habla sobre los diáconos, menciona mujeres, lo que implica que había mujeres diaconisas. Ambos textos se dan en un contexto determinado: hay mujeres en esos momentos enseñando en las asambleas comunitarias, asumiendo liderazgos, como hemos visto en Hechos. Cuando habla de las viudas (5, 3-16): se aplicaba el término: “viuda”, en aquel contexto, a toda mujer sin marido. Pensar que estas mujeres vivían sin la tutela masculina, y por ello resultaban preocupantes para algunos. 

En 1 Cor. 14, 34-35, Pablo manda a callar a las mujeres en las reuniones de la Iglesia. 

En Romanos 16, 1… cita a varias mujeres que han trabajado con él (ver comentario en página 1321. 

OTRAS FIGURAS FEMENINAS: Evodia y Sìntique, hermanas (Filipenses 4, 2-3), FEBE 

(Lo anterior, resumido de ISHA. La mujer en la Biblia, SBU)

sábado, 27 de julio de 2019

ENSÉÑANOS A ORAR...


Mateo y Lucas recogen las palabras de Jesús, en respuesta a una petición de los discípulos: Juan Bautista enseñaba a los suyos a orar, hazlo tú también con nosotros... Esas palabras constituyen hoy la oración por excelencia de los cristianos. Pero orar no es solo "rezar", sino vivir de tal manera que el diálogo con Dios sea constante. Lo dijo Teresa: no es pensar mucho, sino amar mucho. Jesús vivía siempre en comunión con su Padre, se sentía unido a él, aunque luego se apartara en algunos momentos puntuales para hacer su oración. La vida de Jesús era ORACIÓN.

Tres palabras nos deja el Evangelio: pedir, buscar, llamar... 
Tres actitudes necesarias para quien quiera SER ORACIÓN: pequeñez o pobreza espiritual, apertura y capacidad de riesgo, insistir y perseverar. De todas ellas nos habla la vida de Jesús, él es nuestro maestro en este camino de interioridad y liberación. 

La puerta para acceder a ese mundo nuevo, maravilloso, lleno de espacios por descubrir, es la ORACIÓN. Y este camino es una aventura en la que más alcanzaremos cuanto más pidamos, busquemos, gritemos... Cuanto más nos entreguemos y AMEMOS.

miércoles, 24 de julio de 2019

DOS MUJERES EN EL EVANGELIO DE SAN LUCAS

Propongo en esta entrada reflexionar a partir de dos pasajes del Evangelio, acerca del camino de liberación que recorremos: un primer paso habla de encontrar a Dios como centro, y luego de superar ciertas estructuras y prejuicios religiosos que no dejan alcanzar la libertad que tenemos en Cristo.

En el Evangelio de Lucas (15,8) leemos la Parábola de la moneda perdida: Jesús usa con frecuencia estos relatos e imágenes para hablar a la gente; son historias de la vida cotidiana, sencillas pero profundas al mismo tiempo. No han de leerse literalmente, sino escucharlas con atención, rumiarlas, dejando que hablen por sí mismas. 

Así resulta con este pequeño relato que protagoniza una mujer anónima, a la que se le ha perdido una moneda, de las diez que tenía; la mujer enciende las luces y se pone a barrer, a registrar los rincones en busca de su moneda. Claro, que lo importante del relato no es eso: tenemos que detenernos a “contemplar” a esta mujer, y sus actitudes. 

Lo primero que hace la mujer es encender la lámpara: es decir acude a la ayuda divina. En la Biblia Dios es luz, es quien ilumina la vida de sus hijas e hijos, por eso la mujer sabe que para encontrar lo que ha perdido necesita la luz de Dios, la guía de Dios. Ese es el primer y más importante requisito. 

En segundo lugar, dice que comenzó a barrer la casa. Es decir, que se dejó mover por el Espíritu Santo, que es quien limpia y pone orden en la vida del cristiano: reconciliar, sanar, renovar. Y ya luego busca con diligencia, revisa en esos rincones de nuestra vida e historia personal o de comunidad para encontrar algo que parece sencillo (es una sola moneda, de diez, pero es valioso, importante). Esto remite a la práctica cotidiana de la vida cristiana. 

Resumamos el esquema: Buscar a Dios, reconocer nuestros pecados (lo que nos separa de Él, para reconciliar y sanar) y luego vivir el combate espiritual de cada jornada. En esto consiste la práctica cristiana, y es una figura femenina la que nos sirve de modelo. 

Pero, en toda parábola se esconde un tesoro, un secreto, que es el centro de su mensaje. ¿Cuál es aquí? La importancia del Reino de Dios,(o que Dios reine, que esté en el centro de nuestro ser y existencia) que es tan importante que, aunque parece algo más entre otras posesiones, en realidad si lo perdemos, necesitamos dejar lo demás a un lado para poder recuperarlo(cambiar de vida, empezar de nuevo, volver a nacer). Ese tesoro, una vez que se descubre y recupera, no se puede guardar egoístamente, sino que uno necesita compartir la alegría de haberlo encontrado (celebración, fiesta

Este relato, breve, protagonizado por una mujer, esboza cuál es el camino de la vida eterna y el modo de recuperarlo en caso de haberlo perdido. Pero en muchas ocasiones este paso esencial no conduce a una verdadera liberación, por causa de ciertas estructuras religiosas mal fundadas; a eso apunta el segundo relato.


También en el Evangelio de Lucas aparece la Historia de la mujer encorvada (13, 10-17). Jesús está en la sinagoga un sábado, dice que era su costumbre, enseñando a la gente, cuando algo llamó su atención: una mujer con un espíritu malo, que carga un peso terrible, que la tiene encorvada. No dice Lucas cuál era propiamente su dolencia, pero le había provocado encorvamiento y no podía ponerse derecha. Llevaba así 18 años, son muchos, prácticamente toda su vida. 

Las mujeres asistían a la sinagoga, pero debían quedarse fuera, y no podían leer ni estudiar la Torá; la enferma, posiblemente, buscaba ser sanada, pero eso no había sucedido, y es Jesús quien se fija en ella, la llama y le trasmite un mensaje personal: Mujer, quedas libre de tu enfermedad (desatar, liberar, enderezar). Apunta no simplemente a una curación física, sino a una verdadera liberación, y Jesús pone sus manos sobre ella y consuma la obra de Dios. 

Ahora, sanada, la mujer pasa de estar en los márgenes a estar en el centro de la escena, y todos los presentes se fijan en ella, y ella empieza a alabar a Dios (encuentra su lugar en el proyecto de Dios, de la comunidad y de la Vida). 

