lunes, 30 de marzo de 2020

ABRAZAR LA ESPERANZA (Palabras de Francisco antes de bendecir al mundo).

Homilía del Papa en el momento de oración por el fin de la pandemia

 «Al atardecer» (Mc 4,35). Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. 

Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente

En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos. Es fácil identificarnos con esta historia, lo difícil es entender la actitud de Jesús. Mientras los discípulos, lógicamente, estaban alarmados y desesperados, Él permanecía en popa, en la parte de la barca que primero se hunde. Y, ¿qué hace? A pesar del ajetreo y el bullicio, dormía tranquilo, confiado en el Padre —es la única vez en el Evangelio que Jesús aparece durmiendo—. Después de que lo despertaran y que calmara el viento y las aguas, se dirigió a los discípulos con un tono de reproche: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (v. 40). Tratemos de entenderlo. ¿En qué consiste la falta de fe de los discípulos que se contrapone a la confianza de Jesús? Ellos no habían dejado de creer en Él; de hecho, lo invocaron. Pero veamos cómo lo invocan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» (v. 38). No te importa: pensaron que Jesús se desinteresaba de ellos, que no les prestaba atención. Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: “¿Es que no te importo?”. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados. 

La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad

La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?»

Señor, esta tarde tu Palabra nos interpela se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. 

No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo

Ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: “Convertíos”, «volved a mí de todo corazón» (Jl 2,12). Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. 

No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás

Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». 

El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza

Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. 

El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor

En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado. El Señor nos interpela desde su Cruz a reencontrar la vida que nos espera, a mirar a aquellos que nos reclaman, a potenciar, reconocer e incentivar la gracia que nos habita. No apaguemos la llama humeante (cf. Is 42,3), que nunca enferma, y dejemos que reavive la esperanza. 

Abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza

Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza. «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». 

Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7)

Papa Francisco

NOS QUEDA EL EVANGELIO

Faltan pocos días para terminar la Cuaresma, pocos para la Semana Santa, y a todos nos inquieta pensar cómo la viviremos en las actuales condiciones de distanciamiento social. Toca a la creatividad de cada uno descubrir el modo, para vivirla como un verdadero momento de gracia; quiero compartir un texto de José María Castillo, que nos recuerda algo fundamental para hacerlo. Importante que al hacernos la pregunta, no olvidemos esto: 

"Estamos en vísperas de la Semana Santa más vacía de toda mi vida. Una Semana Santa sin santos, sin cofradías, sin procesiones, sin “oficios” y ceremonias en las iglesias, sin viajes ni vacaciones, sin turistas ni turismos, sin libertad para salir a la calle, sin salud y sobrados de miedos, amenazados por una economía que se tambalea. Y todos con la pregunta de si los políticos podrán sacarnos de la situación penosa que nos puede amenazar.

¿Qué nos queda en pie, además de los miedos y peligros que nos amenazan? A las víctimas del coronavirus y sus familias, salir de esta situación cuanto antes. A otras muchas gentes, pasar estos días lo mejor posible. Y para quienes tenemos creencias religiosas – además de lo dicho - ¿qué nos queda? A los creyentes y a todas las personas de buena voluntad, nos queda el Evangelio. Que nos explica la razón de ser y lo esencial de la Semana Santa. Porque – lo digo con insistencia y firmeza – una Semana Santa, que no tiene en cuenta el Evangelio de la pasión de Jesús, es como un banquete presentado en platos elegantes, camareros de etiqueta y músicas de ensueño, pero un banquete en el que no se les da ni un garbanzo crudo a los comensales. O lo que es peor: aprovechar el recuerdo de la muerte de Jesús, para pasar una semana de juerga, descanso y diversión".

José María Castillo
(Teología sin censura)
Religión Digital

sábado, 28 de marzo de 2020

JESÚS, CAMINO DE VIDA (Quinto domingo de Cuaresma-A).


