lunes, 31 de mayo de 2021

PURA VIDA

 

Nadie escoge a su familia o a su raza, cuando nace, 

ni el ser rico, pobre, bueno, malo, valiente o cobarde. 
Nacemos de una decisión donde no fuimos consultados, 
y nadie puede prometernos resultados. 
Cuando nacemos no sabemos ni siquiera nuestro nombre, 
ni cual será nuestro sendero, ni lo que el futuro esconde. 

Entre el bautizo y el entierro cada cual hace un camino, 
y con sus decisiones, un destino.

Somos una baraja más de un juego que otro ha comenzado, 
y cada cual apostará según la mano que ha heredado. 
La vida es una puerta donde no te cobran por la entrada, 
y el alma es el tiquete que, al vivir, te rasgan cuando pagas. 
Y cada paso crea una huella, y cada huella es una historia, 
y cada ayer es una estrella en el cielo de la memoria.

Y la marea del tiempo lleva y trae nuestras contradicciones, 
y entre regreso y despedida cicatrizan los errores. 
Y cada amigo es la familia que escogemos entre extraños, 
y entre la espera y el encuentro uno aprende con los años 
que solamente a la conciencia nuestro espíritu responde, 
y que una cosa es ser varón y otra es ser hombre.

Nadie escoge a su familia, o a su raza, cuando nace, 
ni el ser bueno, malo, lindo, feo, inocente o culpable. 
Del nacimiento hasta la muerte toda vida es una apuesta: 
de nuestra voluntad depende la respuesta.

¡Sueño por un mundo diferente, 
donde nuestro amor nunca se acabe! 
¡Luchen por un mundo diferente, 
donde nuestro amor nunca se apague!

Rubén Blades

https://youtu.be/DMunT7sIdBE

¡DICHOSA TÚ QUE HAS CREÍDO!

En la memoria litúrgica de la VISITACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, comparto la mirada siempre peculiar y  esencialista de Enrique Martínez Lozano, que comenta el pasaje de Lucas que se proclama en esta festividad: 

"En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. María dijo “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador" (Lc 1, 39-56). 

Con frecuencia, la piedad mariana ha caído en el sentimentalismo e incluso la cursilería, provocando más rechazo que admiración. Eso se ha apoyado en lecturas literalistas de los escasos textos que nos han llegado en torno a la figura de María. 

Sin embargo, cuando vamos más allá de la literalidad, el texto nos aparece como una joya de sabiduría permanente, que nos muestra, tanto lo ocurrido entonces, como lo que nos sigue sucediendo hoy. Más allá de la anécdota, el texto conocido como “de la visitación” habla de una mujer “preñada” de Dios, de lo que hace vivir así, y de los efectos que eso produce. 

Una persona que se sabe “preñada” de Dios es siempre feliz (“Dichosa tú”), con esa felicidad de fondo que puede convivir con problemas, dificultades, fracasos e infinidad de interrogantes.

 Porque la felicidad de la que se trata no es “algo”, un objeto que podamos atrapar y apropiarlo en beneficio del ego. De hecho, cuando ponemos la felicidad en objetos, necesariamente acabaremos frustrados y decepcionados porque no existe ningún “objeto” capaz de saciar nuestra sed. 

El texto pone de relieve el “efecto” que produce la presencia de una persona “preñada” de Dios: hasta el feto salta de alegría en el útero de Isabel. La persona que vive conectada a su verdadera identidad, no solo descansa en una Dicha de fondo por la que se sabe sostenida y constituida, sino que despierta y provoca Gozo a su alrededor

Quizás no sepamos explicar a qué se debe, pero en presencia de personas que se viven así, algo “salta de alegría” en nuestro interior, hasta hacernos estallar en Bendición: “bendita tú…”. 

¿Soy alegría para las personas con quienes me encuentro?