Pero entonces el relato da un giro, y aparece otro personaje: el jefe de la sinagoga; que seguramente conocía a aquella mujer de muchos años, pero que su forma religiosa no había conseguido enderezar, incorporar. Está preocupado porque se ha violado la Ley, no muestra alegría por la curación de la mujer, no alaba a Dios por esa obra. Su reproche no se dirige a Jesús directamente, sino a la gente: no deberían ir en sábado a ser sanados, tienen los otros días. 

Fijémonos en la relación entre ley y observancia de una parte, y necesidades y sufrimientos de la gente de otra; velar por la estructura y el cumplimiento, aunque ello no repercuta en sanidad concreta, o estar abiertos a las necesidades y dolores de la gente, y acudir a sus reclamos cuando sea necesario. Dos miradas opuestas: la de Jesús y la del jefe de la sinagoga. Jesús utiliza imágenes contrapuestas para resaltar lo hipócrita de la actitud del jefe de la sinagoga: en sábado se puede atar o desatar un buen o un burro para que beban, pero no se puede “desatar” a una mujer que es presa de satanás. 

Jesús llama a la mujer “hija de Abraham”, y reafirma que la mujer vale más que un animal, que no es un objeto, sino igual en dignidad al hombre. La acción de Jesús implica siempre una liberación integral de la persona que reconoce su plena dignidad y le hace partícipe de la comunidad. Jesús desata a la mujer de la obra de Satanás, pero también de los prejuicios que la limitan, del estigma social por su enfermedad, poniéndola derecha física y socialmente. La mujer queda en medio de la asamblea erguida, como persona sanada y en pleno derecho; es ahí donde Jesús ve el pleno cumplimiento del precepto del sábado.

(Ideas desarrolladas a partir de ISHA. La mujer en la Biblia, SBU)

jueves, 18 de julio de 2019

LAS MUJERES EN LA BIBLIA 2

Comparto lo que escribe Xabier Pikaza en su Diccionario de las tres religiones, sobre el lugar de la mujer en la propuesta de Jesús, que me parece complementa lo que publiqué en una entrada anterior con este mismo nombre

"El movimiento de liberación mesiánica de Jesús, que ha de entenderse en el contexto de otros movimientos sociales del judaísmo de su tiempo, ha superado la función de la mujer-madre, sometida al dominio del marido. De esa forma la vemos, según el mensaje de Jesús, en una familia de hermanos, hermanas y madre, donde no hay lugar para los padres patriarcales (Mc 3,31-35). Ésta es la inversión del evangelio: el orden viejo ponía al padre sobre el hijo, al varón sobre la mujer, al rico sobre el pobre, al sano sobre el enfermo, etc. En contra de eso, Jesús ha destacado el valor de los enfermos y expulsados, niños y pobres, es decir, el valor de los seres humanos como tales. En ese contexto, las mujeres dejan de estar sometidas a los maridos y aparecen en sí, como personas, capaces de palabra, servidoras de evangelio.

 a) Las mujeres escuchan y siguen a Jesús. Muchos rabinos las tomaban como incapaces de acoger y comprender la Ley, y el dato resulta comprensible, pues no tenían tiempo ni ocasión para estudiarla. Pero Jesús no ha creado una escuela elitista, sino un movimiento de humanidad mesiánica, dirigido por igual a mujeres y varones. Por eso, ellas le escuchan y siguen sin estar discriminadas (cf. Mc 15,40-41; Lc 8,13).

 b) Las mujeres ejercen la diaconía o servicio. Varones y mujeres (cf. publicanos y prostitutas: Mt 21,31) podían
hallarse igualmente necesitados: obligados a vender su honestidad económica (varones) o su cuerpo (mujeres) al servicio de una sociedad que les oprime, utiliza y desprecia. Pero Jesús les vincula en un mismo camino de gracia (perdón) y servicio mesiánico, donde ellas sobresalen (cf. Mc 15,41). Jesús no es reformador social, sino profeta escatológico: no quiere remendar el viejo manto israelita, ni echar su vino en odres gastados, sino ofrecer un mensaje universal de nuevo nacimiento (cf. Mc 2,18-22). No distingue a varones de mujeres, sino que acoge por igual a todos, ofreciéndoles la misma Palabra personal de Reino, en un camino en el que nadie domina sobre nadie, sino que todos son «como los ángeles del cielo», es decir, seres en fraternidad (cf. Mc 12,18-27). 

Jesús ha superado la lógica de dominio, abriendo un camino de reino donde cada uno (varón o mujer) vale por sí mismo y puede vincularse libremente con los otros. (a) En ámbito de reino, Jesús no ha distinguido funciones de hombre y mujeres por género o sexo. Los moralistas de aquel tiempo (como los códigos domésticos de Col 3,18–4,1; Ef 5,22–6,9; 1 Pe 3,1-7; etc.) separaban mandatos de varones y mujeres; pero el evangelio no lo hace (no contiene un tratado Nashim, como la Misná), ni canta en bellos textos el valor de las esposas-madres, pues su anuncio vale por igual para varones y mujeres. (b) El Sermón de la Montaña (Mt 5–7) no habla de varones y mujeres, pues se dirige a los humanos en cuanto tales. El mensaje del Reino (gratuidad y perdón, amor y no juicio, bienaventuranza y entrega mutua) suscita una humanidad (nueva creación) donde no se oponen varones y mujeres por funciones sociales o sacrales, sino que se vinculan como personas ante Dios y para el Reino.

2. Las mujeres en el cristianismo: Jesús no ha destacado la fecundidad biológica de la mujer para el Reino (no ha exaltado sus valores como vientre y pechos: cf. Lc 11,27), ni ha cantado su virginidad de un modo sacral o idealista; tampoco se ha ocupado de regular sus ciclos de pureza o de impureza, ni la ha encerrado en casa, ni la ha puesto al servicio del hogar, sino que la ha valorado como persona, capaz de escuchar la palabra y servir en amor a los demás, igual que los varones. Sólo de esa forma ella aparece como fecunda para el Reino, con y como los varones. Por eso, a partir del evangelio no se puede hablar de ninguna distinción de fe o mensaje (de seguimiento o vida comunitaria) entre varón y mujer. Ambos emergen como iguales desde Dios y para el Reino. Todo intento de crear dos moralidades o dos tipos de acción comunitaria (palabra de varón, servicio de mujeres), reservando para el varón funciones especiales de tipo sacral, cuyo acceso está vedado a las mujeres, resulta contrario al evangelio, es precristiano. Ni uno es autoridad como varón, ni otra como mujer, sino que ambos se vinculan en palabra y servicio, gracia y entrega de la vida, como indicará el tema que sigue. Ésta es la revelación de la no diferencia, que el evangelio presenta de forma callada, sin proclamas exteriores o retóricas. 