Y llegamos al último domingo de Cuaresma, el quinto, tal vez desconcertados por lo que esta vez nos ha traído este tiempo litúrgico; lo estamos viviendo de verdad, como desierto y prueba, y seguramente seguimos preguntando: ¿Está o no el Señor ahora con nosotros? Ayer escuchamos al papa Francisco hablarnos de lo esencial de este momento, y lo que hay que custodiar celosamente: "La oración y el servicio silencioso son nuestras armas"... "Que todos sean uno"... "Abrazar al Señor es abrazar la esperanza". La mejor bendición al mundo es nuestra presencia en él como Cuerpo de Cristo, comunidad de fe, dando el testimonio de la mediación orante y el servicio generoso, actuando como puentes para la fraternidad y la mirada puesta siempre en Cristo, fuente de vida.

 Este domingo estaremos compartiendo varios textos bíblicos que hablan de vida y de resurrección: de huesos que vuelven a revestirse de carne, de un perdón que es fuente de vida constante, de un espíritu que lo hace todo nuevo.

Leeremos, el hermoso pasaje del Evangelio de Juan, que narra la resurrección de Lázaro, amigo de Jesús, al igual que sus hermanas, Marta y María. En su casa de Cafarnaún encontró Jesús una familia que le recibía con cariño. Las palabras del Señor nos suenan a promesa hoy también, en la crisis que vivimos: "Yo te digo que si tú crees verás la gloria de Dios... Yo soy la resurrección y la vida".

La Sagrada Escritura nos habla de una vida que vence a la muerte, una vida que no acaba, y que comienza desde ahora gracias a la fe y la confianza, la esperanza y el amor con que los creyentes nos afianzamos en Dios.  Es con esa fe con la que podemos dejar a nuestros difuntos en las manos del Padre, aunque nos duela su partida. 

 Pero no se trata solo de esperar la resurrección de los muertos y la vida eterna, como recitamos en el Credo, sino de esforzarnos desde la misma fe por vivir desde ahora en plenitud y por generar vida para todos. Ser fuente de vida para otros

 San Pablo nos recuerda que el Espíritu del Padre que resucitó a Jesús habita también en nosotros. Habita en los niños que juegan y ríen, y en los jóvenes que sueñan y aman, y también en los que estudian y trabajan, y en las mujeres que trasmiten vida, alegría y fe.  Habita en los sanos y en los enfermos, en los pobres y necesitados, en los marginados e incomprendidos. Habita en todos los que se dejan mover por ese Espíritu. 

 Ya no podemos decirle a Jesús: Si hubieras estado aquí... por la sencilla razón de que sabemos que está siempre, a nuestro lado, haciendo con nosotros el gozoso, a la vez que doloroso, camino humano. Está en la palabra de vida que compartimos, en la mesa fraterna en la que celebramos, en la comunidad en la que le encontramos. Cristo no solo murió por nosotros, sino con nosotros y en nosotros también es CAMINO DE VIDA.

jueves, 19 de marzo de 2020

CON OJOS NUEVOS... (Cuarto domingo de Cuaresma)

El relato del ciego de Siloé está estructurado desde la clave de un fuerte contraste. Los fariseos creen saberlo todo. No dudan de nada. Imponen su verdad. Llegan incluso a expulsar de la sinagoga al pobre ciego: «Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios». «Sabemos que ese hombre que te ha curado no guarda el sábado». «Sabemos que es pecador».

Por el contrario, el mendigo curado por Jesús no sabe nada. Solo cuenta su experiencia a quien le quiera escuchar: «Solo sé que yo era ciego y ahora veo». «Ese hombre me trabajó los ojos y empecé a ver». El relato concluye con esta advertencia final de Jesús: «Yo he venido para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».

A Jesús le da miedo una religión defendida por escribas seguros y arrogantes, que manejan autoritariamente la Palabra de Dios para imponerla, utilizarla como arma o incluso excomulgar a quienes sienten de manera diferente. Teme a los doctores de la ley, más preocupados por «guardar el sábado» que por «curar» a mendigos enfermos. Le parece una tragedia una religión con «guías ciegos» y lo dice abiertamente: «Si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán al hoyo».