Enrique Martínez Lozano

viernes, 28 de mayo de 2021

LA SALVACIÓN ETERNA

"Una anciana está planchando un montón de ropa cuando el ángel de la muerte se le acerca y le dice:
-"Ya es hora. ¡Ven!".
La mujer contesta:
-"Bien, pero primero tengo que terminar de planchar la ropa. ¿Quién lo haría si no lo hiciera yo? Y luego tengo que guisar, porque mi hija trabaja en la tienda y necesita comer cuando llegue a casa".
El ángel se marcha y, después de un tiempo, vuelve nuevamente. Se encuentra con la anciana cuando ella está saliendo de casa y le dice:
-"¡Ven, que ya es hora!".
Y la mujer contesta:
-"Pero primero tengo que ir a la residencia de ancianos, donde hay una docena de personas que me están esperando, olvidadas de sus familias. ¿Cómo podría abandonarlas?".
El ángel parte y, después de cierto tiempo, vuelve de nuevo, diciéndole:
-"Ya es hora. ¡Ven!".
La anciana contesta: "Sí, ya sé. Pero, ¿quién llevará a mi nieto al jardín de infancia si yo ya no estoy?".
El ángel suspira y le dice:
-"Bien, esperaré hasta que tu nieto sepa andar solo".
Unos cuantos años más tarde, entrada la noche, la anciana está sentada, sintiéndose muy cansada, y piensa: "En realidad, ahora podría venir el ángel; después de tanto trabajo, la salvación eterna tiene que ser hermosa". El ángel aparece y la mujer le pregunta:
-"¿Me traes la salvación eterna?".
Y el ángel le responde:
-"¿Dónde crees que has estado todo este tiempo?".

Willigis Jager
PARTIDA HACIA UN PAÍS NUEVO

miércoles, 26 de mayo de 2021

CIENCIA Y RELIGIÓN: ¿COMPATIBLES?

Es una dicotomía  ya casi superada, pero no está de más escuchar a quien tiene las cosas claras en este sentido; lo que sigue lo publiqué en Facebook en 2014, y no ha perdido para mí sentido y actualidad:
 

"Mi creencia en Dios no es un puro asentimiento racional a un credo abstracto. Sería muy largo describir cómo creo y en qué Dios creo. Dios no es una idea, un pensamiento. Tampoco es una divinidad difusa en los confines del océano del cosmos... Hay una experiencia interior que se va consolidando, encarnando y con la que se convive amorosamente. Y llega a formar parte de uno mismo. El gran problema que suelen tener muchos científicos es que mantienen una imagen infantil de Dios y esa imagen no se lleva bien con la maduración de una visión científica del mundo. El conflicto cognitivo no se resuelve y se rompe por lo más débil: la experiencia interior. Sin vida interior no es posible creer. Pero esa vida interior no es intimista, ausente de la realidad. La experiencia de Dios debe nutrirse de la experiencia humana, del contacto con la vida, con la realidad, con la dura realidad, con el mordisco en las propias carnes de la injusticia de un mundo desigual en el que hay víctimas. El clamor de las víctimas sube hasta Dios y nutre nuestra conciencia profunda.

Ciencia, espiritualidad y justicia no son para mí tres mundos incomunicados e impenetrables. Es más: tengo conciencia de que para algunas personas se repelen mutuamente, se excluyen. Lograr la síntesis personal no es nada fácil. En eso, el también jesuita y paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin es un guía espiritual. Supo aunar el gusto por la Tierra y el gusto por el Cielo. Supo ir hacia Dios con todo el gusto por la vida. Tenía muy claro que no se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano. Y que todo lo que asciende, converge. La ciencia sin espiritualidad está vacía, que dijo Einstein. Y una espiritualidad que no brota del contacto con la vida, con las situaciones de inhumanidad, no es una espiritualidad".

Leandro Sequeiros San Román
Catedrático de Paleontología
Doctor en Ciencias Geológicas y licenciado en Teología
Miembro de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Zaragoza.

sábado, 22 de mayo de 2021

SABER ESPERAR...

