sábado, 27 de agosto de 2022

SOBRE LA HUMILDAD

De la reflexión de Fray Marcos para el evangelio de este domingo XXII:

 "Dice Lutero: La humildad de los hipócritas es el más altanero de los orgullos. Existen dos clases de falsa humildad. Una es estratégica. Se da cuando nos humillamos ante los demás con el fin de arrancar de ellos una alabanza. Otra es sincera, pero también nefasta. Se da en la persona que se desprecia a sí misma porque no encuentra nada positivo en ella. No es fácil escapar a esos excesos que han dado tan mala prensa a la humildad. Ninguno de los grandes filósofos griegos (Sócrates, Platón, Aristóteles) elogiaron la humildad como virtud; y Nietzsche la consideró la mayor aberración del cristianismo.

No hay que hacer nada para ser humilde. Es reconocer que eres lo que eres, sin más. Ni siquiera tendríamos que hablar de ella, bastaría con rechazar todo orgullo, vanidad, jactancia, vanagloria, soberbia, altivez, arrogancia, etc. Se suele hacer alusión a Sta. Teresa, ella dice: "humildad es andar en verdad". Se trata de conocer la verdad de lo que uno es, y además vivir (andar en) esa realidad. 

Siempre que se violenta la verdad, sea por defecto sea por exceso, se aleja uno de la humildad. No se trata de que nos convenzan de que somos una basura. Se trata de descubrir nuestro auténtico ser. Humildad es aceptar que somos criaturas, con limitaciones, sí; pero también con posibilidades infinitas, que se nos regalan. Ninguno de los valores verdaderamente humanos debe ser reprimido en nombre de una falsa humildad. No se trata de creerse ni superiores ni inferiores. Si la humildad me lleva a la obediencia servil, no tiene nada de cristiana. Muchas veces se ha apelado a la humildad para someter a los demás a la propia voluntad.

Un conocimiento cabal de lo que somos nos alejaría de toda vanagloria. No se trata de un conocimiento analítico desde fuera, sino interior y vivencial. Para conocerse, hay que tener en cuenta al ser humano en su totalidad. Eso sería la base de un equilibrio psíquico. Sin conocimiento no hay libertad. La humildad no presupone sometimiento o servidumbre a nada ni a nadie. Sin libertad, ninguna clase de humanidad es posible. Tampoco la soberbia es signo de libertad, porque el hombre orgulloso está más sometido que nadie a la tiranía de su ego.

La mayoría de las enfermedades depresivas tienen su origen en un desconocimiento de sí mismo o en no aceptarse como uno es, que viene a ser lo mismo. Ninguna de las limitaciones que nos afectan puede impedir que alcancemos nuestra plenitud. Las carencias forman parte de mí y las accidentales no pueden desviarme de mi trayectoria humana. Una visión equivocada de sí mismo ha hundido en la miseria a muchas personas. Caen en una total falta de estima y en la pusilanimidad destructora. Ser humilde no es tener mala opinión de sí mismo ni subestimarse. Avicena dijo: "Tú te crees una nada, y sin embargo, el mundo entero reside en ti".

El orgulloso no necesita que nadie le eche en cara su soberbia ni que le castiguen por su actitud. Él mismo se deshumaniza al despreciar a los demás. Tampoco es necesario que el humilde reciba ningún premio. Si no espera nada de su actitud o, mejor aún, si ni siquiera se da cuenta de su humildad, es que de verdad está en la dinámica del evangelio. La humildad va de arriba abajo. La humildad ante los superiores, la mayoría de las veces, es sometimiento y servilismo. No es humilde el que reconoce la grandeza del superior sino el que reconoce la grandeza del inferior.

La humildad no se predica, se practica. Si sientes la necesidad de parecer humilde es que no lo eres. Constantemente estamos engañándonos a nosotros mismos al creernos más que los demás. Las mentiras más comunes son las que nos decimos a nosotros mismos. Es también la que más daño nos puede hacer, porque no permite que los demás te saquen del error. Hacer las cosas lo mejor que sé no es ninguna garantía de verdad, siempre hay una manera mejor de hacerlas que ni siquiera intento descubrir. Debo estar alerta para no caer en la trampa".

Fray Marcos

viernes, 19 de agosto de 2022

OTRA VEZ HABLANDO DE LA SALVACIÓN (Domingo XXI-C).