Teólogos, predicadores, catequistas y educadores, que pretendemos «guiar» a otros sin tal vez habernos dejado iluminar nosotros mismos por Jesús, ¿no hemos de escuchar su interpelación? ¿Vamos a seguir repitiendo incansablemente nuestras doctrinas sin vivir una experiencia personal de encuentro con Jesús que nos abra los ojos y el corazón?

Nuestra Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras, sino testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio. No necesitamos fanáticos que defiendan «verdades» de manera autoritaria y con lenguaje vacío, tejido de tópicos y frases hechas. Necesitamos creyentes de verdad, atentos a la vida y sensibles a los problemas de la gente, buscadores de Dios capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren, buscan y no aciertan a vivir de manera más humana ni más creyente.

José Antonio Pagola
(Tomado de: Fe adulta)

miércoles, 18 de marzo de 2020

CRISTIANOS PARA ESTOS TIEMPOS...

El siguiente texto es de RICARDO FRANCO, tomado de facebook, y lo comparto parcialmente:

"Yo no me hice cristiano para discutir cómo comulgar en tiempos pandémicos, o para disertar sobre el celibato de los curas. Tampoco me interesó el cristianismo por los trapitos y bordados de los pasos de Semana Santa, ni las novenas a san Antonio bendito.

Yo vengo de un mundo roto y conocí a quien podría arreglarlo. Sobre las ruinas de mi vida, alguien ha construido una casa nueva, llena de luz y de alegría. Por eso me hice cristiano. Alguno pensará que soy un privilegiado. Pero seguramente a él o a ella, Dios le ha ahorrado el sufrimiento que en mí sí ha permitido. Así que poco privilegio puedo tener, excepto el de haber conocido a Jesús, verdaderamente resucitado.


Por eso os invito a vosotros cristianos, que os hagáis de nuevo cristianos. Porque el tiempo que viene es nuestro tiempo. No será una cristiandad de trompetas y conquistas en Jerusalén, ni de imposición de espadas con la excusa de la cruz, sino el tiempo de nuestra entrega, tal y como Jesús se ha entregado. Suena raro, ya lo sé. Ya os sabéis la frase. Ya os lo sabéis todo. Pero dentro de unos meses- aunque podríamos empezar ya mismo-, se nos va a ofrecer la posibilidad de imitar a nuestro Maestro.

No en la perfección, claro, sino en la entrega de nuestra espalda a quien pueda necesitarla. Todo lo que no sea esto, es palabrería y divertimento clerical que a nadie le interesa, menos todavía al hambriento y al desvalido...


Somos cristianos para estos momentos de la historia, no para disertar al calor de la chimenea sobre políticas civiles o clericales, o lo mala que fue la izquierda con la Iglesia, como si nosotros meáramos agua bendita. Somos cristianos para este momento. Hemos sido llamados para este momento...

Venimos anunciando quejumbrosos la caída inexorable de este injusto sistema que nos ha encadenado a una rueda inhumana. Hemos cacareado a tiempo y a destiempo la inmoralidad de una época, su relativo relativismo excepto para la mentira a la que se abraza lujuriosamente. Hemos manoseado la expresión "sociedad líquida" de Bauman, como si alguna vez le hubiéramos leído, mientras nuestras manos de cristianos ayudaban a romper el recipiente en el que ese líquido se mantenía.
Pues bien, ahora ya podemos ser, actuar, pensar, y amar como cristianos. No habrá que esconderse porque nos van buscar para darles de comer. No para darles el coñazo, ni para juzgar su vida -eso lo hacen los fariseos- sino para darles de comer y descansar de sus fatigas.

Así que os invito a ser cristianos. Os puedo necesitar yo. Me podéis necesitar vosotros, ¿quién sabe? La pena es que haya que esperar a una circunstancia como la que se nos viene para darnos cuenta del tiempo perdido en habladurías, opiniones e intereses creados.

Amigos. No se puede servir a Dios y al dinero. Porque Dios es un mendigo celoso de afecto y el dinero no deja espacio para otra cosa que la codicia y el pánico a perderlo.

