"Necesitamos espiritualidad como necesitamos
respirar. Hoy todavía, hoy sobre todo. Avanza el siglo XXI, y persiste la
crisis, más aun, se agrava. La crisis económica es una crisis política. La
crisis política es una crisis ética. La crisis ética es una crisis cultural. La
crisis cultural es una crisis espiritual. Todas las crisis son una, como son
uno el grito de la tierra y el grito de los pobres, el grito de la vida. Los
pobres, la Tierra, la Vida reclaman una “valiente revolución cultural”, como ha
escrito el papa Francisco. Y no será posible una revolución cultural sin una
espiritualidad profunda.
Una espiritualidad de la vida. De la
sensibilidad y del cuidado, de la emoción de la belleza, de la fe en la bondad.
Una espiritualidad profética: realista, sí, pero también crítica e insumisa;
pacífica, sí, pero también subversiva de todos los sistemas que nos ahogan. Una
espiritualidad de la paz y de la justicia, pues no puede existir la una sin la
otra. Una espiritualidad política, para una política planetaria digna de ese
nombre, no prisionera de la Bolsa y de los paraísos fiscales.
Una espiritualidad que nos haga admirar el
Misterio Que Es en el cosmos sin medida, en el cielo estrellado, en la
piedrecilla del camino, en la hoja que vuelve a brotar, en los ojos de un niño,
en el rostro de un refugiado o de un inmigrante. Una espiritualidad que nos
abra los ojos para contemplar el universo como un inmenso corazón que late, la
Tierra como un gran organismo que respira y quiere seguir respirando. Una
espiritualidad que nos llene de asombro, respeto y humildad, de profunda compasión
y ternura por todo lo que es, sufre y goza. Somos hermanos de todos los seres.
Somos interser. Todos los seres intersomos.
Una espiritualidad que nos enseñe a estar
presentes: a nosotros mismos, al otro, a todos los seres. A vivir el presente,
sin aferrarnos al pasado ni temer el futuro, y a desapegarnos cada día de la
ilusión de nuestro ego, fuente de tanto sufrimiento. Una espiritualidad que nos
enseñe a vivir en la Presencia Buena que lo envuelve todo y habita en todo. A
vivir atentos a lo Real que se manifiesta y se va haciendo, sin cesar, en todo
lo real. A ser libres y hermanos. A escuchar el grito de los seres heridos. A
presentir y acoger la Paz que sostiene y mueve todo, a sumergirnos en ella
tanto en la meditación como en la acción.
Una espiritualidad con religión o sin
religión, pero siempre más allá de la religión en cuanto sistema de creencias,
ritos y normas, bajo la autoridad de un clero sagrado y masculino. La
espiritualidad se está emancipando de las religiones: he ahí uno de los rasgos
fundamentales de la revolución cultural de nuestro tiempo, ya emprendida hace
2.500 años por Confucio y Laozi en China, por Buda y Mahavira en la India, por
Isaías y Jeremías en Israel, por Heráclito y Parménides en Grecia. Y luego por
Jesús.
¿Se abrirá nuestra sociedad, laica por fin, a
la brisa, al Silencio, al Misterio creador que une y mueve todo? ¿Se librarán
nuestras religiones tradicionales, el cristianismo y el islam en especial, de
sus lenguajes, creencias y estructuras del pasado? ¿Se dejarán prender por la
chispa, la llama, el fuego de Pentecostés? "
JOSÉ ARREGUI
(imagen: óleo de la pintora cubana Silvia R.Rivero)
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