Los que no tienen rostro sino después
De cien batallas,
Los fantasmas que recorren las calles
Más solitarias,
Lo mismo en la Habana que en París,
En Miami, Barcelona y México D.F.
Los que se odian y rechazan,
Los que escapan todo el tiempo
De sí mismos.
Esos vienen ante ti en mi persona,
Dios de los pequeños y pobres
De la tierra.
Los que van por la vida mendigando
Un poco de afecto,
Los que se ocultan en las salas oscuras,
En las miradas con prisa
Y en las más frías madrugadas.
Los que acuden a los más
Insólitos lugares
Por conseguir una caricia.
Esos te ofrecen su sacrificio
En mi persona,
Dios de los últimos
Y de los olvidados.
Los que se exhiben y se esconden,
Los más frágiles y los más fuertes,
Los de la estirpe de Caín
Que el mundo odia y teme
Al mismo tiempo.
Los que tienen las alas más grandes
Y las más terrenales ambiciones,
Los que van cayendo en el camino.
Esos te preguntan por qué
En mi persona,
Dios de los milagros
Y las respuestas imposibles.
5 de febrero de 2001.