martes, 27 de septiembre de 2022

EUCARISTÍA: SACRIFICIO Y MEMORIAL

Hay tres puntos de vista que han llevado a una comprensión deformada del sacrificio de Cristo y, por tanto, de la eucaristía, entendida como sacrificio.

En primer lugar: La muerte de Cristo no ha de ser entendida como sacrificio en la línea y objetivo que tenían los sacrificios de las religiones paganas que pretendían aplacar a sus dioses, conseguir favores. Era común entonces inmolar una víctima para aplacar a Dios o recibir beneficios, y ese esquema fue aplicado también a la muerte de Jesús. Pero, la muerte de Jesús no fue un sacrificio expiatorio, ni el vino al mundo como víctima; en realidad su sacrificio fue de comunión y solidaridad con todos los marginados y excomulgados por la sociedad y la sinagoga judías. Jesús murió por la causa del Reino, fue consecuencia de su misma vida (la suerte de los profetas).

En segundo lugar, se ha interpretado que la esencia del sacrificio de Jesús está en el sufrimiento y la destrucción de la víctima, y no en el amor; esa concepción dolorista ha tenido muchas repercusiones en la vida y espiritualidad cristianas. El sacrificio de Cristo no se mide por la intensidad de los dolores soportados, sino por la entrega sin límites y la obediencia hasta la muerte. El amor, la entrega y la donación de la vida son la esencia del sacrificio de Cristo. Hablamos de un amor tan grande que no se detuvo ni ante la muerte.

En tercer lugar, el sacrificio de Cristo no se reduce a su pasión y su muerte, sino que comprende toda su vida, e incluye su resurrección. Jesús no vino al mundo para morir, sino para vivir, y con su vida y actuación, anunciar y hacer presente el Reino de Dios; en esa entrega total consiste su verdadero sacrificio. Pero esa entrega y ese sacrificio no terminan en la cruz, sino que se hace plenamente cumplida en la resurrección y su ascensión. Todo el misterio de Cristo es redentor.

En fin, que Cristo no nos salva sólo con su muerte, sino con su vida entregada hasta la muerte. Y aquí es importante aclarar lo que entendemos por “salvación” que es mucho más que lo opuesto a condenación eterna.

La salvación no es un don o un premio que recibimos al terminar nuestra existencia terrena, sino que es un modo de vida que comienza ya en la tierra y llega a plenitud en el Cielo. Consiste en creer en Cristo, seguirle, aceptar la dinámica del Reino y vivir sus valores, vivir en el amor del Padre y compartir su proyecto fraterno y solidario con todos, en especial con los más necesitados. Si la vida que vives ahora está fundada y sostenida por el amor a Dios y al prójimo, la muerte no podrá destruirla, tendrá ya el sello de la eternidad.

Todo lo anterior repercute necesariamente en nuestra comprensión y vivencia de la Eucaristía o la Misa, las dos formas con que solemos llamar actualmente a lo que hacemos por mandato de Cristo, entendidas básicamente como “sacrificio”. Ese término se repite a lo largo de toda la celebración, y puede llevar a una comprensión “dolorista” de la eucaristía, propia de otros momentos históricos, en los que se reduce nuestra celebración a representar la pasión y muerte de Jesús, y a la cruz como la única clave para interpretarla. La piedad popular posterior a Trento estuvo marcada por el inmolacionismo, y la misma piedad ante la reserva eucarística hablaba del “Divino prisionero”, al que había que consolar en su soledad y sufrimiento.

En el siglo XVI se desataron muchas controversias entre católicos y protestantes sobre el sacrificio de la eucaristía y en qué sentido debía entenderse. Al final se llevó a un punto común, que es entender la eucaristía como sacrificio únicamente en la línea bíblica del memorial; la eucaristía es sacrificio en el sentido de que es memorial del sacrificio del Cristo histórico. Memorial significa una acción que hace presente, actual y actuante lo que recuerda. Y es posible porque Aquel que protagoniza este memorial vive y actúa en medio de nosotros; aquello que celebramos acontece hoy en nosotros, lo cual no significa que repita el único sacrificio de Cristo, ni que le añada nada.

¿Qué es lo que hace presente la eucaristía como memorial? 
La vida entera de Cristo, su ultima cena, su muerte en la cruz, su resurrección, y el banquete del Reino. Entonces, ¿es la eucaristía sacrificio? Sí, porque en ella está presente el sacrificio de Cristo en la plenitud que este sacrificio alcanzó en la resurrección. La eucaristía presencializa como memorial la última cena de Jesús con los apóstoles, y también la muerte del Señor en la cruz (Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas). En la eucaristía está presente la cruz de Cristo, su entrega, pero ya en estado de resurrección, como triunfo definitivo y expresión gloriosa del amor sin límites. La celebración eucarística dominical recuerda la resurrección de Cristo ese día; siempre la eucaristía enlaza muerte y resurrección, el crucificado es el resucitado.

(Si es cierto que el que se hace presente es el Resucitado, entonces, ya no puede morir, ni sangra, ni es localizable, ni desciende del cielo al altar empequeñeciéndose para ocultarse en la hostia consagrada, ni está prisionero del sagrario. Son imágenes extrañas que no hacen de la eucaristía una fiesta gloriosa del Resucitado).

