Cuando se publique esta entrada ya habrá concluido la visita del papa Benedicto XVI a Cuba; a diferencia de cuando estuvo Juan Pablo II, esta vez no participé directamente en ninguna celebración, pero seguí con atención por la radio y la televisión cuando pude de cada momento del recorrido papal, presentaciones, comentarios y opiniones de la gente de a pié. Puedo decir que estuve ausente físicamente, pero no distante de este momento importante para la Iglesia cubana; y también digo que sentí nostalgia viendo tantas personas conocidas participando, pero no tristeza, porque lo que vivo responde a un llamado de mi conciencia, y de este paso no me arrepiento en absoluto. Ya comentaré en otra ocasión sobre lo que he sentido respecto a esta Iglesia particular de la que sigo formando parte, pero ahora mismo la razón de este comentario es compartir brevemente algunas impresiones sobre la visita papal, y no voy a desviarme de ese objetivo.
Escuchamos muchas opiniones previas a esta visita, y escucharemos muchas otras una vez que el papa regrese a Roma. Con unas estoy de acuerdo, y con otras no, pero todas juntas permiten comprender mejor las expectativas que este viaje del “Peregrino de la Caridad ” suscitó entre los cubanos de dentro y fuera de la isla. En principio, tanto la Iglesia como el gobierno saldrán fortalecidos, y la visibilidad de lo religioso, lo católico en este caso, en grado mucho mayor que en 1998, también tendrá su repercusión social. En sentido general creo que la visita ha sido buena, positiva, más allá de los muchos matices que una u otra parte se puedan señalar como negativos.
Ahora, yo quiero decir lo que me gustó y no me gustó, como primera impresión, y ya luego, cuando pueda leer con calma los mensajes y repercusiones, si tengo despierta la inspiración y el ánimo, comentaré a un nivel más profundo. La cobertura mediática ha sido amplia, pero los locutores, tanto de radio como televisión del país, que acompañaron los diferentes eventos mostraban una gran ignorancia en materia religiosa. Como solemos decir aquí: “Estaban perdidos”. Creo que, dados los tiempos que corren en la política actual de nuestro gobierno, deberían preparar a las personas apropiadas para cubrir este tipo de eventos. Por su parte el sacerdote, que acompañó, como en la visita de Juan Pablo II, a la comentadora de televisión, en las dos misas, usaba un lenguaje devocional y arcaico cuando explicaba lo que iba aconteciendo. Creo que es necesario elevar también el nivel de nuestro pueblo en materia religiosa, pero no retrotrayéndolo en el tiempo, sino ofreciéndole una visión más actual e inteligente de la liturgia y simbología católicas.
También me pareció inapropiado rezar el “Padrenuestro” en latín en la misa, pues la inmensa mayoría del pueblo, y unos cuantos sacerdotes, no podían rezarlo en ese idioma “oficial” de la Iglesia Católica. No hablo de algunos otros signos litúrgicos que expresan una visión tradicionalista, propios de este pontificado, pero sí llamó mi atención que el papa en sus discursos no tocó los típicos temas morales católicos, como por ejemplo, el aborto, y que sus expresiones de devoción mariana fueron siempre sobrias y al margen de la eucaristía. Eso me gusta. También quedará para la memoria afectiva la emoción del arzobispo de Santiago de Cuba en sus palabras de acogida al papa, y los aplausos espontáneos que suscitó la mención de su predecesor, Pedro Meurice. La música litúrgica, siempre cubana, la disciplina de la gente que participó en las eucaristías, y actos de recibimiento y acogida, resultan también destacables; y aunque el papa no hizo mención alguna a las “religiosas” sino a los religiosos en general, ellas estaban allí como siempre, en alegre y variada manifestación; me alegró ver algunas monjas Carmelitas Descalzas en la plaza, y a la madre Teresa María recibir la comunión de manos del pontífice.
En fin, que ahora veremos los frutos de esta visita, en nuestra Iglesia, y en el corazón de cubanos y cubanas; habrá que leer pausadamente las homilías y discursos que Benedicto XVI nos ha dejado, y aprovecharnos de su magisterio espiritual. Me sumo gozosamente a la acción de gracias por este regalo del Espíritu, a pesar de todas las críticas que se puedan suscitar en torno al viaje del pontífice a la isla.
El tiempo dirá, pero la lluvia que caía en la despedida del papa vuelve a ser un signo de esperanza para Cuba, necesita urgentemente de bendición.
Nota: Y a propósito, si la palabra “vicario” significa “en lugar de”, entonces el papa es vicario de Pedro, no de Cristo, porque Cristo es insustituible, y sigue caminando en la historia, con nosotros.
Y el latín no fue el idioma de la primera comunidad cristiana, la de Jerusalén, en todo caso el arameo o el griego Koiné.
Y es mejor decir (para evitar ambigüedades), que cada misa es reflejo, expresión, eco, del Jueves Santo, y no que el Jueves Santo Jesús celebró la primera misa. Y tampoco decir que ese día, celebrando la Pascua , en lugar del cordero habitual, tenían pan y vino; ese día seguro hubo cordero, además de pan y vino, pero el sacrificado ya no es el cordero, sino Jesús, el Cristo, que expresa de modo nuevo esa entrega sacrificial.