lunes, 31 de agosto de 2020

LEYENDO LOS EVANGELIOS...


Lucas 4, 16-30
: Jesús inaugura su ministerio en la sinagoga de Nazaret. El rechazo de Jesús por sus paisanos justifica que el ministerio de Jesús se realice luego en Cafarnaúm. Aunque Lucas toma muchos elementos de Marcos, luego los ordena o amplía a su manera para conformar su propia visión teológica. Mientras que Mc dice que Jesús enseñó un sábado en la sinagoga, Lucas ofrece también el contenido de esa enseñanza, con un texto de Isaías, programático del ministerio de Jesús. Único texto en los cuatro Evangelios que atestigua que Jesús sabía leer. El mensaje parece apuntar a los muchos discípulos de clase pobre que han llegado a la Iglesia por la predicación de Pablo, y también a la referencia a los extranjeros. En el rechazo a Jesús Lucas no incluye a su familia o parientes, como sí hace Marcos; también aumenta la reacción de los habitantes de Nazaret, que incluso quieren matar a Jesús, como un anuncio de su destino final. 

Tres aspectos que resalté hoy en mi predicación: La fuerza de Dios está escondida o detrás de lo frágil, lo débil, lo pequeño; la actualidad de la Palabra, que no es un texto del pasado, sino acción presente de Dios en la historia; la presencia del Espíritu, acompañando siempre a la Iglesia, sobre todo en momentos de dificultad.

Manuel de Jesús, ocd

GANAR LA VIDA

Para este domingo (XXII), el Evangelio que se proclama es continuación del de la semana anterior; Jesús anuncia su pasión, y Pedro le dice que no puede ser de esa manera. Jesús le reprende y le dice: Ponte detrás de mí, Satanás, porque piensas como los hombres, no como Dios. A partir de ahí, Jesús pone las tres condiciones del seguimiento: negarse a sí mismo, cargas con la cruz y seguirle. GANAR LA VIDA del único modo posible: perdiéndola (entregándola). Palabras de Pablo: “Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”. Otra frase: La vida se nos da, y la merecemos dándola. El que se guarda para sí, egoístamente, en realidad pierde lo recibido y por tanto su vida carece de sentido. Invita el apóstol en la segunda lectura: “Les invito a ofrecerse (entregarse) como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: este es el verdadero culto”. Frente a las actitudes que se promueven a nuestro alrededor (egoístas, buscan no dar o darse, sino recibir, acumular, incluso quitar), una actitud nueva: transformarse interiormente, nueva mentalidad, desde un profundo discernimiento de lo que Dios ES y quiere: “Lo bueno, lo aceptable, lo perfecto”. Pero esto resulta imposible si no me arriesgo, si no confío, sino salgo decidido a abrazar lo nuevo que Dios da a cada momento; es necesario dejarse seducir por él. Entonces mi vida, convertida en Palabra de Dios, podrá ser rechazada, ignorada o burlada, pero ese fuego ardiente interior que arde en mí no podrá contenerse, ni por mí mismo. Los cristianos somos profetas enviados o sembrados en el mundo para comunicar la Buena Nueva: cuidado con perder el sentido de nuestra vocación, de nuestra misión; cuidado con el “eso no puede pasarle a la Iglesia, eso no puede pasarme a mí” porque soy cristiano, desde una mentalidad triunfalista o voluntarista. Para un discípulo solo cabe el “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

Pensar: ¿qué significa para mí hoy “negarme a mí mismo”? No es negar lo que soy en Él, que es mi verdadera identidad, sino lo que quiero ser sin Dios.

¿Qué significa “cargar mi cruz”? Abrazar mi propia realidad, viéndola como el camino por el que alcanzo la mayor bendición, aún con el desgaste, el sufrimiento, que pueda implicar para mí.

¿Qué significa hoy para mí “seguir a Jesús”? Aquí la respuesta es más personal, más íntima, más honda. Pero constato que exige todo lo anterior, y luego la confianza total en su promesa; porque: “Si lo negamos, él también nos negará, pero si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

Manuel de Jesús, ocd

martes, 11 de agosto de 2020

ELOGIO DEL GATO



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pondsofrm
·
Piénsalo bien
antes de conseguir un gato.
Te hará creer que fuiste tú
Quien lo encontró
En medio de la calle
En un contenedor
dentro de un refugio.
Te hará creer que fuiste tú
Quien lo ha salvado
Que conocerlo fue obra de la suerte
pura casualidad
cuando en realidad estaba ahí 
esperándote
porque era una cita
desde siempre.