 

La salvación, según el Diccionario bíblico abreviado (Editorial Verbo Divino, San Pablo), es el acto divino de salvar. Los seres humanos no pueden salvarse a sí mismos por la situación de pecado (estructura del mal) en la que están atrapados. Tan sólo Dios puede traer la salvación. En el Nuevo Testamento, la salvación acontece en el pasado, el presente y el futuro. Dios envió a su Hijo al mundo "para salvar a su pueblo de los pecados". El pecado fue vencido por Jesús mediante su muerte y su resurrección. Por la fe en él podemos ser ahora "salvos" (salvados). Este don gratuito se ofrece a todos, cualesquiera sean sus antecedentes religiosos, raciales o sociales

 "Todo el que clama al Señor pidiendo ayuda será salvo", Los cristianos son ya "salvos" porque poseen ya el perdón y la vida nueva, pero no experimentamos el pleno sentido de la salvación sino progresivamente, y hasta el fin de los tiempos, con la segunda venida de Jesucristo. Entretanto, están "siendo salvados". 

 En el Antiguo Testamento, la salvación es más que una simple liberación espiritual. El acto principal de salvación tuvo lugar cuando Dios liberó a los israelitas de su esclavitud en Egipto. El Nuevo Testamento enseña también que la salvación de Dios afecta a mucho más que a la vida "espiritual" de una persona, sino que abarca la totalidad de esta. Casi una tercera parte de las referencias que en el Nuevo Testamento se hacen a la salvación aluden a la liberación de males específicos como el encarcelamiento, la enfermedad y la posesión diabólica. Cuando uno llega a ser cristiano, la salvación de Cristo afecta a la totalidad de la vida: tanto a la vida física como a la espiritual. Pero ninguna parte de la persona poseerá integridad total, hasta que haya sido "salvada" finalmente con motivo de la segunda venida de Cristo.


En otro diccionario, el Abreviado de Pastoral, también se habla de la SALVACIÓN en los sentidos bíblicos de sanar, ayudar, unir y liberar. Pero, me interesa destacar su llamada de atención sobre los modos reductivos de entender el término. Un peligro frecuente es reducir la salvación al ámbito puramente espiritual, como si se tratara sólo de superar los pecados, entendidos estos generalmente como faltas individuales. El otro peligro subraya excesivamente el aspecto corporal de la salvación, descuidando el aspecto moral que esta necesariamente implica. Es decir, que la salvación acontece siempre de modo personal y comunitario (nunca nos salvamos solos), y tiene que ver con convertirnos también nosotros en "salvación" (cauces de salvación) para los demás. 

Al hablar de SALVACIÓN también podemos usar la conocida frase del "Ya, pero todavía no"; es decir, ya participamos de la salvación que gratuitamente nos trajo Cristo, pero que esa salvación se haga vida en nosotros y se irradie desde nosotros, es la tarea de todo cristiano. Anunciar la salvación que trajo Cristo con el testimonio de la propia vida: una vida inquieta, triste, amargada, temerosa, no habla de experiencia de salvación. 

Enrique Martínez Lozano escribe a propósito del mismo texto bíblico para este domingo: "Frente a la pregunta característica del yo religioso, siempre preocupado, o incluso obsesionado, por "su" salvación, Jesús anima a "entrar por la puerta estrecha"... esta imagen evoca la necesidad de "soltar" todo como medio para experimentar la Vida que somos. Cuanto más soltamos, más fuertes somos. Al soltar todo, que es la muerte, se nos regala la Vida". 


martes, 9 de agosto de 2022

FE E IDEOLOGÍA (2)

“La fe no exige creer cosas, sino que consiste en descubrir los significados que tienen los acontecimientos. De ahí que el creyente es aquel que ha empalmado con la fuente de lo real y con aquello que da sentido a las cosas; es el que ha descubierto y aceptado el poder de Dios como la única forma de su existencia. Por eso la fe, a diferencia de la ideología, enfrenta al ser humano con su verdadera condición y le hace encontrarse consigo mismo en el seguimiento al Señor Jesús

El camino de la fe sitúa al ser humano en la verdad y le enfrenta con su genuina condición humana; es decir, alcanza su ser total en una realización y concreción que se hace cada día. La ideología, como algo preestablecido por intereses e intenciones, impone unos comportamientos y caminos fijos, al margen de las exigencias de la verdad. En consecuencia, la fe libera y se realiza en la lucha por alcanzar la libertad, mientras que la ideología fanatiza al hombre, lo convierte en sectario e intolerante en hombre de su verdad, lo esteriliza para apreciar otros valores y verdades, e intenta dominar la totalidad desde las convicciones de su pequeña parcela.

Mientras la ideología habla de Dios a partir de un sistema intelectual que pretende saber todas y cada una de las cosas de él y en su nombre intenta regular todas y cada una de las acciones del hombre, el ser humano se acerca al Dios de la fe de un modo totalmente distinto: a tientas, sin formulaciones racionales que lo fijen, pisando las mismas huellas que le llevan al encuentro consigo mismo”.

