jueves, 29 de agosto de 2013

NO HAY NADA QUE ENTENDER

No entiendo nada de cuanto sucede
tampoco sé si hace falta entenderlo
la vieja mueve la rueca incansablemente como en aquellos cuentos.

¿Lo recuerdas? ¿Dónde estarán aquellas ruecas?
Ya están aquí los nuevos sueños
pero mis ojos son dos bolas de cristal y tu sonrisa es falsa
y el discurso mental tan recortado  tan ceñido  como las fuentes.
Ahora no sé si voy a entender alguna vez.
No sé si hace falta entender o si la clave es sobrevivir
andar en sueños y en la suerte de no regresar nunca
de aprender de memoria los libros que circulan
entre miembros selectos
capaces de guardarse el corazón con cuatro llaves.

Yo me pregunto y quiero saber la razón de preguntarme
porque los niños interrogan y no hay ecos
pero yo
ah pero yo sí tengo cerradas mis ventanas
mis puñales salen disparados a la próxima carta
y cuento una y otra vez todo el dinero que hace falta
para comprar la suerte equivocada
que un siglo atrás alguien me ofreció
totalmente gratis
y no quise aceptar.

Por eso no quiero entender
porque supone abrirse las heridas
volverse y revolver los agujeros
supone irse desnudando  recuperando los trozos de esa piel
que llevo a todas partes.
Mejor no entender
confiar ciegamente en la palabra
en la señal intermitente que emite mi interior
en la señal de luz que parece extinguirse alguna noche
pero siempre termina acariciando
mi cuerpo desnudo en las mañanas.

Buenos días Dios
Buenos días Vida
estoy aquí
no hay nada que entender.

Manuel Enrique Valls
(1993-1995)

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