Piénsalo bien antes de conseguir un gato.
En esos ojos se entra una vez
y luego no vuelves a salir.
Que sepas que de ese amor
puro puro
Infinito y callejero
Nunca más podrás liberarte.
Los gatos aman por voluntad
no por necesidad, no por instinto
Los gatos aman porque son libres.

Piénsalo bien antes de conseguir un gato
porque decir que lo tienes es un término inadecuado, 
descuidado.
Mal.
Un gato no se tiene ni se adopta
Un gato se guarda.
Y recuerda que tendrás que aceptar su caos
Su elegante arrogancia
Sus momentos de desmedida dulzura
Cuidar su soledad
De sus momentos de encantadora ausencia.
Pensados como en una primera cita
Que cada instante se repite.
Debes rodearlo de atención, siempre
Como un amante corteja a su dama
Con dulces palabras
e infinitas caricias.
Debes saber que a cada instante el sabe donde estás
como te sientes
Y lo que necesitas para ser feliz.

Piénsalo bien antes de conseguir un gato
Porque nadie más que él
Sabe de lo que está hecho el amor.
Hablo del respeto de sus espacios
y de sus propios ánimos.
Hablo de la necesidad de esconderse
A veces y a veces
de todo y de todos.
Hablo de saber reconocer
cuando es inútil insistir
Porque acercarse a veces es perder
Y cuando insistir en cambio
Es la única manera de volver a estar cerca.
Hablo del arte
De saber mirarse desde lejos
donde cada cosa compra su forma.
Hablo de saber reconocer la maravilla
De quererse ambos
En esos momentos de rara belleza
Que quedan grabados para siempre.
Hablo de cuando de repente
De la nada más absoluta
Se enciende la locura
y empiezan a correr como locos
Jugando como niños
Graciosos y ridículos
cómo darse cuenta
Que la felicidad debe ser abrazada
rayada, protegida.
Porque puede durar únicamente un rato.

Pero sobre todo
Piénsalo bien antes de conseguir un gato
Porque llegará el día que tengas que despedirte.
Y te sorprenderá de nuevo
como lo ha hecho toda su vida.
Mientras ya no puede mantenerse de pie.
Mientras está tumbado hace días allí
En el mismo lugar de la casa
donde eligió morir.
Mientras no quiere a nadie quiere cerca, excepto tú.
Y con las últimas fuerzas todavía te grita su amor.
Los maullidos que le salen extraños y apagados, desafinados.
Pero que recordarás
como el canto más dulce
Que se te haya permitido escuchar.
No trates de olvidar ese dolor, de superarlo.
No se puede.
Una parte de ti se apagó con él.
Una parte de ti, se perdió, para siempre.

Publicado por Andrew Faber
(Tomado de Facebook)

sábado, 8 de agosto de 2020

PEDRO CASALDÁLIGA IN MEMORIAM...

AMOR CELOSO

Tú pides,
pides siempre,
pides mucho,
Señor.
Lo pides todo.
Te gusta ir entrando, como un fuego,
vida adentro de aquellos que te aman
y abrasarles las horas, los derechos, el juicio.
Tú haces los eunucos y los locos del Reino.
Abusas del amor
de los que son capaces
de abusar de tu Amor.



No muchos, más bien pocos.

(Todos podrán salvarse,
pocos quieren salvarte plenamente).

Teresa de Jesús, que lo sabía
de andar trochas y noches del Carmelo,
te lo advirtió. Inútilmente, claro.
Sigues siendo el Total,
la zarza ardiendo
sobre el Horeb de todos los llamados.

Delante de tu Gloria, Amor celoso,
no hay más gesto posible que descalzar el alma.
Tú eres. Tú nos haces.
Calcinándonos,
el Viento de tus llamas nos liberta.
Tú nos amas primero, en todo caso.

Pedro Casaldáliga, Todavía estas palabras, Verbo Divino, Estella, 1994

CAMINAR SOBRE LAS AGUAS (DOMINGO XIX. A)

Repasando las lecturas bíblicas de este domingo XIX: buenos textos, que posibilitan compartir ideas en torno a la manera de presentar la fe, de ser cristiano, ahora mismo en nuestro mundo, con las dificultades inherentes a él. 