"Siempre ha sido así en las grandes religiones, tanto las paganas como las cristianas: la gente quiere llegar a Dios a la fuerza. Es como aquella gente que se encuentra en un barco en llamas y todos quieren salvarse a la vez; o en una casa que está por quemarse y todos quieren salir al mismo tiempo por la puerta: entonces se produce una enorme confusión y se aplastan unos a otros. No podemos tomar a mal que así sea. Pero entonces entre toda esta confusión —que lleva a la idolatría y a la superstición tanto en el cristianismo como en el paganismo— debe haber gente apostólica, es decir, gente sobria. No nos imaginamos que los profetas o los apóstoles sean algo extraordinario; lo único que tienen los profetas y los apóstoles es el esperar la palabra de Dios, los demás la quieren fabricar. Un profeta no estudia una carrera, ni un apóstol. ¡Si no tienen la palabra de Dios, no la dan! Un profeta no sigue un programa fijo, un apóstol tampoco; esperan a Dios, aunque tuvieran que esperar años".


Christoph Friedrich Blumhardt

HACER EL BIEN NOS UNE COMO HUMANIDAD

El 22 de mayo de 2013 el papa Francisco, comentando el evangelio del día, habló acerca de lo que significa "Hacer el bien". En ese entonces compartí lo publicado por ZENIT, y hoy lo comparto acá también, por lo valioso y significativo que me resulta este mensaje: HACER EL BIEN NOS UNE COMO HUMANIDAD.


"Hacer el bien" es un principio que une a toda la humanidad, más allá de la diversidad de ideologías y religiones, y crea aquella cultura del encuentro que es el fundamento de la paz. Así se expresó hoy el papa en la misa de esta mañana en la Casa Santa Marta.
El evangelio de este miércoles nos habla de los discípulos de Jesús que impiden a una persona externa de su grupo a hacer el bien. "Se quejan" --dijo el papa en la homilía--, porque dicen: "Si no es uno de nosotros, no puede hacer el bien. Si no es de nuestro partido, no puede hacer el bien". Y Jesús les corrige: "No se lo impidan –dice, dejen que haga el bien"."Los discípulos –explicó Francisco, eran un poco intolerantes”, cerrados en la idea de ser dueños de la verdad, en la creencia de que "todos aquellos que no tienen la verdad, no pueden hacer el bien". Y "esto estaba mal", por lo que Jesús "amplía el horizonte".
"El Señor nos ha creado a su imagen y semejanza, y somos imagen del Señor, y Él hace el bien y todos tenemos en el corazón este mandamiento: hacer el bien y no hacer el mal. Todos. ‘Pero, padre, ¡este no es católico! ¡No puede hacer el bien!’. Sí, puede. Debe hacerlo. No puede: ¡debe! Porque tiene este mandamiento en su interior. ‘Pero, padre, este no es cristiano, ¡no puede hacerlo!’. Sí, puede. Debe hacerlo. En cambio, esta cerrazón de no pensar que se puede hacer el bien desde fuera, todos, es un muro que nos conduce a la guerra y también a lo que algunos han pensado en la historia: matar en nombre de Dios. Nosotros podemos matar en nombre de Dios. Y eso, sencillamente, es una blasfemia. Decir que se puede matar en nombre de Dios, es una blasfemia".
"En cambio, el Señor --prosiguió el papa--, nos ha creado a su imagen y semejanza y nos dio este mandamiento en el corazón: hacer el bien y no hacer el mal".
"El Señor a todos, a todos nos ha redimido con la sangre de Cristo: a todos, no solo a los católicos. ¡A todos! 'Padre, ¿y los ateos?’. A ellos también. ¡A todos! ¡Y esta sangre nos hace hijos de Dios de primera clase! ¡Hemos sido creados hijos a imagen de Dios y la sangre de Cristo nos ha redimido a todos! Y todos tenemos el deber de hacer el bien. Y este mandamiento de hacer el bien a todos, pienso que es un buen camino para la paz. Si nosotros, cada uno por su parte, hace el bien a los demás, nos encontraremos allá, haciendo el bien; y lo hacemos poco a poco, lentamente, realizamos aquella cultura del encuentro: la que tanto necesitamos. Encontrarse haciendo el bien. ‘Pero yo no creo, padre, ¡yo soy un ateo!’. Pero haz el bien: nos encontramos allá".
"Hacer el bien" --dijo el papa--, no es una cuestión de fe, "es un deber, es una tarjeta de identidad que el Padre nos ha dado a todos, porque nos hizo a su imagen y semejanza. Y él hace el bien, siempre".