Así, nuestra eucaristía es el anticipo de la eucaristía perfecta celebrada en los Cielos, donde el Reino de Dios ha llegado a su plenitud. Cuando juntos, como comunidad de fe, celebramos la eucaristía, el Reino entra en nuestro tiempo y espacio para hacerse contemporáneo de nosotros y permitirnos ser parte de él.

Notas tomadas de LA EUCARISTÍA, de Antonio Vidales

domingo, 25 de septiembre de 2022

VATICANO II: CUATRO DOCUMENTOS ESENCIALES

Vida Cristiana
(publicación semanal de la Iglesia cubana) ofrece la segunda entrega de la serie dedicada a los 60 años de la apertura del Concilio Vaticano II. Como excelente resumen lo comparto:

LOS CUATRO DOCUMENTOS PRINCIPALES DEL VATICANO II

P. Raúl Arderí, SJ

El Concilio Vaticano II (1962-1965) es el acontecimiento más relevante para la Iglesia Católica en los últimos 150 años. Tres ideas relacionadas entre sí nos ayudan a entender la envergadura de sus textos: volver a las fuentes de la tradición (en francés, ressourcement), el desarrollo de la doctrina y, por último, la puesta al día (en italiano, aggiornamento). Las investigaciones teológicas de inicios del siglo XX mostraron la necesidad de exponer el mensaje cristiano en su plenitud, recuperando elementos parcialmente olvidados o relegados. Ofrecemos aquí algunas pinceladas sobre las cuatro Constituciones del Vaticano II, conscientes de que otros elementos pudieran ser resaltados junto con los demás documentos conciliares.

La primera Constitución aprobada por el Concilio fue sobre la liturgia y se llamó Sacrosanctum Concilium (“El sagrado Concilio”, primeras palabras en latín del documento). Una idea fundamental del mismo podría ser la “participación plena, activa y consciente” de los fieles, superando el rol de “extraños y mudos espectadores” que podían conformarse con oír misa o rezar el rosario mientras el sacerdote celebraba. De este modo, la liturgia, especialmente la eucaristía, expresaba mejor su condición de fuente y culmen de toda la vida cristiana. 

El segundo documento fue la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium (“Luz de las naciones”). Un giro importante se dio cuando el capítulo sobre el pueblo de Dios se antepuso al de la jerarquía, expresando que la condición bautismal era fundamental para el ser cristiano y más relevante que los diversos ministerios eclesiales.

La Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, Dei Verbum (“La Palabra de Dios”), es quizás el documento más logrado teológicamente. Una de las ventajas del nuevo enfoque fue superar un esquema demasiado ligado a los contenidos de la fe y pasar a un modo de comprender la revelación como autocomunicación divina. Dios quiere entrar en relación con el ser humano y hablarle como a un amigo, no simplemente dictar contenidos para ser memorizados

Por último, encontramos la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes (“Los gozos y las esperanzas”). La novedad absoluta de este texto es precisamente su organización, que no comienza con la Escritura ni con la tradición de la Iglesia como los demás documentos, sino a partir de la experiencia concreta del mundo contemporáneo con sus luces y sombras. El comienzo de este texto es la hoja de ruta de los padres conciliares para una Iglesia encarnada en la realidad y no una secta o fortaleza amurallada: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.

El Vaticano II sigue siendo un regalo del Espíritu y una tarea pendiente para la Iglesia. Cada generación debe asimilar sus documentos y preguntarse cómo proseguir su implementación. El proceso sinodal del 2021 al 2023 es una gran oportunidad para ello. Ojalá sepamos aprovecharlo.

sábado, 24 de septiembre de 2022

EL RICO Y EL POBRE EN LA BIBLIA (Domingo XXVI-C)

Este domingo leemos la parábola de Lucas (16, 19-31) en nuestras celebraciones; comparto un fragmento del comentario de Fray Marcos en el que se nos da una pauta bien interesante para interpretar el texto:

"Para comprender por qué el rico, que comía y vestía de lo suyo, es lanzado al “hades”, debemos explicar el concepto de rico y pobre en la Biblia. Para nosotros “rico” y “pobre” son conceptos que hacen referencia a una situación social. Rico es el que tiene más de lo necesario para vivir y puede acumular bienes. Pobre es el que no tiene lo necesario para vivir y pasa necesidades vitales. En el AT la perspectiva es siempre religiosa. Fueron los profetas, empezando por Amós, los que levantaron la liebre y denunciaron la maldad de la riqueza. Su razonamiento es simple: la riqueza se amasa siempre a costa del pobre.

Pobres en el AT, sobre todo a partir del destierro, eran aquellos que no tenían otro valedor que Dios. Se trataba de los desheredados de este mundo que no tenía nada en qué apoyar su existencia; no tenían a nadie en quien confiar, pero seguían confiando en Dios. Esta confianza era lo que les hacía agradables a Dios, que no les podía fallar (Lázaro, Eleazar -´El ´azar en hebreo- significa Dios ayuda). No existe en el AT concepto puramente sociológico de rico y pobre, nada se podía desligar del aspecto religioso.