Elías (1 Reyes 19, 11-13) huye y se refugia en el monte de Dios, allí donde Moisés recibió la Ley; se esconde en una cueva. Pero Dios le dice: sal fuera, y mírame pasar… no soy terremoto, ni huracán, soy brisa suave… regresa de donde viniste, es allí en medio de la historia donde te necesito, donde debes encontrarme y anunciarme. 

San Pablo, escribiendo a los Romanos (9, 1-5), no condena iracundo a los judíos, su pueblo, el pueblo de Jesús, porque no quieran convertirse; al contrario, dice que sería capaz de aceptar ser aborrecido de Dios y separado de Cristo, si así pudiera favorecer a los de su sangre. 

Finalmente, en el Evangelio (Mateo 14, 22-33), mientras Jesús despide a la gente y ora en solitario, los discípulos se adelantan viajando en barca hasta la otra orilla, y así se ven en medio de la tempestad. Reacción: miedo, incluso de Jesús cuando le ven venir; pero Él les conforta: Soy Yo, no tengan miedo

Dice el Comentario Bíblico: “La barca de la que se habla es símbolo de la comunidad, es el lugar donde ha de vivirse la experiencia de la fe. Está llamada a experimentar la presencia de Dios en medio de las contradicciones de la historia”. Adheridos al Dios que se revela en la historia, se llega a lugar seguro, y permite descubrir la novedad de Dios en medio de los acontecimientos cotidianos. La fe no nos da ventaja en el sentido de exonerarnos de las dificultades y contrariedades de la vida. Jesús nos invita a caminar sobre el mar (por encima de la tempestad, de las olas encrespadas); no para desafiar la física, sino para asumir la historia, la vida, los contextos y lugares concretos donde hoy vivimos la fe de una manera humanizadora y esperanzadora. Los seguidores de Cristo miramos más lejos, tenemos visión de la orilla hacia la que navega nuestra barca. 

Al respecto, escribe José Antonio Pagola: “No hemos de confundir nunca la fe con la mera afirmación teórica de unas verdades o principios. Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una peculiar concepción del ser humano, su tarea y su destino último. Pero ser creyente es algo más profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una apertura confiada a Jesucristo como sentido último de nuestra vida, criterio definitivo de nuestro amor a los hermanos y esperanza última de nuestro futuro. Por eso se puede ser verdadero creyente y no ser capaz de formular con certeza determinados aspectos de la concepción cristiana de la vida. Y se puede también afirmar con seguridad absoluta los diversos dogmas cristianos y no vivir entregado a Dios en actitud de fe. Mateo ha descrito la verdadera fe al presentar a Pedro, que «caminaba sobre el agua» acercándose a Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra firme. Apoyar nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos y definiciones. Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra confianza en él”. 

En ese mismo sentido escribe Fray Marcos: “También hoy, el viento es contrario, las olas son inmensas, las cosas no salen bien y encima, es de noche y Jesús parece no estar presente. Todo apunta a la desesperanza. Pero resulta que Dios está donde menos lo esperamos: en medio de las dificultades, en medio del caos y de las olas, aunque nos cueste tanto reconocerlo. La gran tentación ha sido siempre que se manifestará de forma portentosa (el Dios que buscaba Elías). Seguimos esperando de Dios el milagro. Pero Dios no está en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego. Es apenas un susurro” (...un latido, el de la vida). 

Algunas ideas interesantes de Fray Marcos, respecto al texto del Evangelio: parece más un relato pascual, una aparición de Jesús a sus discípulos después de la resurrección. La historia aparece en Mateo, Marcos y Juan; en los dos primeros Jesús les invita a adelantarse, en el otro ellos se van, molestos tal vez por el rechazo de Jesús a ser considerado rey. En los tres Jesús ha orado previamente, luego de haber multiplicado los alimentos, en los tres camina sobre el agua, en los tres los discípulos tienen miedo. Jesús responde siempre: Soy yo, no tengan miedo. “En el AT, el monte es el lugar de la divinidad. Jesús, después de un día ajetreado, se eleva al ámbito de lo divino. Como Moisés, la segunda vez que sube al Sinaí, va solo. Nadie le sigue en esa cercanía a la esfera de lo divino. La multitud solo piensa en comer. Los apóstoles piensan en medrar. Para superar la tentación, Jesús se pone a orar. Orar es darse cuenta de lo que hay de Dios en él para poder vivirlo. Es muy interesante descubrir que Jesús necesita de la oración, desbaratando así la idea simplista que tenemos de que él era Dios, sin más. Jesús tiene necesidad de momentos de auténtica contemplación”. 