Jesús no ha formulado aquí ninguna ley: no ha criticado a otros sabios, ni ha discutido con maestros sobre el tema, sino que hace algo más simple e importante: ha empezado a predicar y comportarse como si no hubiera diferencia entre varones y mujeres. Todo lo que propone y hace lo pueden comprender y asumir unos y otras. Ha prescindido de genealogías patriarcales, más aún, ha rechazado al padre en cuanto poderoso, pues en su comunidad sólo hay lugar para hermanos, hermanas y madres (con hijos), como han indicado de forma convergente Mc 3,31-35 y 10,28-30. Siguiendo en esa línea, el Jesús de Mateo se ha elevado contra las funciones de rabinospadres-dirigentes (cf. Mt 23,8-10), no dejando que resurjan dentro de la Iglesia. Por eso, todo intento de re-fundar el evangelio sobre el «poder» o distinción de los varones resulta regresivo y lo convierte en elemento de un sistema jerárquico opuesto a la contemplación cristiana del amor y a la comunión personal que brota de ella. 

En esta perspectiva descubrimos eso que pudiera llamarse la soberanía del evangelio. Ciertamente, Jesús no es un reformador social que acepta en parte lo que existe para cambiarlo después o mejorarlo. Los reformadores pactan siempre porque quieren conservar algo «bueno» (fuerte) que ya existe; por eso acaban siendo detallistas, legalistas, distinguiendo lo que se
debe aceptar y lo que debe rechazarse. Jesús, en cambio, actúa como profeta escatológico: no se ha puesto a reformar el mundo para mejorarlo; no se ocupa de cambiar detalles; anuncia algo más hondo y radical: el fin del mundo viejo. Esto nos sitúa en el centro del evangelio. Para decirlo en terminología de Mc 2,18-22: Jesús no viene a remendar con paño nuevo el paño gastado de la humanidad violenta: por eso no le vale el odre viejo de la ley para poner allí su vino nuevo. Como enviado escatológico de Dios anuncia el fin del mundo viejo, ofreciendo ya los signos y principios de su reino, en actitud de nueva creación (cf. Mc 2,18-22)". 

Xabier Pikaza
Diccionario de las tres religiones
Estella, 2009

miércoles, 17 de julio de 2019

MUJERES BIBLíCAS: MARÍA MAGDALENA.

María Magdalena aparece sólo en cuatro episodios a lo largo de los Evangelios. Mateo, Marcos y Juan la nombran con ocasión de la muerte, crucifixión y resurrección de Jesús. Lucas 8, 1-3 trae la cuarta mención y está relacionada con el principio del ministerio de Jesús en Galilea.  Este pasaje es fundamental para comprender los episodios alrededor del Cristo resucitado.

(Magdalena es un apelativo por su lugar de procedencia, ya que deriva de Magdala, de la palabra hebrea migdal, que significa torre, atalaya)

 Lucas habla de un grupo de mujeres que seguían y servían a Jesús, y subieron junto con él desde Galilea hasta Jerusalén. A la cabeza de ese grupo siempre aparece María Magdalena (a excepción de Jn 19,25, en que cede el primer lugar a María, la madre de Jesús). 

 También se debe a Lucas otra noticia de esta discípula: dice que fue liberada por Jesús de una posesión demoníaca (Lc 8,2). Este detalle que también trae Marcos (16,9) provocó muchas especulaciones: algunos la asimilaron con la mujer pública que ungió a Jesús y a quien él había perdonado muchos pecados (Lc 7, 36-50). Sin embargo, esta teoría olvida que en ningún texto del NT el endemoniado es considerado pecador, ni hay ningún pasaje que identifique a un endemoniado con una persona de mala conducta sexual o moral (Lc 826-39; Mt 8, 28-34; 15, 25-28). Algunos estudiosos piensan que María Magdalena habría estado aquejada por alguna dolencia psíquica o psicosomática.  Si fue así, entonces María Magdalena era un testimonio vivo de la presencia del reino de los cielos (como manda decir Jesús a Juan Bautista, en Lc 7,22).

El evangelista dice que María Magdalena perteneció al grupo de quienes seguían, servían y subieron junto con Jesús desde Galilea hassta Jerusalén. La conjunción de las tres acciones muestra el verdadero discipulado de esta mujer. Como seguidora de Jesús de la primera hora participó de las enseñanzas del Maestro y lo siguió hasta los momentos finales. 

 Son las mujeres, con María Magdalena a la cabeza. quienes están presentes durante la crucifixión (Mc 15,40; Lc 23,49; Jn 19,25), mientras los discípulos varones se habían escondido por el miedo (Mt 26, 56).  También son ellas las únicas testigos de la sepultura que realiza José de Arimatea (Mc 15,47; Lc 23,55), y es María Magdalena quien al amanecer del domingo, mientras todavía era de noche, descubre la tumba vacía (Mt 28,1; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-3). Solo ellas saben qué significa la tumba vacía, porque solo ellas fueron testigos del enterramiento y conocen el lugar exacto en que fue depositado el cuerpo. Su presencia en los momentos difíciles y en la sepultura en particular es recompensada con la aparición del mensajero divino (según Mt 28, 9-10 es Jesús mismo quien les sale al encuentro; en Mc 16,5 se trata de un joven con blancas ropas resplandecientes, y en Lc son dos hombres, lo cual es típico de este evangelista para referirse a mensajeros divinos: Hch1,10; 10,30).
Las palabras de los dos hombres de Lc 24,6 ("Lo que les dijo cuando todavía estaba en la región de Galilea") apunta a que estas mujeres participaron como discípulas plenas de las enseñanzas de Jesús sobre su muerte y resurrección que ahora se hacían realidad. 

Además, porque María Magdalena recibió de primera mano el mensaje del Resucitado y lo trasmitió, se pudo llevar a cabo en Galilea el posterior encuentro con el Maestro; encuentro que Magdalena ya había experimentado en forma personal (pues según Juan, sólo ella estaba presente en el episodio de la tumba vacía). 

 En la escena de la resurrección , María Magdalena adquiere las mismas características que le permitirán más tarde a Pablo autodenominarse apóstol (1Cor 9,1): ambos experimentaron un encuentro personal con Cristo resucitado, ambos fueron llamados por él por el nombre, y a ambos se los envió con un mensaje (apostello, de donde sale la palabra apóstol, enviado). Pero Magdalena recibe el primero, del que dependen luego todos los demás. 


MUJERES BIBLíCAS: LA MUJER SAMARITANA.

En el Evangelio de Juan aparece un personaje a quien se le confía la importante tarea del anuncio del Mesías. Su nombre ha quedado para siempre en el anonimato. Simplemente se la conoce y recuerda como "la mujer samaritana" (Juan 4, 1-42).

