“La fe no exige creer cosas, sino que consiste en descubrir los significados que tienen los acontecimientos. De ahí que el creyente es aquel que ha empalmado con la fuente de lo real y con aquello que da sentido a las cosas; es el que ha descubierto y aceptado el poder de Dios como la única forma de su existencia. Por eso la fe, a diferencia de la ideología, enfrenta al ser humano con su verdadera condición y le hace encontrarse consigo mismo en el seguimiento al Señor Jesús.
El camino de la fe sitúa al ser humano en la verdad y le enfrenta con su genuina condición humana; es decir, alcanza su ser total en una realización y concreción que se hace cada día. La ideología, como algo preestablecido por intereses e intenciones, impone unos comportamientos y caminos fijos, al margen de las exigencias de la verdad. En consecuencia, la fe libera y se realiza en la lucha por alcanzar la libertad, mientras que la ideología fanatiza al hombre, lo convierte en sectario e intolerante en hombre de su verdad, lo esteriliza para apreciar otros valores y verdades, e intenta dominar la totalidad desde las convicciones de su pequeña parcela.
Mientras la ideología habla de Dios a partir de un sistema intelectual que pretende saber todas y cada una de las cosas de él y en su nombre intenta regular todas y cada una de las acciones del hombre, el ser humano se acerca al Dios de la fe de un modo totalmente distinto: a tientas, sin formulaciones racionales que lo fijen, pisando las mismas huellas que le llevan al encuentro consigo mismo”.
(José Ramón Guerrero, El Otro Jesús).
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