(José Ramón Guerrero, El Otro Jesús).

DESCUBRIR TU PROPIO EVANGELIO

Cada hombre y cada generación ha de experimentar, descubrir y redactar su propio evangelio sobre Jesús. Si la primera comunidad cristiana no tuvo uno sino cuatro evangelios acerca de Jesús de Nazaret, acomodando de este modo su mensaje a culturas y situaciones concretas y determinadas, la comunidad creyente de nuestros días ha de descubrir y formular su evangelio. “Existe ciertamente un solo Cristo, pero muchas cristologías. Al único Cristo no lo posee nadie, una cristología la posee cada uno”. La comunidad creyente ha de retener, pues, de Jesús no una serie de detalles más o menos episódicos y legendarios de su vida, sino la orientación general y la actitud fundamental de que se desprende de su existencia vivida entre los hombres y para los hombres. Únicamente así su vida sirve no tanto para una “citación” de estos o aquellos pasajes, sino para una auténtica “significación” en lugares y tiempos diversos”.

 (José Ramón Guerrero, El Otro Jesús).

domingo, 7 de agosto de 2022

DESCUBRIR EL TESORO, QUE ES DIOS...

"Si hemos descubierto el tesoro que es Dios, no hay lugar para el temor
. A las instituciones no les interesa la idea de un Dios que da plena autonomía al ser humano, porque no admite intermediarios. Para ellos es mucho más útil la idea de un dios que premia y castiga, porque en nombre de ese dios pueden controlar a las personas. La mejor manera de conseguir sometimiento es el miedo. Eso lo sabe muy bien cualquier autoridad. El miedo paraliza a la persona, que inmediatamente tiene necesidad de alguien que le ofrezca su ayuda para poder conseguir aquello que ya poseían plenamente antes de tener miedo.

Cuentan que una madre empezó a meter miedo de la oscuridad a su hijo pequeño. El objetivo era que no llegara nunca tarde a casa. Con el tiempo, el niño fue incapaz de andar solo en la noche. Eso le impedía una serie de actividades que hacía muy difícil desarrollar su personalidad. Entonces la madre, fabricó un amuleto y dijo al niño: esto te protegerá de la oscuridad. El niño, convencido, empezó a caminar en la noche sin ningún problema, confiando en el amuleto que llevaba colgado del cuello. ¡Sin comentario!

No debo confiar en un Dios externo sino en mi propio ser que tiene a Dios como fundamento y me proporciona posibilidades infinitas desde dentro de mí mismo. Esto es lo que significa: “vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. El dios araña que necesita chupar la sangre al ser humano no es el Dios de Jesús. El dios del que depende mi futuro, no es el Dios de Jesús. El dios que me colmará de favores cuando cumpla su santa voluntad, no es el Dios de Jesús. El Dios de Jesús es don total, incondicional e irrevocable.

El Padre ha tenido a bien confiaros el Reino. Este es el punto de partida. No tengáis miedo, estad preparados, etc., depende de esta verdad. Si el Reino es el tesoro encontrado, nada ni nadie puede apartarme de él. Todo lo que no sea esa realidad absoluta, que ya poseo, se convierte en calderilla. Nuestra tarea será descubrir el tesoro, todo lo demás surgirá espontáneamente. El Reino es el mismo Dios escondido en lo más hondo de mi ser. Los demás valores deben estar subordinados al valor supremo que es el Reino".

Fray Marcos

sábado, 6 de agosto de 2022

HISTORIA DE LA IGLESIA: LA CUESTIÓN DEL "FILIOQUE".

Para los que no han estudiado historia de la Iglesia o teología, este tema puede resultar desconocido, pero es importante para entender mejor uno de los momentos en que los cristianos se dividieron en una Iglesia de Oriente y otra Iglesia de Occidente, mucho antes de la Reforma protestante. Así lo narra Justo Luis González en el segundo tomo de su "Historia del pensamiento cristiano"; está escrito de manera sencilla, comprensible para cualquiera que se interese en el tema, por eso decidí compartirlo acá: 

"El símbolo Niceno-Constantinopolitano, al referirse al Espíritu Santo, dice «que procede del Padre». Esto no quiere decir en modo alguno que el Espíritu Santo proceda del Padre y no del Hijo, pues en el siglo IV esta cuestión no se debatía, y los obispos reunidos en Constantinopla no tenían interés alguno en definir la procedencia del Espíritu Santo en términos exactos. Aún más, tanto en el Oriente como en el Occidente se acostumbraba dar un lugar al Hijo en esa procedencia, si bien en el Occidente la mayoría de los teólogos decía que el Espíritu Santo procedía «del Padre y del Hijo», mientras que en el Oriente se acostumbraba decir que procedía «del Padre por el Hijo». 