¿Qué significaba en tiempos de Jesús ser una mujer de Samaria? Después del reinado de Salomón, hijo de David, el país  se dividió en dos, el reino del Norte y el reino del Sur; Samaria era la capital del primero, y luego de su caída, los conquistadores trajeron  habitantes de otras regiones, que complicaron el mosaico religioso de esa región. Así, los judíos marginaban y despreciaban a los samaritanos, a quienes consideraban alejados de la verdadera fe y modos de cumplirla (Jn 4,20), y eso generaba muchos conflictos entre ambos pueblos. En el diálogo que establece Jesús con la mujer samaritana se rompe, en primer lugar, una barrera religiosa.

Por otra parte, las mujeres en ese tiempo eran, por ley, eternas menores de edad, aun cuando alcanzaran la edad adulta, porque siempre siempre se encontraban bajo la tutela de algún hombre de su familia: el padre, el marido, el hijo, u otro familiar. Por eso los discípulos se extrañaron de que su maestro conversara con una mujer (Jn 4,27). 

 El encuentro de Jesús con la samaritana es un encuentro liberador, que apunta hacia la posibilidad de nuevas relaciones entre hombres y mujeres. Esta mujer , que además de samaritana, también parece vivir en una complicada situación marital, vivía una situación de marginación bastante fuerte, pero la irrupción de Jesús en su vida, su cercanía, y la oportunidad que le ofrece de ser parte de la familia de Dios de una manera nueva, la sacan de esa condición marginal, convirtiéndola en anunciadora, comunicadora de lo nuevo (del Mesías). 

 Es en este proceso, de quiebre de márgenes y barreras, donde Jesús se manifiesta como Dios (Yo soy), para derribar los obstáculos que marginan o dividen a la humanidad (raza, sexo, estrato social, creencias religiosas), haciendo de una persona marginada y excluida una persona integrada y comprometida con un propósito liberador.  La llamada de Dios siempre trasciende la liberación individual; la llamada te invita a ser persona (relación) y a participar de la liberación de otros: la samaritana acoge la buena nueva y luego corre a compartirla.

Veamos ahora el texto con un poco más de detenimiento:

 La samaritana es recordada por muchos como la mujer de muchos maridos. Sin embargo, su vida privada es un detalle, casi una excusa, que le permite a Jesús entablar con ella un diálogo de potente contenido teológico y catequético. (La referencia que hace el texto a los 5 maridos de la Samaritana puede ser interpretado también como los cinco pueblos extranjeros que migraron a Samaria en el período de dominación asiria). 

 El relato comienza diciendo que Jesús tenía que pasar por Samaria para ir a Galilea. La verdad es que existían otros caminos que eran los que usaba la mayoría de los judíos para evitar cualquier contacto con los samaritanos.  Así que esa idea de necesidad no era geográfica sino más bien ministerial. Es decir, Jesús quería pasar por Samaria, tenía razones espirituales para hacerlo.  Jesús va superando todos los límites que encuentra en su diálogo con la mujer, no le importan límites geográficos, ni étnicos, ni los prejuicios o normas referentes al trato con las mujeres, ni las diferencias religiosas.  Su propósito es hablar con la mujer a plena luz del día, y eso hace. 

El diálogo lo inicia el mismo Jesús con lo que aparenta ser un pedido simple: Dame un poco de agua ("Dame de beber"). La mujer responde sorprendida, no comprende cómo es que un hombre judío le pide agua, a ella, que es samaritana. La respuesta de Jesús en v.10 permite inferir, a partir del repetido uso de pronombres en segunda persona (te, tú) que es a ella a quien va dirigido el don, el regalo que Dios tiene reservado. La mujer no comprende el simbolismo que encierra la respuesta de Jesús, sin embargo, se va dando como un reconocimiento progresivo, y si primero lo ve como "un judío" (v.9), luego pasa (v.11) a llamarle "señor".

 Jesús continúa explicando, y aunque la samaritana sigue sin comprender completamente, por lo menos reconoce su necesidad.  En ese momento se invierten los roles del inicio del relato, y ahora es ella la que pide agua. En el v.18 Jesús demuestra que conoce la vida personal de la samaritana (su historia); sabe cuántos maridos ha tenido, pero no ahonda en las causas o motivos de esa diversidad (divorcio, viudez), ni juzga a la mujer (no usa frases como : anda y no peques más, o tus pecados quedan perdonados, como en otros pasajes evangélicos). 

 El penetrante conocimiento de Jesús le permite a la samaritana darse cuenta de que no está frente a un hombre cualquiera y por eso dice: Veo que eres un profeta. Este reconocimiento a su vez lleva la conversación hacia temas más profundos (teológicos): lo que dividía a judíos y samaritanos (el lugar donde adorar a Dios). Jesús le ofrece una tercera mirada, mostrándole que eso no es una barrera que le limite, porque Dios no se circunscribe a una ubicación geográfica. Dios necesita o quiere adoradores en espíritu y en verdad (v.23-24).


Finalmente, el v.26 descubre la mayor verdad que la samaritana pudiera oír: por primera vez en el cuarto evangelio Jesús pronuncia la frase: Yo soy (Ex 3.14-16; Jn 6.35; 8,12; 11, 25; 14, 6). Como no podía ser de otro modo, la frase produce su resultado: la mujer deja el cántaro y corre a compartir la buena nueva con sus conciudadanos.  Así como los discípulos varones dejaron la red de pesca para ir con Jesús a "pescar hombres" (Mc 1, 16-20), así la samaritana dejó su cántaro que solo podía contener agua del pozo, para convertirse en una mensajera de la verdad revelada, del agua de vida eterna. Se transforma así en la primera predicadora en tierra samaritana, con resultados sorprendentes, porque muchos creyeron en Jesús a partir de su testimonio (v.39). 

Jesús, que en este diálogo empezó siendo "un judío", acaba reconocido por la samaritana y por muchos otros que le escuchan directamente a él, como "salvador del mundo". Es un título peculiar, no lo encontramos en otros pasajes, pues parece provenir de una comunidad cristiana de esa región, lo mismo que todo el relato puede recoger el origen de dicha comunidad. 

 La estructura de este relato joánico parece tener un sentido catequético, porque muestra el crecimiento en la fe de esta mujer, en un diálogo con Jesús que puede reproducirse de muchas maneras en aquellos que se detienen a compartir lo que tienen con el Maestro. 

NOTA: Los samaritanos aparecen en otros textos del Nuevo Testamento, tanto en los Evangelios como en los Hechos de los Apóstoles. Jesús cita a un extranjero, samaritano, como ejemplo de amor y compasión (Lc 10, 25-37). Para Jesús, el samaritano es un buen vecino. Samaria es mencionada en Hechos, como lugar hacia donde se expande el anuncio de Jesús y la acción del Espíritu.