Ahora comprenderéis por qué el evangelio da por supuesto que las riquezas son malas sin más matizaciones. No se dice que fueran adquiridas injustamente ni que el rico hiciera mal uso de ellas, simplemente las utilizaba a su antojo. Si Lázaro no hubiera estado a la puerta, no habría nada que objetar. Pero es precisamente el pobre el que, con su sola presencia, llena de maldad el lujo y los banquetes del rico. Tampoco Lázaro se propone como ejemplo moral de pobre, sino como contrapunto a la opulencia del rico.

No es fácil comprender el mensaje del evangelio, basta ver el comportamiento de Jesús. Jesús manifiesta una predilección por todos los que necesitaban liberación, entre ellos los pobres; pero también admitió la visita de Nicodemo, era amigo de Lázaro, aceptó la invitación de Mateo, acogió con simpatía a Zaqueo, fue a comer a casa de un fariseo rico, etc. No es fácil descubrir las motivaciones profundas de la manera de actuar de Jesús. Jesús descubrió que la riqueza acumulada, y no compartida, impide entrar en el Reino. Pero su actitud no fue excluyente, sino abierta y de acogida para los ricos.

El mensaje del evangelio no pretende solucionar un problema social sino denunciar una falsa actitud religiosa. El evangelio está a años luz del capitalismo, pero también del comunismo. Jesús predica el “Reino de Dios”, que consiste en hacer a todos los hombres hermanos. La diferencia es sutil, pero sustancial. El comunismo reparte los bienes, pero mantiene al pobre en su pobreza para seguir justificándose. Jesús propone compartir como fruto del amor. La consecuencia sería la misma, que los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo, pero la actitud humanizaría tanto al rico como al pobre".

Fray Marcos

sábado, 17 de septiembre de 2022

¿PONE JESÚS COMO MODELO A UN ADMINISTRADOR INJUSTO?

Para este domingo XXV (C) la liturgia propone un pasaje del Evangelio según Lucas que resulta problemático para muchos predicadores; también para muchas personas que no entienden cómo puede ser modelo alguien que se comporta éticamente mal. He tomado algunas ideas de los comentarios que habitualmente reviso para ayudar a clarificar el sentido de ese texto, aunque las otras dos lecturas que corresponden a este domingo también aportan y ayudan en la comprensión de la parábola de Jesús.

JESÚS: "Haceos amigos con el injusto dinero, para que, cuando se acabe, os reciban en las moradas definitivas. Quien es de fiar en lo de nada, también es de fiar en lo importante; quien no es honrado en lo de nada, tampoco es honrado en lo importante. Por eso, si no habéis sido de fiar con el injusto dinero, ¿Quién os va a confiar lo que vale de veras? Si no habéis sido de fiar en lo ajeno, lo vuestro, ¿Quién os lo va a entregar? Ningún criado puede estar al servicio de dos amos: porque o aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Lucas 16, 9-13). 

ENRIQUE MARTINEZ LOZANO: "El dinero, denominado “injusto”, es personificado como el dios Mammón. Con ese nombre puede encontrarse en algunos comentarios judíos a la Torá. Pero, curiosamente, así aparece también en la Bhagavad Gita, el libro más importante del hinduismo: “Ignorantes de quien es su verdadero dueño, los siervos necios gastan su valioso tiempo sirviendo a mammón”. La última sentencia, que habla de la inevitabilidad de tomar partido cuando se tienen dos amos, coincide con un pensamiento frecuente entre varios filósofos griegos: “Es imposible para la misma persona amar a Dios y al dinero” (Demófilo).  El carácter “escandaloso” de esta parábola nos prueba que se remonta al propio Jesús; no es probable que un discípulo se hubiera atrevido a atribuírsela. Pero el sentido común nos señala que tiene que ser leída como lo que es: una parábola, un cuento impactante y provocativo, que ayude a “despertar” al oyente o lector: necesitamos actuar de un modo inteligente, utilizando todos los recursos en función de la Vida. ¿Qué lugar ocupa el dinero en mi corazón?".


FRAY MARCOS
: "El mensaje está en la sagacidad del administrador, no en la injusticia que cometió. Nos invita a ser astutos en el orden espiritual. Nos invita a calcular lo que es mejor, pero no en el orden material sino para nuestro verdadero ser. Mientras no superemos el ego, no dejaremos de ser egoístas. No se contrapone a Dios con algo material sino a dos dioses que exigen servidumbre absoluta. Jesús no nos pide simplemente que renunciemos a algo, sino que elijamos lo mejor para nosotros. Hay gente tan pobre que solo tiene dinero. Si quieres ser rico de verdad, disminuye tu codicia. Si no descubres la riqueza dentro de ti, serás pobre siempre. El dinero es como el agua salada: mientras más bebes, más sed".

MISAL DE LA COMUNIDAD: "El Evangelio no es ningún tratado de economía; solamente ofrece unas pistas generales, pero bastante indicativas. Y así frente al dinero presenta una actitud relativizadora: ni divinizarlo ni satanizarlo. Con tal de que de él no se haga un dios, se puede incluso instrumentalizar en función de otros fines positivos. 

