Hoy habla la
Palabra acerca de la LEY, como expresión de la voluntad de Dios para Israel,
cuanto este quiso imitar a otros pueblos vecinos. La Ley que entregó Moisés al
pueblo, de parte de Dios, busca establecer relaciones justas entre Dios y su
pueblo, entre los israelitas entre sí, y
de estos con otros pueblos. Dios es y se
manifiesta como un dios de justicia, y por eso, dentro del conjunto de una LEY,
establece el sábado como día en que se hace memoria de la justicia de Dios, y
se reflexiona en cómo hacerla presente.
Me gusta especialmente esta frase que leemos hoy en la primera lectura: “Recuerda
que fuiste esclavo en Egipto…”. La Ley es garantía de la libertad que recibe el
pueblo de Dios, y por ello debe cuidarla y no quitarla a los demás. Dios es
garantía de esa libertad, y por ello es necesario el descanso del sábado, para
HACER MEMORIA, memoria “sagrada”, que es lo mismo que decir liberadora.
Jesús viene a decir, sin embargo, que hacer el
bien está más allá de la ley, cuando esta se absolutiza, se vuelve rígida, como
una camisa de fuerza, y acaba en contradicción con tender la mano, servir, a
quien lo necesita. Algunas personas, decimos que son LEGALISTAS, cuando se
aferran a un cumplimiento estricto de la Ley, como absoluta, y por encima de
las necesidades concretas, en un tiempo y un espacio determinados. Cuando Jesús
sale a os caminos “para hacer el bien”, parece que la ley, mal entendida, mal
aplicada, se lo prohíbe.
Jesús no niega la ley, y suponemos que fue un
hombre cumplidor de los preceptos religiosos de su tiempo, pero rechazó lo absoluto
de esa ley: Dios ha dado una ley para que sirva al bienestar de su pueblo, no
puede convertirse en una valla, en un muro, que impida hacer el bien en
momentos y situaciones concretas. Tampoco el proyecto de Jesús, el Reino de
Dios, la Nueva Humanidad, puede estar
basado en el mero cumplimiento de una ley religiosa, de una religión; exige ir
más lejos, atreverse, aventurarse. Con palabras del Evangelio: Ponerse en camino, Remar mar adentro, ser
pescador de hombres, dar la vida, disponer del sábado…
La segunda lectura nos invita pues a no tener
miedo de vivir real y plenamente el Evangelio, el proyecto de justicia,
fraternidad y amor de Jesús. Nos invita a no quedarnos en el mero cumplimiento
de una ley religiosa, a no quedarnos en los “Diez Mandamientos”, y poner
delante las “Bienaventuranzas”, que es la invitación de ir siempre más lejos, y
preguntarnos, como hizo Jesús: ¿Qué permite la Ley, hacer lo bueno o hacer lo
malo, dejar morir a un semejante o darle una nueva vida?
Nosotros, es importante recordarlo, hemos recibido un tesoro,
una bendición, y somos llamados a llevar
bendición a los otros; ese tesoro está depositado en una vida frágil, “en
vasijas de barro”, por ello no olvidemos nunca nuestra propia historia de amor
y desamor con Dios (no olvidemos que fuimos esclavos en Egipto), para desafiar
los límites de la Ley, e irse siempre más allá, mar adentro, cuando nos toque hacer
el bien. En Cristo, el camino no es limitar la vida con la ley, entendida como absoluto y por encima de las personas concretas, sino ir de la
ley a la vida, a la plenitud del amor, en quien toda ley queda superada.
P.Manuel Valls, ocd.
P.Manuel Valls, ocd.
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