RICARDO FRANCO

miércoles, 11 de marzo de 2020

AGUA, LUZ Y VIDA DE JESÚS


Ya en la segunda semana de Cuaresma, y habiendo vivido y celebrado dos momentos esenciales de Jesús, nuestro Señor y Maestro, en su camino hacia la Pascua (tentaciones y transfiguración), echemos una mirada a los tres domingos de este tiempo de conversión que nos quedan por delante, y que resultan como tres estaciones que actualizan nuestra condición bautismal. De hecho, la liturgia de este tiempo litúrgico está pensada para acompañar a los catecúmenos que serán bautizados en la Solemne Vigilia de Resurrección, por eso pueden servirnos de acicate para recordar el sentido de nuestra condición de hijos, discípulos, y santos. Veamos:

Tercer domingo: DOMINGO DEL AGUA. Encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Pasaje precioso del Evangelio de Juan (4, 5-42), que presenta un diálogo progresivo entre Jesús, la mujer samaritana y sus vecinos. Jesús inicia el diálogo pidiendo de beber, y luego habla del don de Dios y del agua viva que calma definitivamente la sed y brota y salta constantemente, hasta la vida eterna. Cierra con el testimonio compartido: Jesús es el salvador del mundo. Con el agua bautismal, fue derramado el amor de Dios en nuestras vidas, y no quedaremos defraudados.

Cuarto domingo: DOMINGO DE LA LUZ. Encuentro de Jesús con un hombre ciego de nacimiento, también tomado este relato del Evangelio de Juan (9, 1-41); y también la narración va progresando para mostrar la iluminación progresiva de quien había vivido hasta ese momento en tinieblas (Un hombre llamado Jesús, un profeta, uno que me hizo ver, el Hijo...). Con el agua bautismal recibimos también la LUZ de la fe, una nueva visión, una claridad meridiana que nos permite establecer prioridades y alcanzar una nueva libertad.

Quinto domingo: DOMINGO DE LA VIDA. En Juan 11, 1-45; la muerte de Lázaro, hermano de Marta y María, amigos cercanos de Jesús, es oportunidad para mostrar que la propuesta que trae el Señor es camino de VIDA. No meramente de reanimación corporal, sino de verdadera resurrección, renacimiento, porque entramos a formar parte de un cuerpo mayor, el de Cristo. Jesús, una vez recibido el testimonio de María y tras llorar con ella, fue al sepulcro de Lázaro y le llamó: Sal fuera... Así también la voz inconfundible de Jesús nos ha llamado para salir del pecado y de la muerte, y entrar en la vida verdadera. 


Camino de Cuaresma, evocación de nuestro camino terrenal que es, al mismo tiempo, gozo y sufrimiento, paraíso y desierto, tentaciones y transfiguración. Agua que limpia, luz que ilumina, vida que triunfa sobre todo dolor. Los ojos del peregrino, alimentado por el pan cotidiano de la Palabra y de la Mesa fraterna, están puestos en la Resurrección de su Señor y Dios.

Fray Manuel de Jesús, ocd

sábado, 7 de marzo de 2020

EN LO HUMANO SE TRANSPARENTA DIOS...

El domingo pasado, tirarse del alero del templo para ser recogido por los ángeles y manifestar ante la muchedumbre quién era, se nos presentó como una tentación. Pero hoy, una espectacular puesta en escena de luz y sonido, se nos presenta como la cosa más divina del mundo. Desde la razón, es una contradicción, pero en el orden trascendente, una formulación puede ser verdad y la contraria también.

Aunque no sabemos cómo se fraguó este relato, debe ser muy antiguo, porque Mc, ya lo narra completamente elaborado. Una vez que, descubrieron en la experiencia Pascual, lo que Jesús era, trataron de comunicar esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo creíble, lo colocaron en la vida terrena de Jesús, justo antes del anuncio de la pasión. Así disimulaban la ceguera que les había impedido descubrir quién era.