(Traducido del italiano por José Antonio Varela V.)

domingo, 9 de mayo de 2021

SI ME FALTA EL AMOR...

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor”.

(Carta de San Pablo a los Corintios 13, 1-13)

sábado, 8 de mayo de 2021

EL MAYOR PELIGRO ES NO AMAR (Sexto de Pascua-B)

Nuestro llamado, nuestra vocación es el amor
. Esa es la conversión a la que se nos llama. No se trata de llenarnos de mandamientos, de órdenes, de instrucciones. La vida en Dios no es un listado de reglas que cumplir: ir a misa, acudir a reuniones, pagar un diezmo, ayunar o rezar. La vida en Dios se trata de una sola cosa: amar, amar mucho, ver y tratar a todos como hermanos. 

Lo que nos convierte (transforma) es el amor. El único mandamiento que podemos seguir sin que sea una carga es el que nos invita a amar. Ese es el reinado de Dios: el reinado del amor. El Evangelio es una buena noticia, un sabernos amados: cuando somos buenos y cuando no, cuando estamos sanos y cuando estamos en medio de una pandemia que no termina. Nadie se convierte por miedo. Hay quien deja de hacer cosas por miedo, pero su corazón sigue atado al mal. Lo que nos hace cambiar es el amor, que nos acepta tal y como somos; que nos hace poner a un lado el dolor de un insulto y seguir ofreciendo al otro amistad y servicio. 

Por amor creemos que Dios está presente
, trabajando en este mundo, sanándolo y cuidándolo. Por amor sabemos que Dios no envía ninguna enfermedad para que nos arrepintamos y cambiemos, sino que está esforzándose en que estemos bien, a través de cada persona que trabaja cuidando a los enfermos o buscando una cura. Dios está, dándonos su amor y amando, a través de los voluntarios que ofrecen su tiempo para acompañar en cada cosa que se necesita. Dios está, amando a través de las personas que llaman a aquellos que están solos para conversar. Dios está, en todo amándonos y animándonos a amar. 

El mandamiento del amor no es una orden, es una invitación. Así lo ha dicho el papa Francisco: "La altura de una vida humana está marcada por el amor… todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar” (Fratelli Tutti, 92).

Lo anterior, con algunos cambios, lo tomé de la publicación mensual RAYO DE LUZ, y lo leí en una homilía reciente; vale lo mismo para este próximo domino, Sexto de Pascua. Le añado algunos puntos que sugiere FRAY MARCOS:


El mandamiento del amor es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley sino de una consecuencia de la Vida en Dios.

Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir.

No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un "mandamiento" de amor están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías que empleamos en ajustarnos a una programación tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.

martes, 4 de mayo de 2021

MIENTRAS TENGAMOS VERSOS...

Hoy, Facebook me recordó algo que puse en 2013; un texto de nuestro JOSÉ MARTÍ, en La edad de Oro:… 

"Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librerías, y luz en el cielo, y amigos, y madres". 