JOSÉ LUIS SICRE: "Estas palabras de Jesús se insertan en la línea de la lucha contra la idolatría y defensa del primer mandamiento ("no tendrás otros dioses frente a mí"). Para Jesús, la riqueza puede convertirse en un dios al que damos culto y nos hace caer en la idolatría. Naturalmente, ninguno de nosotros acude a un banco o una caja de ahorros a rezarle al dios del dinero, ni hace novenas a los banqueros. Pero, en el fondo, podemos estar cayendo en la idola­tría del dinero".

Termino con unos textos de las otras lecturas de la Misa dominical:

Cuando en tiempos prósperos, los ricos solo piensan en su propio beneficio y engañan, roban o se olvidan del pobre, el profeta recuerda: "Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones". El Dios de Israel es el que "levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre". Porque el plan de Dios, recuerda Pablo, es que "todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", y que "recen" juntos "en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones". 

Entre el dinero y Dios hay antagonismo cuando absolutizamos el poder de la moneda. Y no es honrado, ni justo, celebrar la Eucaristía al mismo tiempo que los que participan en ella engañan, roban o explotan a sus semejantes

domingo, 11 de septiembre de 2022

EL PERDÓN DE DIOS ES ANTERIOR AL PECADO

"El dios que nos hemos fabricando a nuestra imagen tiene que saltar por los aires. Atreverse a romper el ídolo es la tarea más complicada de todo ser humano. El Dios de Jesús se identifica con cada una de sus criaturas haciéndolas participes de todo lo que él es... El Dios de Jesús es, sobre todo, Abba, padre y madre que se entrega incondicionalmente a sus criaturas. Es amor, misericordia y compasión. No el ser poderoso que espera de nosotros vasallaje. Nada del juez que analiza con meticulosidad nuestras acciones. Nada del impasible que defiende su honor por encima de todo… Dios no es un ser, ni siquiera el más sublime de todos los seres. Lo que es, lo ha dejado plasmado en cada una de sus criaturas. Dios no puede ser aislado de la creación. No es ni cada criatura ni el conjunto de lo creado; pero tampoco es algo al margen, que se encuentra en alguna parte fuera de la creación. El concepto de creación que hemos manejado hasta la fecha debemos superarlo. La creación es la manifestación de Dios que no exige un principio temporal.

El Dios de Jesús es don absoluto y total. No un don como posibilidad, sino un don efectivo y ya realizado, porque es la base y fundamento de todo lo que somos. Al decir que es Amor (ágape) estamos diciendo que ya se ha dado totalmente y que no le queda nada por dar. 

 Jesús no vino a salvar, sino a decirnos que estamos salvados. Un lenguaje sobre Dios, que suponga expectativas sobre lo que Dios puede darme o no darme, no tiene sentido… La actitud de Dios no puede ser diferente para cada uno de nosotros, porque es anterior a lo que cada uno puede hacer o no. El Dios que premia a los buenos y castiga a los malos es una aberración incompatible que el espíritu de Jesús. Dios no nos ama porque somos buenos, al contrario, somos “buenos” porque hemos descubierto lo que hay de Dios (Amor) en nosotros. Somos “malos” porque no hemos descubierto a Dios.

Alguno puede pensar que aceptar la misericordia de Dios invita a escapar de la responsabilidad personal. Si Dios me ama igual cuando soy bueno que cuando fallo, no merece la pena esforzarse. Esta reflexión indica que no hemos entendido nada del evangelio. Nada más contrario a la predicación de Jesús. La misericordia de Dios es gratuita, infinita y eterna, pero no puede afectarme hasta que yo no la acepto. Creer que puedo acogerme a la misericordia sin responder a su bondad, es entender la relación con Dios de una manera jurídica y externa. La actitud de Dios para conmigo debe ser el motor de cambio en mí.

Entender el perdón de Dios tiene una dificultad casi insuperable, porque nos empeñamos en proyectar sobre Dios nuestra propia manera de perdonar. Nuestro perdón es una reacción a la ofensa del otro. En cambio, el perdón de Dios es anterior al pecado. Dios es solo amor, pero ese amor llega a nosotros como perdón cuando nos sentimos perdonados, por eso para nosotros está siempre unida al pecado.

Dios solo puede amar. Decimos que Dios ama porque Él es amor, no porque las cosas o las personas sean amables. Dios no ama las cosas porque son buenas, sino que las cosas son buenas porque Dios las ama. El perdón en Dios significa que su amor no acaba cuando nosotros fallamos, como pasa entre los hombres. Si nosotros amamos unas criaturas y no otras, se debe a nuestra ceguera, a nuestra ignorancia. Ahora comprenderéis lo equívoco de nuestro lenguaje sobre Dios cuando hablamos de su perdón como un acto puntual.