No podemos pensar en una puesta en escena por parte de Jesús; no es su estilo ni encaja con la manera de presentarse ante sus discípulos. Por lo tanto, debemos entender que no es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las muchas relatadas en el AT. Probablemente es un relato pascual, retrotraído a la época de su vida pública, tiempo después de haberse elaborado.

El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús, con un lenguaje que todos podían reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación.

No es verosímil que esta visión se diera durante la vida de Jesús. Si los apóstoles hubieran tenido esta experiencia de lo que era Jesús, no le hubieran negado poco después. Tampoco fue un intento de preparar a los apóstoles para el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “Todos le abandonaron y huyeron”.

En la experiencia pascual descubrieron los discípulos lo que era Jesús. Todo lo que descubrieron después de su muerte, estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Los exégetas apuntan a que estamos ante un relato pascual. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino.

No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido el comodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. En la oración del huerto quedó muy claro. Lo que hay de Dios en él está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios.

La única gloria de Dios es su ser. Nada que venga del exterior puede afectarle, ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestras perspectivas de grandeza, es sencillamente ridiculizarle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. Manifestar amor hasta la muerte, por amor, es la mayor gloria de Jesús y del hombre.

Jesús vivió constantemente transfigurado, pero no se manifestaba externamente con espectaculares síntomas. Su humanidad y su divinidad se expresaba cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor y solo cuando manifiesta ese amor ilumina. En lo humano se transparenta Dios.

FRAY MARCOS
(Fragmento, Fe adulta)

viernes, 6 de marzo de 2020

EL TENTADOR Y LOS ÁNGELES: reflexiones de Cuaresma


Cada tiempo litúrgico nos recuerda una dimensión importante de nuestra fe; ahora, la Cuaresma actualiza la invitación a la conversión, y a poner la mirada, mientras vamos de camino, en el Misterio Pascual


En Facebook, hablan de la ceniza que se impone sobre la frente del creyente como señal de luto por nuestros pecados; creo, y comento, que no hay luto en el bautizado, que se sabe perdonado y redimido. El combate espiritual no cesa, pero tampoco la alegría y la confianza que brotan de la fe. Jesús es el novio que vino a trastocar nuestro luto en danza, en fiesta de salvación, de vida justa y digna para todos.


En Mateo 25, parábola del juicio final, que apunta al verdadero sentido de la práctica religiosa: vivir de una manera nueva, fraternal y solidaria. La comunidad de Jesús tiene la misión de responder los anhelos de una humanidad herida, compartiendo el mensaje, la buena nueva, que ofrece el mensaje de Jesús; esto implica no solo consolar, sino también transformar, hacer presente el Reino, como sal y como luz, como levadura. Ir más allá de lo devocional, para vivir la fe


Ni la religión es solo “hacer”, ni el hacer es solo moral, ni la moral es solo sexual, ni lo sexual es solo genital. Hablo de SER, hablo de VIDA, hablo de JUSTICIA, hablo de RELACIÓN


Tres escenarios para las tentaciones de Jesús: el desierto, el templo, la montaña; tres lugares epifánicos, lugares donde Dios se manifiesta. No había caído antes en ese detalle, que aporta una nueva arista a la lectura de este pasaje bíblico. Las tentaciones de Jesús son tentaciones “religiosas”, una alerta sobre cómo concebimos a Dios y nos relacionamos con Él. 


Pedir, buscar, llamar: actitudes cristianas que hablan de salida de uno mismo, de reconocer que no somos ni estamos completos sin los otros. Y en los otros, en el otro, está Dios: deja tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. La garantía para estar cerca de Dios es amar, amar cada día mejor, servir, entregarse, en las cosas pequeñas de cada día y en el difícil vínculo con los que nos rodean. “La reconciliación con el otro es tan o más importante que el culto”. Superar la literalidad de la ley, con mayor radicalidad e interiorización (mejor que escribas y fariseos, pero sin sentirnos superiores a ellos); comportamiento que nace de la comprensión de lo que realmente somos. 