La Providencia me regala hoy el texto de otro poeta, OMAR PÉREZ, que sin su permiso, comparto:

 "Protestar no es una cura. Es un síntoma. Como la fiebre, la tos, el vómito, con los cuales guarda muchas semejanzas. Reprimir la protesta es, tanto como autorreprimirla, un acto de barbarie desde el punto de vista de la curación. Aquel que pretende erradicar los síntomas para mostrar que la enfermedad no existe, no es un agente curativo: es un aliado de la enfermedad. Pero quien, al protestar, pretende confundir el síntoma con la cura, también se alía con la enfermedad, la prolonga y la transmite. ¿Qué debo hacer entonces?, preguntaría un sintomático, ¿ocultar el dolor, sepultar la vergüenza? En modo alguno, ya se ha dicho: fiebre, tos y vómito existen y cuando existen deben, a su tiempo, revelarse. ¿Cuál es, entonces, la cura? No lo sé. Es más, no hay cura "universal" alguna. No hay panacea ni antídoto. Sólo hay calmantes, es decir, compensaciones. Sin embargo, cuando se deja de confundir el síntoma con la cura, ésta tiene, finalmente, un motivo para aparecer. Lo que se sabe es que, en este mundo, no hay uno solo que no esté enfermo. No hay una sola cosa que no esté, ya, en peligro de morir. 
Desconfiad, pues, de la autoridad de los asintomáticos". 

No sé; me quedo rumiando estas palabras, y  evoco ahora también la voz de otro poeta de mi adolescencia: 
"La poesía es un arma cargada de futuro".

domingo, 2 de mayo de 2021

PONER A CRISTO EN EL CENTRO

Domingo quinto de Pascua
: “Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la muerte. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de aquellos que no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios” (San Gregorio de Nisa, obispo; sermones).

Evangelio de Juan 15,1-8: La vid y los sarmientos; permanecer en Cristo para dar frutos. Vid-sarmiento-uva-vino-alegría; la conexión última me la acaba de dar una amiga en nuestra charla matutina. Mi idea es siempre PONER A CRISTO EN EL CENTRO. La tradicional religiosidad católica difumina el centro con tantas devociones, que sustituyen a menudo, en la práctica, al mismo Cristo. Los frutos nacen de la amistad entrañable con Jesús, de la respuesta a su SÍGUEME… de la escucha diaria de su palabra, de compartir su mesa, a la que hemos sido invitados gratuitamente. 

Esa conexión profunda con Cristo, que a su vez es uno con el Padre y el Espíritu, es la fuente de la verdadera koinonía (comunidad). PERMANECER JUNTOS EN TORNO A CRISTO, que se entrega ahora también en su Palabra y en el Pan consagrado y compartido; permanecer escuchándole, orando juntos, partiendo y comiendo el mismo pan, en su nombre. “Amando con obras y de verdad”; dando testimonio como Pablo ante los apóstoles y la comunidad de Jerusalén. 

Estas son las claves para seguir al Resucitado, ahora en la Pascua, y en todo tiempo: cultivar nuestra amistad con Él, escuchándole y sentándonos a su mesa; buscando el fruto del servicio y la entrega, de y a la vida, que es fuente de una alegría perenne (y siempre hablo en plural, porque la llamada es personal, pero el seguimiento es en comunidad).

Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”, dice Jesús; quien no conoce a Jesús, no conoce a Dios. Hablamos mucho de Dios, pero si no conocemos a Jesús, no sé de qué Dios estamos hablando.

 “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”: no son dos cosas, aunque las nombremos separadas, es una misma planta. Soy Cristo, somos Cristo.

El Padre poda los sarmientos. Podar no es castigar, es ayudar, es fortalecer para que la planta crezca mejor. 

El fruto es de todos, de la Iglesia de Cristo, y se alcanza, eso sí, cuando la semilla cae en tierra y muere… porque el morir y el resucitar forman parte del camino del discípulo. 

"Este es su mandato: que creamos en la persona de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como el nos mandó"

Fray Manuel de Jesús, ocd