Es ridículo pensar que podamos ofender a Dios. La incapacidad de los cristianos para aceptar los fallos se debe a que los identificamos con la persona misma. La persona es una cosa y sus acciones otra. El pecado es siempre fruto de la ignorancia. Para que la voluntad se incline a un objeto, tiene que presentarse como bueno. El entendimiento puede ver una cosa como buena, siendo en realidad mala. Esta es la causa de nuestros fallos. Para superar una actitud de pecado, no debemos apelar a la voluntad, sino al entendimiento” 

(Fray Marcos)

martes, 6 de septiembre de 2022

EN EL MES DE LA BIBLIA (2): ¿ Cuál es la mejor Biblia que se puede leer? ¿Se prohíbe a los católicos la lectura de Biblias protestantes ?


"La traducción más apropiada de la Biblia está en función de la finalidad con que uno la lee
. Su lectura en público, ya sea los domingos o en otras celebraciones comunitarias, requiere una cierta solemnidad, y por consiguiente, las traducciones muy coloquiales no son las más apropiadas en estos casos. Por otro lado, para su lectura en privado, para la reflexión y meditación espiritual, a veces resulta más apropiada una traducción atractiva y cercana. Otra lectura personal puede hacerse con la idea de un estudio minucioso, y en este caso, una traducción más literal, que mantenga las dificultades y ambigüedades del original, sería la más aconsejable. 

Quizás la mejor respuesta global que pueda dar sea subrayar que en los textos originales bíblicos en hebreo, arameo y griego se encuentran pasajes de difícil comprensión o ambiguos. A veces sus autores no escribieron con claridad. Los traductores tienen a veces que adivinar qué querían decir. Y han de elegir, por tanto, entre traducir literalmente, manteniendo la ambigüedad original, o traducir libremente resolviendo la ambigüedad del original. Una traducción literal ha de ir acompañada de notas a pie de página o de comentarios que sugieran posibles soluciones a la oscuridad que sigue estando presente en la traducción. Una traducción libre representa ya una opción realizada por los traductores sobre cuál es según ellos el significado de un pasaje oscuro. En cierto sentido, el comentario ya va incluido en la traducción realizada. Por eso una traducción libre resulta más fácil en su lectura pero más difícil si lo que pretende es llevar a cabo un estudio minucioso".

***
"La Biblia fue objeto de grandes controversias entre los reformadores y los teólogos del concilio de Trento. Según el criterio católico, las traducciones vernáculas, es decir, las traducciones a las distintas lenguas nacionales realizadas por los reformadores a menudo estaban enfocadas para favorecer la postura protestante. De ahí que el concilio de Trento insistiera en que se siguiera empleando la Biblia Vulgata latina para la lectura pública, en los sermones y en las explicaciones, tal como había venido haciendo la Iglesia durante siglos. El resultado práctico de todo ello fue que las traducciones católicas de la Biblia estaban basadas en la Vulgata latina mientras que las traducciones protestantes de la Biblia se llevaban a cabo sobre las lenguas originales (hebreo, arameo y griego). Además la Iglesia católica quería notas a pie de página para salvaguardar tanto sus enseñanzas con respecto a la fe y a la moral como las interpretaciones de los Padres de la Iglesia. De ahí que se aconsejara a los católicos que no leyeran Biblias protestantes por miedo a que se les fuera adoctrinando sutilmente en contra de sus propias creencias. Además, los protestantes ciertamente no leían Biblias católicas, en parte porque suponían que estas Biblias no eran correctas y contenían disimuladamente la enseñanza de la Iglesia católica. 

Pero todo esto ha cambiado. Desde 1950, las traducciones católicas, incluso las que se emplean en la lectura pública y en las predicaciones se vienen llevando a cabo a partir de las lenguas originales. Ese es el caso, por ejemplo, de la Biblia de la Casa de la Biblia, la Biblia de Jerusalén..., prácticamente de todas las mencionadas anteriormente. Normalmente contienen notas a pie de página de carácter informativo y no partidista. Si bien puede prolongarse la polémica entre ambas partes, la Biblia ha dejado ya de ser un arma arrojadiza entre las Iglesias protestantes en general y la católica. Ahora nos ayudamos mutuamente a comprender la Biblia y colaboramos en proyectos ecuménicos comunes".

Tomado de: "101 preguntas y respuestas sobre la Biblia"
Raymond Brown
Ediciones Sígueme

EN EL MES DE LA BIBLIA...


La Sagrada Escritura como fuente de vida y fecundidad cristiana

Olga Consuelo Vélez

Septiembre se conoce como el mes de la Biblia, especialmente porque el día 30 se celebra la fiesta de San Jerónimo, quien fue el que tradujo la Biblia del hebreo, del arameo y del griego al latín, en el siglo IV, -versión que se conoce como la Vulgata (edición para el vulgo, para el pueblo)- posibilitando así que muchas más personas pudieran tener acceso a ella. Al recordar este hecho la pregunta que nos surge es sí, en realidad, la Biblia ha llegado “al pueblo”, si es parte de la espiritualidad cristiana y si constituye la referencia primera y fundamental de nuestra Iglesia.

En una mirada rápida y, tal vez, superficial, se respondería afirmativamente porque en la eucaristía ocupa un lugar central e incluso, en muchas celebraciones, se hace una entronización de este libro sagrado con mucha solemnidad. Además, muchos creyentes la tienen en su casa y muestran un respeto real hacia ella.