 (Texto preparado a partir de ISHA. La mujer según la Biblia, SBU, y otras lecturas)

lunes, 15 de julio de 2019

LAS MUJERES EN LA BIBLIA

Estamos acostumbrados a leer la Biblia desde una optica masculina, porque asì fue concebida, pero las mujeres siempre estuvieron presentes en los relatos bìblicos a pesar de esa mirada marginalizadora; las mujeres estuvieron destinadas a la sumisiòn, al conflicto o a la invisibilidad, pero en los relatos y testimonios  de la Escritura ellas aparecen amando, luchando, enseñando y resistiendo. Tambièn en la Biblia podemos encontrar modelos para la mujer cristiana, y tambièn, por qué no, para los hombres, y es importante visibilizarlos, sobre todo en los tiempos que corren. Los cristianos tienen valiosos modelos de santidad en las figuras bìblicas femeninas.  

Sus historias, los relatos en los que ellas participan o son protagonistas nos hablan de riesgos, de libertad, justicia e igualdad, y nos iluminan para tener criterios sobre el modo en que las iglesias consideran y tratan hoy a la mujer. Las mujeres de la Biblia son ejemplos de situaciones producidas por una mirada patriarcal y una visiòn androcèntrica que las convierte en mitos que no pueden ser imitados y lejanos a la cotidianidad de la mujer contemporànea. De ahì la importancia de redescubrirlos y hacer una relectura de sus historias; invisibilidad no es inexistencia, y ellas estàn ahì, ganando su espacio, hablàndonos de Dios con sus luchas y sus anhelos. 

La mujer no ha tenido un papel menor en la historia de la humanidad, aunque haya tenido que ganarlo con màs esfuerzo que los hombres. Lo mismo ha ocurrido en la Iglesia, en la que ella ha trabajado incansablemente desde el inicio, pero sin que le dejaran ocupar papeles protagònicos. Para cambiar las cosas un paso importante es recuperar y reconocer  la autoridad de las mujeres bìblicas, su relaciòn con Dios, su seguimiento, su presencia en las comunidades, su capacidad de entrega y liderazgo, a menudo olvidadas en la historia de la Iglesia. 


Jesùs, ya lo sabemos, tuvo una posiciòn crìtica a la mentalidad patriarcal de su tiempo, acogiendo a las mujeres, dialogando con ellas, enseñàndolas, y ellas respondieron siguièndole y convirtièndose en sus discìpulas.  Jesùs no hizo distinciòn entre hombres y mujeres, en su propòsito de crear un orden de vida diferente, lo llamò Reino de Dios (o reinado), en el que todos, hombres y mujeres, tenìan una misma llamada y un mismo destino. 

Las mujeres hoy, inspiradas en las figuras femeninas bìblicas, y en otras muchas mujeres que han sido protagonistas de la historia eclesial, o de la historia humana, estàn llamadas a protagonizar los caminos del Reino, tendiendo puentes, abriendo nuevas sendas y convirtièndose en testigos del Evangelio desde su propia condiciòn de mujeres cristianas.

 (Ideas recreadas a partir de comentarios del DIARIO BÎBLICO)



¿CUÀL ERA LA SITUACIÓN DE LA MUJER ISRAELITA, EN TIEMPOS DE JESÚS?

Empecemos citando a un conocido y respetado autor, y la voz MUJER en su Diccionario Bíblico-Teológico:  "El lugar que ocupaba la mujer entre los judios era superior al que le daba habitualmente el mundo oriental antiguo; estaba determinado por la fe de Israel en el Dios creador. Sin embargo, la verdadera situación de la mujer solo fue revelada con la venida de Cristo; en efecto, si según el orden de la creación, la mujere se realiza siendo esposa y madre, en el orden de la nueva creación puede también realizarse por la virginidad" (X. León-Dufour). Creo que lo anterior no necesita ser comentado; usted puede sacar sus conclusiones. 

En Israel, como en todos los pueblos del Oriente Medio, la mujer era, en tiempos de Jesús, una ciudadana de segunda categoría; se le consideraba, en todos los aspectos, como una persona menor de edad, y su única función en la sociedad era llegar a ser esposa, y sobre todo, poder ser madre.

La mujer no participaba en la vida pública; ni siquiera podía salir de su casa cuando lo deseaba; si por alguna circunstancia necesitaba hacerlo, debía llevar el rostro cubierto, y no podía detenerse a hablar con ningún hombre.

Hasta los doce años, las mujeres no tenían ningún derecho, y estaban totalmente dominadas por el padre, que podía arreglar su matrimonio con quien quisiera. Al celebrar el matrimonio, la joven quedaba bajo el poder de su esposo, a quien debía complacer en todo.

En el hogar, la mujer tenía el deber de asegurar el bienestar de su esposo y de sus hijos, por encima de todo, y su horario laboral comprendía las 24 horas del día. Además, podía ser repudiada por su marido, por cualquier causa que él considerara justa.

La mujer no tenía los mismos derechos del hombre en cuanto a la herencia de los bienes familiares; su testimonio tampoco era tenido en cuenta en los juicios; y no podía, por supuesto, ocupar ningún cargo o función pública.

En el campo religioso, también la mujer era marginada. En la sinagoga debía ocupar un lugar aparte, lejos de los hombres. No participaba directamente en las celebraciones litúrgicas, y su papel era el de simple espectadora. No tenía la obligación de recitar el shemá – la profesión de fe de los judíos -, cuatro veces al día, como los hombres, y tampoco, ir a Jerusalén en peregrinación, para celebrar las distintas fiestas. No se les enseñaba la Torá – las escrituras sagradas -, ni eran admitidas en las escuelas rabínicas. Además, era constantemente sospechosa de impureza, por su misma condición física.

(Tomado del blog: En busca de Jesùs)

PARA AMPLIAR LO ANTERIOR...