En el Occidente, por razones que no son del todo claras, algunos comenzaron a interpolar en el símbolo Niceno-Constantinopolitano la fórmula «y del Hijo» -filioque- para significar la doble procedencia del Espíritu Santo, diciendo entonces «que procede del Padre y del Hijo». Si bien los orígenes de esta interpolación se pierden en la penumbra de la historia, todo parece indicar que surgió en España, y que de allí pasó a las Galias y al resto de occidente. 

En época de Carlomagno, cuando las relaciones entre el reino franco y el gobierno de Constantinopla eran tensas, la cuestión del filioque salió a la superficie como motivo -o quizá más bien como excusa- de largas controversias. En los Libros Carolinos, del año 794, se llega a afirmar la heterodoxia de la antiquísima fórmula oriental según la cual el Espíritu Santo procede «del Padre por el Hijo». En la capilla palatina de Aquisgrán se cantaba el símbolo con el filioque interpolado y allí lo recibieron algunos monjes latinos de Jerusalén quienes al regresar a la Santa Ciudad fueron objeto de virulentos ataques por parte de los orientales, que los acusaban de innovadores y de herejes. En un concilio celebrado en Aquisgrán en el año 809, los obispos francos confirmaron la opinión según la cual la fórmula griega era herética, y la procedencia del Espíritu Santo «del Padre y del Hijo» (filioque) era parte necesaria de la ortodoxia. 

Para esto se basaban en los escritos de los antiguos padres latinos, y más tarde recibieron el apoyo de varios teólogos carolingios. En ese momento la firmeza del Papa León III evitó un cisma entre Oriente y Occidente, pues el Papa se mostró inflexible ante toda interpolación en el símbolo Niceno-Constantinopolitano, y de este modo se evitó que la cuestión desembocara en una disputa entre las autoridades eclesiásticas de Roma y las de Constantinopla. Empero la oposición de León III no fue suficiente, y a la postre toda la rama latina de la Iglesia llegó a repetir el símbolo con el filioque. 


A partir de entonces (y ya en el año 867, cuando el cisma de Focio) la cuestión del filioque ha sido uno de los factores que más han contribuido al distanciamiento entre el cristianismo occidental y el oriental

 ¿ Qué consideraciones estaban envueltas en la cuestión del filioque?
Había consideraciones de dos órdenes, y desgraciadamente quienes intervinieron en la disputa rara vez supieron distinguir entre ambos. La excepción más notable en esto es el Papa León III. Por una parte se planteaba la ortodoxia de la interpolación misma. Por otra, estaba en juego el derecho de concilios posteriores, o de cualquiera otra autoridad eclesiástica, de cambiar o interpolar el antiguo símbolo Niceno-Constantinopolitano. Estas dos cuestiones se confundieron en la disputa de tal modo que buena parte de la labor teológica se dedicó, por parte de los occidentales, a mostrar la ortodoxia y la necesidad del filioque y, por parte de los orientales, a mostrar la heterodoxia de quienes interpolaban el credo. Así se llegó a caricaturizar posiciones y a subrayar diferencias que eran en realidad insignificantes. 

Había, empero, cierta justificación teológica, que prestó fuerza y contenido a los conflictos políticos y a la cuestión disciplinaria de la interpolación en el credo. Se trata de la vieja diferencia entre el modo en que los orientales, a partir de los Capadocios, concebían las relaciones entre las personas de la Trinidad y el modo en que la concebían los occidentales, siguiendo a Agustín. 

Para los orientales, era necesario afirmar el origen único de la Trinidad. Solo puede haber una fuente en el ser de Dios, y esa fuente es el Padre. ¿No procede entonces el Espíritu Santo también del Hijo? No en el mismo sentido en que procede del Padre, pues el Padre es la fuente de su ser, y el Hijo no lo es. De aquí la fórmula: «del Padre por el Hijo». 

Para los occidentales, por otra parte, el Espíritu Santo es el amor que une al Padre y al Hijo. Puesto que este amor es mutuo, debe decirse que el Espíritu procede «del Padre y del Hijo». Esto no quiere decir que haya dos fuentes últimas, pues el Hijo no es su propia fuente, sino que es engendrado por el Padre. 

En todo caso, la disputa nunca se resolvió, y a través de los siglos continuó estorbando todo esfuerzo de acercamiento entre las dos alas de la Iglesia Cristiana".