Pero si profundizamos un poco más, nos damos cuenta que todavía falta mucho para que la Sagrada Escritura sea un “alimento” central en la vida cristiana. Todavía no se ha logrado -como tal vez lo han logrado más las iglesias cristianas no católicas- que el creyente lea la biblia, la medite, se deje interpelar por esa palabra, encuentre en ella la fuerza y orientación para su vida.

Hay varias causas que podrían explicar este poco acercamiento de los creyentes a la Biblia. Nombremos algunas a manera de propuesta de reflexión, sin tener la total certeza de que esas sean las razones más claras que lo expliquen.

Comencemos fijándonos en la liturgia. El único que proclama el evangelio y lo explica es el ministro ordenado. El resto del pueblo de Dios escucha -cuando no se distrae lo cual es fácil en situaciones de solo escucha- y no tiene ninguna posibilidad de establecer un diálogo frente a lo que escuchó y mucho menos de compartir lo que ese texto le dice. En otras palabras, nuestras liturgias siguen manifestando que el clero es el que enseña y el laicado es el que aprende. Así lo determina la liturgia actual y no será este comentario el que la cambie. Pero conviene pensarlo para propiciar, algún día, cambios que son necesarios porque en la medida que tomemos conciencia de lo que vivimos, podremos empujar para que las cosas cambien.

Si nos fijamos en las prácticas de oración que la iglesia fomenta mayoritariamente, estas consisten en realizar novenas, rosarios, procesiones, adoraciones al santísimo, etc. Todas estas prácticas son valiosas y ayudan a sostener la fe de las personas. Pero en estas prácticas no está muy incorporada la Sagrada Escritura. Parece que da tranquilidad el saber que se cumplió con los pasos que se proponen para rezar una novena, por ejemplo, y esto es suficiente. Lo anterior no quiere decir que, algunas personas no oren con el texto bíblico, pero no es una oración que se fomente con la intensidad con la que se insiste en las otras prácticas. La meditación de la Sagrada Escritura es más propia de la vida religiosa o de alguna porción del laicado que comparte la espiritualidad de una congregación religiosa, pero no para el conjunto del pueblo de Dios que acude a la parroquia y a las celebraciones litúrgicas.

Otra realidad que también acompaña a la Iglesia católica es que a veces se le ha dado más importancia al magisterio que a la Sagrada Escritura. Muchas veces las predicaciones se centran en la doctrina -reforzándola con lo dicho por el magisterio- más que en el anuncio de la Buena Noticia que trae la Palabra de Dios. De hecho, el papa Francisco insistió en la Exhortación Evangelii Gaudium (2013) que “el texto bíblico debe ser el fundamento de la predicación” (n. 146). Bien sabemos que muchas homilías son más “moralistas y adoctrinadoras” (n. 142), que un diálogo entre Dios y su pueblo. Vaticano II afirmó que la Biblia “es el alma de la teología” (Optatam Totius n. 16) y, sin embargo, algunos programas teológicos, tienen más asignaturas sobre dogma y magisterio que sobre Biblia.

Como podemos ver, es difícil el camino que hemos de recorrer para que la Sagrada Escritura pueda ser esa palabra rica, capaz de alimentar, sostener, animar la vida creyente; pero precisamente esa es la tarea que podemos seguir impulsando al conmemorar el mes de la Biblia. El texto del profeta Isaías (55, 10-11) nos ayuda a pensar en la manera como la palabra de Dios actúa en la vida cristiana: “como desciende la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié”.

Ahora bien, no olvidemos que la biblia hay que interpretarla adecuadamente para no hacerle decir lo que no dice. En eso tanto católicos como cristianos no católicos tienen mucho que aprender. Abunda el “fundamentalismo” en la lectura bíblica. La Palabra de Dios ha de interpretarse y por eso es necesario hacer mínimo dos preguntas: ¿Qué quiso decir el texto bíblico en el contexto en el que se escribió? y ¿Qué quiere decirnos hoy para nuestro contexto? No podemos olvidar los géneros literarios en los que fue escrita la biblia, las condiciones socio culturales del tiempo en el que se escribió que no corresponden a las nuestras y, de ahí, la necesidad de una interpretación adecuada. Busquemos, entonces, fortalecer nuestra vida cristiana con el contacto asiduo, directo, constante con la Palabra de Dios. Deseemos aprender a interpretarla. Pongamos los medios para ello. Esto redundará en frutos de vida y vida en abundancia (Juan 10.10) porque la palabra de Dios interpela, renueva, consuela, anima, desinstala, impulsa, en otras palabras, mantiene la vitalidad de nuestro amor a Dios y al prójimo, razón de ser de nuestra vida cristiana

lunes, 5 de septiembre de 2022

CONVÓCANOS ; MARÍA, NUEVAMENTE...