"En el Antiguo Testamento, la sociedad israelita manifiesta una organización patriarcal en que los hombres de más rango dominaban sobre los demás hombres y todas las mujeres. La organización religiosa seguía la misma pauta. Como resultado, la mujer no ocupaba puestos en las instituciones políticas o religiosas. Solamente en la época premonárquica, cuando Israel existía como una federación de tribus, pudo surgir un personaje como Débora, líder de tipo caudillo (Jue 4–5). Después de que el poder se concentró en la monarquía y el templo, la mujer solo entraba a la historia oficial como reina madre o esposa del rey o del sacerdote. Así como los profetas surgían al margen de estas instituciones, algunas mujeres, como Hulda, aparecían también en ese contexto de carisma personal (2 R 22.14–20). La subordinación de las mujeres en la sociedad israelita se refleja en un sistema legal que no les otorgaba derechos como persona civil. Las propiedades pasaban del padre a los hijos varones. La hija heredaba solamente en el caso excepcional donde faltaban hijos varones y había que asegurar el traspaso de una propiedad a través de ella a futuros descendientes varones (Nm 27.1–11). El decálogo exige igualdad en el trato de mujeres y hombres en cuanto al descanso semanal y también en relación con el deber de honrar a ambos progenitores (Éx 20.9–12); sin embargo, el «no codiciarás» enumera como propiedades inalienables del prójimo «su mujer, su siervo, su criada, su buey, su asno o cualquier cosa» (Éx 20.17). En muchos asuntos se aplican normas distintas a la mujer que al hombre. El derecho al divorcio se otorga solo al hombre (Dt 24.1). 
  

Las leyes de pureza e impureza definen a la mujer como impura durante los siete días de su ciclo menstrual y debía mantenerse fuera del contacto con otras personas (Lv 15.19). Se establece un período de cuarenta días de impureza después del alumbramiento de un hijo varón, u ochenta días en el caso de una hija (Lv 12). El efecto de esta legislación era que la mujer quedaba alejada de la vida social y cúltica durante gran parte de su vida. Este sistema erigió una barrera insuperable para la mujer; era imposible considerarla apta para roles públicos. Dentro de la estructura económica y social, sin embargo, la mujer israelita tenía funciones importantes. Se resumen en dos tipos de trabajo: el productivo y el reproductivo. La mujer manejaba la producción casera del proyecto familiar, con todo lo que esto involucraba de atención a huertas y animales domésticos, de procesamiento de alimentos y de lana para hilo y tejidos. Se dedicaba también a la confección de ropa y de utensilios para uso doméstico. En empresas familiares de más envergadura, la mujer era toda una gerente de personal y producción (Pr 31.10–31). El trabajo reproductivo abarcaba la gestación y crianza de los hijos. En una sociedad amenzada por las fuerzas de la naturaleza, como también por las de los enemigos, la reproducción de la población se definía como la tarea prioritaria de la mujer. Por eso la mujer estéril se consideraba afligida por Dios (1 S 1.5, 11). En cambio, una abundancia de hijos era signo del favor divino y también una garantía para la vejez. La sociedad hebrea apreciaba el rol de la madre como maestra y orientadora de sus hijos (Pr 1.8). La mujer jugaba un papel clave en conservar y perpetuar la fe en Jehová, al trasmitir las creencias y costumbres a las nuevas generaciones. Este papel de la mujer revestía tanta importancia que se rechazaba la posibilidad de que se incorporaran esposas extranjeras a las familias israelitas (Éx 34.14–16). En la época del regreso del cautiverio, Nehemías denunció el matrimonio con mujeres de pueblos vecinos y la grave consecuencia vista en el 
hecho de que los hijos no conocían el idioma hebreo (Neh 13.23–24). Por la influencia que tenía dentro de la familia y también por la importancia de su papel económico, la mujer israelita gozaba de una autoridad informal pero real. En medio de la cultura patriarcal del Antiguo Testamento, la figura de la mujer fue tomada como símbolo en varios sentidos. La alianza de Dios con su pueblo fue simbolizada con la imagen del pueblo como la novia escogida (Ez 16.8). A raíz de la infidelidad del pueblo a Jehová, la imagen de esposa se convierte en la de una prostituta (Os 1–2; Ez 16.15), que sin embargo será restaurada (Is 54.6). Aparecen también en el Antiguo Testamento algunas alusiones a la mujer como ejemplo de alguna cualidad de Dios, como el amor entrañable de una madre por sus hijos (Jer 31.20), o el tierno consuelo de una madre (Is 66.13). La sabiduría de Dios se personifica como mujer (Pr 8).   La Mujer En El Nuevo Testamento Los primeros documentos del Antiguo Testamento dan testimonio de la integración de la mujer en las comunidades cristianas, no solo en el plano de la praxis sino también en la reflexión teológica: «Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gl 3.28). Con esta fórmula bautismal, Pablo insiste en que la Ley está superada; el rito de iniciación en la iglesia ya no es la circuncisión (en que sí hay distinción entre hombre y mujer). Esta libertad de acceso continúa la práctica histórica de Jesús conservada en los Evangelios, que dibujan un cuadro de plena amistad con toda clase de mujer, inclusive con prostitutas (Lc 7.36–50). Con una conducta poco usual para un rabino, Jesús se hace acompañar de mujeres en su ministerio itinerante, y cuenta con su apoyo (Lc 8.1–3). En las historias acerca de Jesús, se presentan mujeres que necesitan sanidad (Mc 1.30–31; 5.22–43; Lc 13.10–17), y otras que reciben a Jesús en su casa y dialogan con Él (Lc 10.38–42). Se destacan las discípulas galileas que acompañan a Jesús hasta Jerusalén, donde presencian la crucifixión y se convierten en primeros testigos de la resurrección (Mc 15.40–41; Lc 24.1–10; Mt 28.1–10). En el Evangelio de Juan persiste la presencia y el protagonismo de la mujer. Un largo diálogo teológico toma lugar entre Jesús y una mujer samaritana, quien emprende al final una exitosa tarea misionera (Jn 4.1–42). La confesión cristológica fundante de la iglesia: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios», la pronuncia Marta de Betania. Esta misma confiesa además la preexistencia de Jesús: «He creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» (Jn 11.27). El evangelista Juan pone de relieve a una de las mujeres presentes en la crucifixión, María la madre de Jesús, para señalar la incorporación de ella a su comunidad (Jn 19.25–27). El libro de los Hechos presenta una comunidad cristiana en que mujeres y hombres son activos por igual; tanto unas como otros son tocados por la persecución (Hch 8.3; 9.2). La mujer culpable de mentir ante Dios recibe el castigo al igual que su marido (Hch 5.1–10). Las cartas paulinas revelan una participación activa de las mujeres en la obra misionera y la vida cúltica de las primeras iglesias. Esto se refleja en la larga lista de saludos que Pablo incluye en Ro 16.1–15. De la veintena de personas que menciona, diez son mujeres, y entre ellas se destacan varias que «han trabajado mucho» en el Señor, expresión que Pablo emplea para describir también sus propias labores apostólicas (1 Co 15.10; Gl 4.11). En la lista aparecen → FEBE y → PRISCILA. En 1 Corintios 9.5, Pablo revela que los otros apóstoles viajan y trabajan junto con su pareja. En el mundo grecorromano las sinagogas y otras agrupaciones religiosas de distinto tipo incluían a mujeres, y en algunas de estas las mujeres ocupaban puestos importantes. En la iglesia de Corinto las mujeres profetizaban y oraban en el culto (1 Co 11.5), y a ellas Pablo pide solamente que guarden las costumbres en cuanto a cubrirse la → CABEZA. Aparece luego en la misma carta un párrafo en que se pide a ciertas mujeres que interrumpen la reunión con sus preguntas, que las reserven más bien para la casa y que guarden silencio en la reunión (1 Co 14.34–35). En una iglesia como la de Corinto participaban mujeres solteras, casadas, separadas, viudas (1 Co 7). En algunos de los matrimonios, uno de los cónyuges no era cristiano. Ahí Pablo dice que la mujer cristiana, al igual que el hombre cristiano, «santifica» a su cónyuge (1 Co 7.14). En Efesios 5.21–30 se recomienda que las parejas adopten una relación de sumisión mutua (v. 21). En el contexto social del siglo I, con sus grandes desigualdades entre el hombre y la mujer, el autor de esta carta desafía al marido a manifestar el carácter de Cristo en un amor y entrega para el bien de la mujer. Este trato preferencial del marido hacia la esposa lo convierte en fuente de vida para ella. Esta relación se plasma en la figura del marido como → CABEZA de la mujer (v. 23), expresión que en el griego no significa autoridad ni mando, sino fuente u origen. La mujer corresponde a este comportamiento del marido con su propia entrega (vv. 22–24). Esta mutualidad cristiana contrasta con los códigos de conducta doméstica promulgados por los filósofos de la época, que exigían un orden jerárquico entre marido y mujer, así como entre amo y esclavos, y padre e hijos. En el ambiente de las ciudades del imperio crecían las sospechas sobre las iglesias: su conducta igualitaria podía subvertir el orden imperante. Por cierto, 1 Pedro 3.1–6 recomienda a la mujer con esposo no creyente que sea recatada y sujeta, con el fin de evitar sus amenazas y posiblemente ganarlo para la fe cristiana. En 1 Pedro 3.7, se pide al esposo cristiano que trate a su mujer con consideración y honor, como coheredera de la gracia. Cuando las iglesias comenzaban a institucionalizarse, se restringía la participación de la mujer. El modelo de la casa patriarcal recomendada a las iglesias en 1 Timoteo 3.3–4 conlleva la marginación de la mujer. Específicamente, las cartas pastorales limitan la actividad de las viudas (1 Ti 5.2–16) y prohíben que la mujer enseñe en la iglesia (1 Ti 2.12). Las cartas indican que esta disposición respondía a una situación particular en que algunas mujeres seguían a ciertos falsos maestros y propagaban sus enseñanzas entre la membresía de la iglesia (1 Ti 4.1–3; 2 Ti 3.2–7).

