Bendecir no es exclusivamente aprobar ni reconocer que un comportamiento está libre de errores e imperfecciones. De lo contrario ¿quién podría ser bendecido? También la Escritura conoce situaciones problemáticas donde desciende la bendición divina. Para muestra un botón búsquese la bendición de Isaac al mentiroso de su hijo Jacob en Génesis 27.
Bendecir significa también alabar el bien que existe, aunque limitado, y confiar en la misericordia de Dios para que este bien pueda crecer.
Bendecir es en último término estar en sintonía con la mirada de Dios sobre sus criaturas, mirada de bondad, mirada de compasión, mirada que no se arrepiente nunca de su creación ni deja de animarlas para que avancen, cada una por su propio sendero, hasta la comunión plena del Reino.
Bendecir es desear bien, y Dios no sabe hacer otra cosa.
Para leer el documento vaticano:
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