"Surgida de las aguas Cuba,
trenzada de sabanas y tormentas.
Y tú te apareciste en el silencio
flotando humildemente entre las olas. Venías con tu hijo entre tus brazos y la cruz de la esperanza y el dolor.
Tú has sido compañera de este pueblo en todas sus angustias y alegrías.
Tú sabes de sus luchas y sus sueños, de sus anhelos y sus tempestades.
Convócanos, María, nuevamente,
a la paz, a la justicia y al amor.
Convoca una vez más a la esperanza, celeste Marinera.
Anuncia nuevamente la alegría,
Señora de la Aurora.
Y adelántanos la hora de la paz y la justicia, y el día del abrazo.
Y amanezca la sonrisa,
y el amor reine en nuestra tierra.
Cuando todo acabe, sólo quedará el amor.
Convoca una vez más a la esperanza, celeste Marinera. Que se abran los caminos y los montes al viento de la fe. Y pósate gaviota en nuestra barca,
y anúncianos el fin de la tormenta.
Y un nuevo corazón y un nuevo amor reinen en cubierta.
Cuando todo acabe, sólo quedará el amor.
Convoca una vez más a la esperanza, María.
Rescátanos del yugo del dolor y el miedo. Y veremos al fin la libertad como una fiesta. Y canten los palmares, y el amor reine en nuestra tierra.
Cuando todo acabe, sólo quedará el amor".

Cuando todo acabe” (Rogelio Zelada y Tony Rubí).

viernes, 2 de septiembre de 2022

"NO SOMOS GENTE QUE VA HACIA ATRÁS" (Francisco habla de la liturgia)

La liturgia es la obra de Cristo y de la Iglesia, y como tal es un organismo vivo, como una planta, no se puede descuidar ni maltratar. No es un monumento de mármol o de bronce, no es algo de museo. La liturgia está viva como una planta, y debe ser cultivada con cuidado. Además, la liturgia es alegre, con la alegría del Espíritu, no una fiesta mundana. Por eso, por ejemplo, una liturgia de tono fúnebre, no va. Es siempre alegre, porque canta alabanzas al Señor... Necesitamos, hoy más que nunca, una visión elevada de la liturgia, de modo que no se reduzca a disquisiciones de detalle rúbricas: una liturgia no mundana, sino que eleve los ojos al cielo, para sentir que el mundo y la vida están habitados por el Misterio de Cristo; y al mismo tiempo una liturgia con «los pies en la tierra», propter homines, no alejada de la vida. No con esa exclusividad mundana, no, eso no tiene nada que ver. Serio, cercano a la gente. Las dos cosas juntas: volver la mirada al Señor sin dar la espalda al mundo.

El progreso en la comprensión y también en la celebración litúrgica debe estar siempre enraizado en la tradición, que siempre te hace avanzar en ese sentido que quiere el Señor. Hay un espíritu que no es el de la verdadera tradición: el espíritu mundano del «indietrismo», de moda hoy en día: pensar que ir a las raíces significa ir hacia atrás. No, son cosas diferentes. Si vas a las raíces, las raíces te llevan hacia arriba, siempre. Como el árbol, que crece a partir de lo que le llega desde las raíces. Y la tradición es precisamente ir a las raíces, porque es la garantía del futuro, como decía Mahler. En cambio, el indietrismo retrocede dos pasos porque «así se ha hecho siempre» es mejor. Es una tentación en la vida de la Iglesia que te lleva a un restauracionismo mundano, disfrazado de liturgia y teología, pero es mundano. Y el indietrismo siempre es mundano: por eso el autor de la Carta a los hebreos dice: «No somos gente que va hacia atrás". No, tú avanzas, según la línea que te marca la tradición. Retroceder es ir contra la verdad y también contra el Espíritu. Haz bien esta distinción. Porque hay muchos en la liturgia que dicen ir «según la tradición», pero no lo son: a lo sumo serán tradicionalistas. Otro dijo que la tradición es la fe viva de los muertos, el tradicionalismo es la fe muerta de algunos vivos. Matan ese contacto con sus raíces al retroceder. Cuidado: la tentación actual es el indietrismo disfrazado de tradición… 

 
Que tu estudio de la liturgia esté impregnado de la oración y de la experiencia viva de la Iglesia que celebra, de modo que la liturgia «pensada» fluya siempre, como si de una sangre vital se tratara, de la liturgia vivida. La teología se hace con la mente abierta y al mismo tiempo «de rodillas» (cf. Veritatis Gaudium, 3). Esto es cierto para todas las disciplinas teológicas, pero con mayor razón para la suya, que tiene como objeto el acto de celebrar la belleza y la grandeza del misterio de Dios que se nos entrega” 

FRANCISCO
(El jueves 1 de septiembre, el Papa recibió en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los miembros de la Asociación italiana de profesores y cultores de la liturgia).