Más de Fray Marcos: “En el relato se aprecia la visión que de Jesús tenía aquella primera comunidad. Era verdadero hombre y como tal, tenía necesidad de la oración para descubrir lo que era y superar la tentación de quedarse en lo material. Al caminar sobre el mar, está demostrando que era también verdadero Dios. La confesión final es la confirmación de esta experiencia. Esta confesión apunta también a un relato pascual, porque solo después de la experiencia de la resurrección, confesaron los apóstoles la divinidad de Jesús. 

La barca es símbolo de la nueva comunidad. Las dificultades que atraviesan los apóstoles son consecuencia del alejamiento de Jesús. Esto se aprecia mejor en el evangelio de Juan, que deja muy claro que fueron ellos los que decidieron marcharse sin esperar a Jesús. Se alejan malhumorados porque Jesús no aceptó las aclamaciones de la gente saciada. Pero Jesús no les abandona a ellos y va en su busca. Para ellos Jesús es un “fantasma”; está en las nubes y no pisa tierra. No responde a sus intereses y es incompatible con sus pretensiones. Su cercanía, sin embargo, les hace descubrir al verdadero Jesús. 

El miedo es el primer efecto de toda teofanía. El ser humano no se encuentra a gusto en presencia de lo divino. Hay algo en esa presencia de Dios que le inquieta. La presencia del Dios auténtico no da seguridades, sino zozobra; seguramente porque el verdadero Dios no se deja manipular, es incontrolable y nos desborda. La respuesta de Jesús a los gritos es una clara alusión al episodio de Moisés ante la zarza. El “ego eimi” (yo soy) en boca de Jesús es una clara alusión a su divinidad. Juan lo utiliza con mucha frecuencia. 

El episodio de Pedro, merece una mención especial ya que tiene mucha miga. Pedro siente una curiosidad inmensa al descubrir que su amigo Jesús se presenta con poderes divinos, y quiere participar de ese mismo privilegio. “Mándame ir hacia ti, andando sobre el agua”; que es lo mismo que decir: haz que yo partícipe del poder divino como tú. Pero Pedro quiere lograrlo por arte de magia, no por una transformación personal. Jesús le invita a entrar en la esfera de lo divino y participar de ese verdadero ser: ¡ven! 

Estamos hablando de la aspiración más profunda de todo ser humano consciente. En todas las épocas ha habido hombres que han descubierto esa presencia de Dios. Pedro representa aquí, a cada uno de los discípulos que aún no han comprendido las exigencias del seguimiento. Jesús no revindica para sí esa presencia divina, sino que da a entender que todos estamos invitados a esa participación. Pedro camina sobre el agua mientras está mirando a Jesús; se empieza a hundir cuando mira a las olas. No está preparado para acceder a la esfera de lo divino porque no es capaz de prescindir de las seguridades. 

El verdadero Dios no puede llegar a nosotros desde fuera y a través de los sentidos. No podemos verlo ni oírlo ni tocarlo, ni olerlo ni gustarlo. Tampoco llegará a través de la especulación y los razonamientos. Dios no tiene más que un camino para llegar a nosotros: nuestro propio ser. Su acción no se puede “sentir”. Esa presencia de Dios, solo puede ser vivida…”. 

Finalmente, la mirada siempre peculiar de Enrique Martínez Lozano: “El relato concluye con una profesión de fe hacia la que iba dirigida toda esta catequesis: “Realmente eres Hijo de Dios”. La comprensión experiencial nos permite reconocer que esa expresión no es exclusiva de Jesús –por más que él la viviera de una forma consciente y coherente–, sino que nos alcanza a todos. Somos “hijos e hijas de Dios”, es Dios expresándose en las formas o personas en las que nos estamos experimentando. 