¿Cómo hacer creíble la experiencia de Dios en la historia si no es a través de nuestras relaciones humanas y fraternas?

jueves, 5 de marzo de 2020

EL CRISTO TENTADO DE MATEO: "Jesús, el verdadero Israel".

El relato aquí parece un verdadero duelo de escribas, por la frecuencia de citas del Antiguo Testamento que jalonan el curso de la narración, y que utilizan los dos oponentes como instrumento de lucha. Así tenían lugar los duelos rabínicos de entonces. Y aquí Jesús aparece como un mejor conocedor de la Escritura que el diablo. Observando los textos comprendemos que Mateo quiere enlazar la tentación de Jesús con las tentaciones de Israel en el desierto, acorde con todo el plan de Mateo en su evangelio. Hay una evidente continuidad entre bautismo de Jesús y tentaciones: “Tú eres mí Hijo” por parte de Dios, y luego “Si en verdad eres hijo”, de parte del diablo. La idea de la filiación divina de Jesús es central en este evangelio

Los Padres de la Iglesia comprendieron la importancia espiritual de este vínculo mateano entre Israel y Jesús (NT: vuelta de Egipto, bautismo y tentación, vs. AT: Salida de Egipto, paso del mar rojo, estancia en el desierto). Cristo tentado asume y cumple la “figura israelis”, y Justino ve en la lucha entre Jacob-Israel y el Angel un anuncio de las tentaciones de Cristo. Mateo pretende mostrarnos que las enseñanzas que Israel ha sacado de sus tentaciones se han hecho fructíferas en Jesús, y de ahí Jesús es aquel en quien la historia de Israel confluye, es el la plenitud de Israel, el nuevo y verdadero Israel

 Según esta tipología de Mateo Jesús ha de ser tentado, y la ocasión inmediata es la misma que tuvo el pueblo de Dios: el hambre. El diablo aprovecha la ocasión para incitar a Jesús a cambiar en pan las piedras. Pero es Jesús quien a de clarificarse a sí mismo en que consiste su filiación divina. Al responder Jesús se identifica con Israel en el desierto, y en lugar de la queja, ofrece la confianza (Escribió Orígenes: “Por la respuesta del Señor parece que se sometió a lo penoso del maná, manjar del cielo, y sufrió hambre para llenarse del todo de la fuerza de ese alimento”) El maná es la Palabra que Dios ha dirigido a su pueblo, o a su Hijo en el bautismo, y Jesús vive de esa palabra que le viene del cielo, y que le ha establecido como Hijo; el diablo quería demostrarle que andaba por su cuenta, que Dios no se ocupaba de él. La respuesta de Jesús dice: yo me fío totalmente de esa palabra, y por eso es que entonces se “transforman las piedras”: multiplicación de los panes. 

La segunda ronda de la lucha entre Jesús y el diablo lleva también la marca de la Escritura: el oponente vencido por la Escritura, se vale de ella para la segunda tentación. Si Jesús hubiera secundado la propuesta del tentador habría sido blasfemo, pues se le propone demostrar su cualidad de Hijo; pero así como el pueblo en el desierto provocó a Dios (Dt 6, 16 y Ex 17, 1-7) Jesús como el Israel verdadero se atiene con obediencia incondicional a la voluntad de Dios. Aquí Jesús se muestra como alguien que, en pleno conflicto, se atiene inconmovible a la voluntad de Dios, que le llega en la palabra. Importante este texto para los Padres, pues revela el vínculo de Cristo con la Escritura, el AT, y el recto uso de la Palabra de Dios. 

Finalmente la tercera ronda de duelo entre Cristo y Satanás tuvo lugar en un monte muy alto. El diablo cambia de táctica, y trueca el ataque por un ofrecimiento. Descubrimos aquí el paralelo con Dt 6, 13-15, y Ex 32, 8, cuando el pueblo abjuró de Dios para irse tras los ídolos. Aquí se habla del dominio del mundo: Satanás domina matando, Cristo salvando, dando vida. Satanás le ofrece un camino corto, Jesús elige uno largo: la cruz, la pasión

Dirá San Pablo: 1 Corintios 6, 20.