(Diccionario Biblico Ilustrado  


domingo, 14 de julio de 2019

Y QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

En la cuneta de un camino solitario hay un hombre que ha sido agredido, robado, herido, despojado de todo... y que, después de quedar medio muerto, ha sido abandonado a su suerte.
Este ser humano, sin nombre y sin patria viene a representar a todas las víctimas inocentes maltratadas y abandonadas, al borde de cualquier camino del mundo y de la historia.
Y mira por donde, los dos primeros viajeros que aparecen en el horizonte, son dos funcionarios del templo... dos hombres considerados formados, religiosos y fieles cumplidores de la ley ... pero que, después de ver al herido, dan un rodeo y pasan de largo.
Los dos cierran sus ojos y su corazón ante el dolor ajeno.
Ellos van a lo suyo... y la situación en que se encuentra el hombre herido, a ellos no les afecta, ni les conmueve, ni les preocupa.
Con lo cual, el evangelio está haciendo una crítica radical a aquella religión y cualquier otra que sea incapaz de generar en sus miembros un corazón compasivo.
Pero resulta, que aparece por el camino un tercer personaje. Es un samaritano, que no es religioso, ni prácticante sino un hombre considerado por todos un ser descreído y despreciable.
Sin embargo a él, si se le conmueven las entrañas... él si se implica.
Enseguida se le desprograma la vida... y para él, ya no hay nada más importante que hacer, que atender a aquel desconocido que le necesita.
Por eso se detiene, le cura sus heridas, se las venda, y después de prestarle los primeros auxilios, lo lleva a la posada e implica a otros y a la sociedad entera para que lo sigan atendiendo cómo se merece.
El evangelio nos pone como ejemplo a este descreído, mientras los maestros de la ley, que creen se lo saben todo, no se quieren enterar de lo más importante... y por eso siguen preguntando:
"Y quien es mi prójimo?"
Nuestro projimo es el que nos descoloca y nos desprograma la vida... aquel que no sabemos a qué hora viene, ni dónde, ni cuando... ni en que esquina, en que cuneta, o en que recodo del camino lo podemos encontrar.
Por eso, creo que hoy, más que nunca, es necesario reivindicar una cultura y una ética de la compasión ya que se está instalando en las conciencias de mucha gente, tambien en gente de iglesia, y hasta en los programas políticos, la xenofobia y el rechazo a las personas apaleadas, machacadas y abandonadas en las cunetas.
Y ante este panorama es muy importante que nos quede claro, que si no se nos conmueven las entrañas ante los heridos de los caminos... y seguimos poniendo excusas,alimentando prejuicios y dando rodeos...
- todo lo que digamos
- todo lo que hagamos y
- todo lo que recemos...
no sirve para nada.

Manuel Velázquez Martín
(Tomado de facebook)

sábado, 13 de julio de 2019

VIVIR EN LA "LLANTA" O EN EL "EJE" DE LA BICICLETA DE LA VIDA

"Lo que tenemos ("el cuerpo") puede ser aniquilado de diferentes maneras, pero lo que somos ("el alma") se halla siempre a salvo. Nuestra tragedia radica siempre en el hecho de identificarnos con lo que tenemos (lo que nos ocurre, lo que pasa, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que acumulamos...), olvidándonos de lo que somos. Es normal que vivamos a merced de todas esas circunstancias... Imaginemos la rueda de una bicicleta: la llanta es lo que ocurre; el eje, la consciencia. Vivir en la llanta equivale a estar siempre "rodando" de golpe en golpe; venir al eje es situarse en la ecuanimidad y libertad interior...". 

"La sabiduría consiste en amar lo que es, alinearse con lo que es, en una rendición completa, que no es resignación ni pasividad, sino lucidez. Porque es entonces, en esa misma rendición, cuando emerge la luz de lo que tienes que hacer. Esta admirable paradoja es expresión del flujo de la vida". 