Nuestra realidad es una paradoja porque estamos constituidos por un “doble nivel”: nuestra personalidad –el yo particular, separado, lo que creemos que somos cuando nos pensamos– y nuestra identidad –aquello que somos antes de pensarnos o cuando quitamos todo pensamiento, pura consciencia, “Yo soy” sin más añadidos–. Por decirlo brevemente, somos, a la vez, “Jesús” y “Pedro”. La clave de la sabiduría –y quizás el “mensaje” de este relato– es la siguiente
¿cómo vivirnos como “Pedro” sabiendo que somos “Jesús”? ¿Cómo vivo entre el miedo y la confianza?”.

(Textos tomados de Fe Adulta)

sábado, 1 de agosto de 2020

UNA MESA ABUNDANTE PARA TODOS (Domingo XVIII, A)

"¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura?" (Isaías 55).

 Si la Eucaristía celebra una entrega, la de Cristo, una donación, un servicio, no es posible celebrarla más que buscando una justicia mayor, metidos de lleno en la dinámica de la caridad. Sin embargo, la caridad ha sido frecuentemente falseada, reducida a consuelo de afligidos, y materialmente a la limosnas. Para recuperar su sentido primigenio, se  dijo que la caridad era amor; pero también el amor lo hemos prostituido por la retórica, volviéndolo inoperante. Lo hemos reducido a mero sentimentalismo, a pura exterioridad, a simples palabras. 


Un primer paso en el rescate del amor o la caridad ha consistido en situarla como constitutivo antropológico humano, es decir, como realidad que pertenece a su esencia, a su ser; pero no puede quedarse entonces la caridad en el ámbito personal, familiar o conyugal. La relación de amor no es simplemente yo-tú o yo-nosotros, sino también yo-pueblo, yo-hermanos. Sin praxis, sin una acción que contribuya a la transformación del mundo, no hay amor verdadero, no hay caridad. El amor cristiano es caridad política: ha de alcanzar la sociedad entera.

El prójimo en los Evangelios no es tanto el que está próximo, sino el que padece necesidad, el desheredado, el desvalido, el marginado. En nuestro mundo no solamente hay personas así, sino también grupos, clases sociales, países enteros. La liberación y su celebración cristiana en la Eucaristía y demás sacramentos sólo son posibles y creíbles a partir de la práctica concreta de una caridad "política" que abarque a todos.

Veamos cómo esto se refleja en los textos que nos propone la Iglesia para nuestra celebración de este domingo:

En la primera lectura (Isaías 55, 1-3) Dios invita a buscar lo verdadero en medio de las muchas opciones cotidianas, a encontrar lo que realmente satisface y calma ese anhelo interior que hay en cada ser humano y en la humanidad en general. "Vengan y coman", es la invitación, incluso si no tienes cómo devolver el favor; no se agoten buscando lo perecedero. 

En el Salmo (144) reconocemos que es Dios el que da en abundancia: "Abres Tú la mano y nos sacias de favores".

Si queremos, si respondemos a ese amor abundante, no habrá nada que nos pueda apartar de Él, dice San Pablo, en su Carta a los Romanos (8,35. 37-39). Jesús es la máxima expresión de la abundancia de Dios, y lo expresa en el relato de la multiplicación de los panes; él, que no usa su poder para escapar de la muerte, manifiesta la bondad infinita de Dios para con todos (Mateo 14, 13-21). 

La pregunta sería entonces: ¿Por qué hay tanta necesidad, tanto sufrimiento, tanto dolor en nuestro mundo? Porque no hay caridad, porque no hay amor, porque prima el egoísmo, y nuestros afectos son pequeños, mediocres, condicionados. ¿Somos diferentes los que nos llamamos discípulos de Cristo?

La Eucaristía no es un mero rito que debemos cumplir, es un estilo de vida, una exigencia que brota de la caridad desbordante del corazón de Cristo; al celebrarla sembramos la semilla para una cosecha grande, la del Reino de Dios, y en él, se hará realidad todo anhelo, toda justicia, todo amor. La promesa de Dios no es para unos pocos privilegiados, es para todas y todos, y nuestra fe concreta ha de ser por ello realmente "católica", es decir, abierta, universal.

Cuando participemos en la próxima Eucaristía recordemos esto: no es una devoción, un cumplimiento; es un trabajo necesario el que nos toca como discípulos (pescar, sembrar, pastorear) de modo que "Nuestra caridad no sea una farsa", sino un desafío, una aventura, la más grande de todas: construir con Cristo, y desde el amor, una nueva humanidad, en la que todos seamos hermanos, que glorifique a su Creador

Fray Manuel de Jesús, ocd