LOS CUATRO EVANGELIOS CANÓNICOS: SINGULARIDADES

De la lectura de "Cristo en los evangelios del año litúrgico" de Raymond E. Brown (San Terrae 2010), altamente recomendado, tomo algunas ideas que me ayuden a distinguir los cuatro Evangelios que tenemos en el Nuevo Testamento. Lo complemento con ideas de "Para leer el Nuevo Testamento", de Etienne Charpentier (Verbo Divino). Ayuda mucho a la comprensión de los textos en particular el conocer las singularidades de cada uno; aquí van algunas: 

EVANGELIO DE MATEO: Probablemente escrito en los años 80-90 d.C. en la región de Antioquía de Siria, una gran ciudad con un núcleo importante de habitantes judíos. Subraya que la herencia judía ha de ser conservada, a pesar de que presenta la perspectiva del paso de los judíos a los gentiles como pueblo elegido como castigo de Dios. Este evangelio contiene una dura crítica contra los fariseos, que cae a veces en exageraciones polémicas. Contiene cinco magníficos discursos de Jesús, empezando por el Sermón de la montaña, dando la imagen de un Jesús legislador y maestro de la nueva alianza, en paralelo y mayor que Moisés. Este evangelio, al ocupar el primer lugar en el Nuevo Testamento y en la liturgia, ha sido el más influyente de todos (Evangelio eclesial). Mateo es un profesor, un escriba, proclama a Jesús desde el principio como "Hijo de Dios", siempre en un marco litúrgico. Jesús aparece como el Señor vivo en su comunidad, Hijo predilecto de Dios, maestro, modelo y salvador de la comunidad

EVANGELIO DE MARCOS: Es el más antiguo de todos y fue escrito en primer lugar; considerado el evangelio fundamental, en el que se basaron Mateo y Lucas (en el leccionario se encuentra en el ciclo B). Estilo popular, narrador maravilloso, sus relatos son siempre concretos, llenos de detalles vivos. Los estudiosos datan la redacción de este evangelio entre 60-75 d.C. Atribuido por algunos a Marcos, seguidor e interprete de Pedro; se deduce que el autor hablaba griego y no era testigo ocular del ministerio de Jesús. Escrito para gentiles que no conocían algunas costumbres judías fundamentales, y una comunidad que había sufrido la persecución y el fracaso, y necesitaba ser animada. Este evangelio está estructurado en dos partes, y un final añadido más tarde. Marcos revela la identidad cristológica de Jesús, resaltando la imagen de su victoria a través del sufrimiento, porque es el camino a seguir para seguirle. Fue el primero que quiso plasmar el "rostro" de Cristo, haciendo de él una "buena noticia" para siempre. El Jesús de Marcos es un hombre como nosotros, un hombre con sus discípulos, maestro que enseña, aunque recoge pocos discursos, porque importa más cómo vive y lo que hace; más espacio para los milagros. Secreto mesiánico: se niega a que lo proclamen mesías. El título que más aparece es "Hijo del hombre" (14 veces), y el de "Hijo de Dios" aparece en la introducción y en la crucifixión en boca del centurión romano. 


EVANGELIO DE LUCAS
: Es el más largo de los cuatro evangelios; originariamente formaba un único libro, en dos volúmenes, con Hechos. Desde el punto de vista teológico, a mitad de camino entre Marcos/Mateo y Juan. Escrito probablemente hacia el año 85 d. C. y su autor  era una persona instruida que hablaba griego, conocía las Escrituras judías en griego y no había sido testigo ocular del ministerio de Jesús. Lucas es un narrador nato, un sentido del equilibrio verdaderamente artístico, de estilo cultivado y sensible a la cultura greco-romana. No es muy preciso en lo relativo a la geografía de Palestino o a los usos de las familias judías, por lo que no parece haber sido palestino ni judío de nacimiento. Su evangelio estaba destinado a las Iglesias en las que Pablo había desarrollado más o menos su misión, formadas por gentiles convertidos sobre todo. El hecho de que su evangelio empiece en Jerusalén  y Hechos termine en Roma hace pensar que Lucas tuvo una visión amplia del destino del cristianismo. Solo Lucas al principio, y Juan al final, explican el contenido de su evangelio. ¿Cómo es el Jesús de Lucas? Es el único que llama a Jesús "el Señor"; la gloria pascual ya irradia en su vida terrena. Habla del "espíritu de Jesús", de que Jesús es rey y de que es profeta. Pero también que es plenamente hombre, el hombre ante Dios, en cuya presencia siempre está. 

EVANGELIO DE JUAN: considerado la verdadera obra teológica entre los evangelios. Escrito entre los años 80-110 d.C. La mayoría de los estudiosos hoy no consideran a Juan apóstol como autor de este evangelio. En este evangelio no se habla nunca de apóstoles, pero es el único que llama "Dios" a Jesús (Cristología alta, que provocó fuerte rechazo por parte del judaísmo). Manifiesta una marcada hostilidad a los judíos. Habla del "discípulo amado" como modelo del discipulado cristiano. El texto que hoy tenemos fue redactado por etapas. Juan es intemporal: sus elocuentes afirmaciones sobre la luz, el amor, la fe y el juicio tienen una validez que no está condicionada por el contexto histórico. No es casual que se le haya representado como un águila que sobrevuela en las alturas y por ello ve más lejos. 

El Jesús de Juan es más solemne, porque es más divino; usa con frecuencia un lenguaje figurado o metafórico. Jesús viene del Cielo y no es comprendido con facilidad por los humanos en la tierra. Las palabras de Jesús tienen a veces diferentes niveles de comprensión, y el mismo autor explica a veces su significado. Jesús es el revelador del Padre, usa con frecuencia la fórmula "Yo soy", vinculada a la Divinidad.