sábado, 12 de mayo de 2012

AMAURY PÉREZ VIDAL

No pretendo en estas líneas una defensa a ultranza de la obra de Amaury Pérez Vidal, pero considero que a nivel popular es uno de los autores musicales cubanos menos valorados por las nuevas generaciones, e incluso por las precedentes. Evoco las tantas caras de asombro que suscitaba entre mis iguales el hecho de expresar mi preferencia por su música, y de hecho adelanto ya que le considero, por sus textos, un gran poeta, y muchas de sus creaciones forman parte indiscutible del acervo musical de la isla. Es posible que razones extra musicales tengan mucho que ver con ese rechazo, y también acepto el criterio de aquellos que afirman que su obra es desigual, pero nada de esto hace que la música y los textos de Amaury, junto a los de otros grandes, formen parte de la banda sonora de mi propia vida, y les tenga una estima muy particular. El primer disco de Amaury que llegó a mis manos fue “Aguas” (1979), y tal vez sea esa la razón de mi preferencia. Es un disco excelente, de principio a fin, y lo escuché cientos de veces, aprendiéndomelo casi de memoria. En el año 2007 se hizo una especie de homenaje a ese disco, pero las nuevas versiones de aquellos temas inolvidables, interpretadas por otros artistas del patio, no tienen la misma magia que en la voz de su autor. A este disco pertenecen temas tan conocidos como “Hacerte venir”, “No lo van a impedir”, “Dame el otoño”, “A que te olvide”, y por supuesto “Aguas”, cuya letra provocó inquietas reflexiones adolescentes y juveniles. Textos, música, y la producción musical y orquestaciones a cargo de Ricardo E. Martínez, hacen de este disco una joya en todo sentido. La discografía de Amaury es amplia, y tal vez por esa razón no todos sus discos alcanzan el mismo nivel en cuanto a calidad. Entre los mejores a mi juicio estarían “De vuelta” (década del 80), “Encuentros” (década del 90) y “Trovador” (2003). Sin embargo, discos “menores”, como “Equilibrio” (1999) y “Sólo en septiembre”, trasmiten una especie de nostalgia que me gusta y disfruto. Y luego, no hay que olvidar el trabajo de Amaury con la poesía de José Martí y Dulce María Loinaz: otras dos joyas, inigualadas en el mundo musical de la isla, que recomiendo encarecidamente. Discos menos felices, a mi parecer resultan “Licencias de otoño”, y “Algo en común”, y aun así tienen temas salvables. Menciono algunas canciones que me gustan de modo particular: “Murmullos”, “Vuela pena”, “Canción del ángel”, “Amor difícil”, “Hará falta luz”, “Encuentros”, “Quisiera ser el viento”, “Cuando tú me querías” y “Tu amor”. Añado sus excelentes dúos con Liuba (“Sé feliz”), Anabell (“Pídeme”), y Miriam Ramos (“Ya lo ves”). Lamentablemente no he podido conseguir todos los discos de Amaury en el nuevo formato digital, y algunos logré comprarlos en Miami, ausentes de nuestras tiendas en la isla. Me gustaría volver a escuchar “Mitades”, por ejemplo. La voz de Amaury no es grande, pero su “voz interior” sí lo es; es un artista y un poeta, y en estos tiempos en que no está de moda la inteligencia, revisar sus discos y volver a escucharle, es un lujo y un bálsamo para el alma.

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