Enrique Martínez Lozano
Otro modo de leer el Evangelio
DDB

jueves, 11 de julio de 2019

TÚ PUEDES...


"If" 
de Ruyard Kipling:

Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en tí mismo cuando los demás dudan de tí,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduria...

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...

Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza, excepto La Voluntad que les dice "!Continuad!".

Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

miércoles, 10 de julio de 2019

EL PODER DE EXPULSAR DEMONIOS...

Llamando Jesús a doce, les dio poder“. Cuando Mateo relata que los discípulos fueron enviados a liberar a la gente de los “espíritus inmundos”, debemos entenderlos como todo aquello que origina y multiplica la violencia, la muerte y el caos en nuestro mundo. Al enviar a los apóstoles, Jesús los capacitó invistiéndolos con el poder que viene de lo alto.

Los enviados, por tanto, no están inermes o desprotegidos frente al mal. Pero no utilizan cualquier tipo de poderes en su trabajo liberador ¿Cuál es el poder que Jesús les confiere para esa misión imposible? Tendríamos que releer todo el evangelio y la misma vida para reconocerlo.

Descubrimos indicios como éstos:

- El raro poder del amor al enemigo, al opositor, al contrincante, al indiferente, al distinto, al necesitado, sin jamás usar la venganza o la revancha contra de ellos; sino usando el potente recurso de poner la otra mejilla.
- El raro poder de vivir juntos, de compartir vida, sueños y misión, de caminar juntos de dos en dos, de trabar amistad, de construir puentes y derribar muros.
- El raro poder de la libertad para amar, sin amarrarse a personas, a estructuras, a posesiones, a ideologías, a países, a razas o color, a religiones, a costumbres, ni a cadena alguna que atenace el amor, aunque sea de oro.
- El raro poder de la humildad, de la simplicidad, de la austeridad, de la pobreza, de aquella imaginación que no necesita multiplicar efectivos para hacerse valer.
- El raro poder del dar y pedir perdón, el instrumento más eficaz y seguro para desarmar la obstinada violencia.
- El raro poder de la alegría, con su brillo contagioso, llamativo, convocante, luminoso, irresistible...
- El raro poder del partir y repartir el pan y el vino en mesa de fraternidad, abierta a aquellos que se alimentan no sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
- El raro poder de narrar buenas noticias a través de parábolas elementales y cuentos sencillos, impregnados con la fuerza de la verdad, capaces de poner luz y mover corazones duros y obstinados.
- El raro poder de la debilidad y de la pobreza de medios, que lleva a necesitar pocas cosas y estas necesitarlas muy poco. Sin jamás tener pánico a perder.
- El raro poder de la mansedumbre, de la cordialidad, de la mirada pacificada, de la ternura capaz de seducir y conquistar lo más árido de una persona y transformarla.
- El raro poder de la simplicidad, de la limpieza de miras, de la palabra directa y verdadera, aquella que vence por la contundencia con que exhibe la verdad.

Hoy nos toca a nosotros descubrir cuáles son los ‘espíritus inmundos’ de nuestra época, aquellos que conducen a la prepotencia, el egoísmo y la marginación. Con aquellos Jesús lanzó a los discípulos a conquistar el mundo. Con los mismos instrumentos, no con otros, hoy lo podemos hacer nosotros. La obediencia nos envía, la caridad nos hace cercanos y la pobreza nos hará creíbles.

Vuestro buen amigo, 
Juan Carlos cmf
(tomado de facebook)

viernes, 5 de julio de 2019

LAS MUJERES EN LA GENEALOGÍA DE MATEO: BETSABÉ

El caso de BETSABÉ ha hecho correr mucha tinta, sobre todo, por su relación con David. No obstante, hay que recordar un elemento fundamental: Betsabé no ocupó un lugar único en la historia, ni un papel decisivo y determinante a causa de su unión con el rey David. Baste para ello saber que no fue ni la primera ni la única mujer del rey, pues es bien sabido que el monarca poseía un numeroso harén. Es su condición de madre de Salomón la que evidencia su rol trascendente. No cabe duda de que supo hacer silencio cuando lo creyó conveniente, pero también supo hacerse oír cuando lo consideró necesario. Como puede verse en 1 Reyes 1,11-35, su intercesión ante David a favor de su hijo Salomón fue lo que definió el ascenso de este al trono de su padre. 


Según el Segundo Libro de Samuel 11, el rey David vio desde la azotea del palacio a una hermosa mujer bañándose. Quiso David informarse sobre la mujer y le dijeron que se trataba de Betsabé, hija de Eriám y mujer de Urías el hitita. David envió gente para que la trajesen a sus habitaciones, y tuvo relaciones con ella, a raíz de las cuales quedó embarazada. Betsabé envió a decir a David que ella estaba encinta. Informado David de la situación, pidió a Joab que hiciera venir a Urías. Urías participaba entonces en la segunda campaña contra los amonitas. David sugirió a Urías que fuera a su casa, lo cual implicaba que se reuniría con su esposa, pero Urías no lo hizo. Cuando posteriormente David preguntó a Urías las razones de ello, Urías se refirió a un código de honor: él no entraría a su casa para comer, beber y acostarse con su mujer mientras el arca de la Alianza, Israel y Judá habitaran en tiendas, y mientras Joab y sus compañeros guerreros acamparan en el suelo. En efecto, era común que, cuando se preparaban para el combate, los guerreros se abstenían de tener relaciones sexuales como ejercicio de disciplina. Al reiterarse la negativa de Urías a visitar a su esposa Betsabé, David escribió una carta a Joab indicándole que pusiera a Urías en el lugar más reñido de la batalla y ordenara a los soldados que se apartaran de él, de modo que el enemigo pudiera matarle fácilmente.

Muerto Urías, fue avisado David. Betsabé también supo de la muerte de su esposo e hizo duelo por él. Pasado el luto, David envió por Betsabé y la recibió en su casa haciéndola su mujer. 
 Poco después, el profeta Natán reprendió a David por el asesinato, relatándole primero la parábola de un hombre rico y otro pobre: el rico tenía muchas ovejas mientras que el pobre sólo tenía una, a la que quería mucho.

 En esta historia aparece reflejado: el abuso de poder de David y su falta de lealtad a quien le sirve, pero sobre todo la condición de la mujer, siempre al servicio del hombre, sin que se tengan en cuenta sus propios sentimientos. La Escritura resalta el arrepentimiento de David, y el castigo que recibió, pero poco se dice de Betsabé, de lo que sentía e implicó ese cambio de vida. 

¿Dice algo a la mujer de hoy este relato? ¿Qué implica el hecho de que aparezca esta mujer en la genealogía de Jesús?

(Ideas tomadas de ISHA, La mujer segun la Biblia y Wikipedia)