Con la celebración este domingo del BAUTISMO DE JESÚS cerramos la primera etapa del año litúrgico, para adentrarnos ahora en la vida pública del Señor, y acompañarle en el llamado "tiempo ordinario", hasta que comienza la Cuaresma, el próximo 26 de febrero (si contamos a partir del Miércoles de Ceniza).
Tras la llamada "vida oculta" de Jesús, le vemos reaparecer en los márgenes del río Jordán, respondiendo a la llamada de Juan Bautista; Jesús se suma a la fila de los pecadores que han acudido deseosos de conversión, según lo narra el Evangelio de Marcos. "Por aquellos días Jesús vino desde Nazaret a Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán" (1,9). Luego afirma que en el momento en que salía del agua vio los cielos abiertos y al Espíritu Santo como una paloma bajando sobre él. "Y se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto" (1,11). Estamos en presencia de una "epifanía", una revelación o manifestación de Dios, que reconoce a Jesús como Hijo, con la presencia del Espíritu y la voz del cielo.
En el Evangelio de Mateo (que leeremos esta vez) el relato es algo más explícito, intenta responder seguramente a la pregunta que muchos entonces se hicieron: si Jesús era el Hijo de Dios, ¿por qué fue a Juan para que lo bautizara, junto a otros pecadores? ¿Necesitaba Jesús ese perdón? Así lo narra: "Entonces Jesús fue de Galilea al Jordán para que Juan lo bautizara. Pero Juan quería impedirlo, diciendo: Soy yo el que necesita ser bautizado por tí, y ¿tú vienes a mí? Jesús le respondió: ¡Déjame ahora, pues conviene que se cumpla así toda justicia! Entonces Juan accedió a ello. Una vez bautizado, Jesús salió del agua; y en esto los cielos se abrieron y vio al Espíritu Santo descender en forma de paloma y posarse sobre él. Y se oyó una voz del cielo: este es mi Hijo amado, mi predilecto" (3, 13-17). Así queda explicada la situación por el autor de este Evangelio.
Pero acudamos al Evangelio de Lucas, que dedica mucho más espacio a narrar lo que precedió al momento del Bautismo; es en el capítulo 3, donde narra lo siguiente: " Después de bautizar Juan al pueblo y a Jesús, aconteció que mientras Jesús estaba orando, se abrió el cielo, descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como una paloma, y se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto" (21-22). Juan en su prédica, ya antes de este episodio, había explicado que él no era el mesías y que otro vendría después de él para bautizar, no con agua, sino con Espíritu Santo y con fuego. Notemos que en este caso se desvincula la manifestación del momento mismo del bautismo; ya Jesús fue bautizado y está orando, y luego las palabras del Padre se dirigen al propio Jesús: no dice "este es", sino "tú eres", como en Marcos.
Finalmente, acudamos al Evangelio de Juan: tras el hermoso y profundo prólogo, entra de inmediato en el testimonio del Bautista acerca de Jesús, reiterando que Juan no es el mesías, solo aquel que le prepara el camino, y repite la idea de que el bautismo de Jesús será diferente. Y curiosamente este Evangelio no narra el bautismo de Jesús: "Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es de quien yo dije..." Y luego: "Juan atestiguó: He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo n o lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Sobre el que veas descender y posarse el Espíritu, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios" (1, 29-34).
Como podemos apreciar, en los cuatro relatos hay algunos elementos comunes y otros que difieren, pero en ese orden permiten afirmar que la primera Iglesia reflexionó en torno al Bautismo del Señor, a su relación con Juan Bautista, a su no dependencia de este. Parecen haber coincido los discípulos de Jesús y de Juan en el tiempo, y se hizo necesario clarificar y defender la diferencia y supremacía de Jesús. El el último Evangelio citado, Juan encamina a sus propios discípulos hacia Jesús, y los exégetas afirman que el movimiento generado en torno a Jesús estuvo muy vinculado en los inicios con Juan, su prédica y su entorno.
Todas estas ideas pueden ayudarnos a entender mejor el momento bíblico que celebramos; es interesante conocer cómo la primera comunidad cristiana fue descubriendo al Señor, entendiendo y clarificando su mensaje, para poder anunciar que Él era el Salvador.
Fray Manuel de Jesús, ocd
Fray Manuel de Jesús, ocd
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