martes, 27 de mayo de 2014

MIRANDO AL CIELO (sobre la Ascensión de Jesús)


Algunas ideas o claves para comprender y vivir el misterio de fe que celebramos:

1. Despedida y consuelo: durante la semana seguimos leyendo los discursos de despedida de Jesús a sus discípulos como preparación de la fiesta. Jesús se va, pero no nos deja huérfanos, dice. El mundo está ciego y ya no puede verle, pero el creyente ve a Jesús, le reconoce y le encuentra en medio de la vida. El ascenso de Jesús es el comienzo de una nueva cercanía, de un nuevo modo de estar Jesús en nosotros; ahora es nuestro yo interior más profundo. Cuando Jesús en su muerte y en su ascensión va hacia el Padre, sucede en nosotros un nuevo nacimiento: nacemos como nuevas personas, es la presencia viva de Jesús en lo más íntimo y hondo de nosotros lo que determina nuestro ser. Y así aprendemos que en cada despedida existe siempre la posibilidad de algo nuevo.

2. El cielo se abre sobre tu profundidad: Con Jesús ascendido, el cielo se abre también para nosotros. Alzar las manos y abrirlas en nuestra oración es un gesto que expresa el cielo abierto sobre toda mi vida y mi existencia. Arraigado en la tierra, y alzando mis manos al cielo. Ascender no significa huir de la tierra, riesgo siempre presente para los devotos. Solo cuando tengamos el valor de trepar por nuestra humanidad, el Cielo se abrirá para nosotros. En los momentos de prueba y oscuridad, recordar que tenemos una conexión interior con lo eterno, con el amor infinito que vence la muerte.

3. El cielo está en ti: Pero no debemos buscar el Cielo sólo en lo alto. Cuando los discípulos miran extasiados a lo alto, les dicen: ¿Qué hacen ahí mirando al cielo? Vayan a Galilea…. El Cielo no debe buscarse en cualquier parte, sino en nosotros, en nuestra propia historia, en el camino de la humanidad. Somos, dijo uno de la Padres de la Iglesia, portadores del Cielo y caminantes hacia el Cielo, peregrinos, pues portando al Dios del Cielo, somos el Cielo. El Cielo está en nosotros y entre nosotros, porque Cristo está en nosotros y entre nosotros. Dios está escondido en el corazón del hombre, y donde Dios está, dirá Teresa, es el Cielo.

4. El Maestro interior: Cuando Jesús asciende, ya no podemos seguirle exteriormente, pero Jesús se va para quedarse de una manera nueva: se convierte en nuestro maestro Interior. El Maestro Interior habla a través de nuestros pensamientos y sentimientos, a través de nuestros sueños, a través de nuestro cuerpo, de las muchas inspiraciones que nos imparte diariamente, si escuchamos con atención… Para ello debemos ahondar en el conocimiento de Jesús.

5. Elevados sobre nosotros mismos: Cuando Jesús asciende al Cielo nos lleva con él en su naturaleza humana; nuestra humanidad ha sido elevada con él: nuestra vitalidad y sexualidad, nuestros miedos, anhelos, necesidades y pasiones, nuestras fortalezas y debilidades. En esta fiesta recibimos una nueva imagen de la humanidad. Nuestra humanidad no está cerrada en sí misma, sino abierta a Dios, invitada a subir, caminando hacia la plenitud de la promesa. Siempre estamos en camino hacia Dios…

6. Alegría pascual en lo cotidiano: Los discípulos se llenaron de gozo, porque remitidos a la experiencia de la cotidianidad, allí en la vida y el trabajo, encontrarían a Jesús de una manera nueva. Debemos llevar el Cielo a lo cotidiano, donde hay infierno, donde imperan el vacío y el sin sentido. El gozo del Resucitado agranda el corazón y nos abre al encuentro con los demás. Un corazón estrecho y cerrado no puede experimentar la alegría del Resucitado.

7. Somos el linaje de Dios: En la ascensión de Jesús se nos muestra la dignidad humana, llamada a la unión con Dios en el amor. A través de su ascensión, Cristo nos ha elevado hacia Dios. Podemos decir: “Somos del linaje de Dios” A cualquier lugar donde vayamos, donde nos movamos, estamos inmersos en Dios, envueltos en su presencia amorosa y sanadora. Respiramos en Dios, lloramos en Dios, nos alegramos en Dios. Vida verdadera es sólo la vida en Dios, porque Dios es el verdadero ser. “En Dios vivimos, nos movemos y existimos”.


(Recreación de ideas de Anselm Grün
en “La resurrección de cada día”)

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