lunes, 31 de agosto de 2020

GANAR LA VIDA

Para este domingo (XXII), el Evangelio que se proclama es continuación del de la semana anterior; Jesús anuncia su pasión, y Pedro le dice que no puede ser de esa manera. Jesús le reprende y le dice: Ponte detrás de mí, Satanás, porque piensas como los hombres, no como Dios. A partir de ahí, Jesús pone las tres condiciones del seguimiento: negarse a sí mismo, cargas con la cruz y seguirle. GANAR LA VIDA del único modo posible: perdiéndola (entregándola). Palabras de Pablo: “Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir”. Otra frase: La vida se nos da, y la merecemos dándola. El que se guarda para sí, egoístamente, en realidad pierde lo recibido y por tanto su vida carece de sentido. Invita el apóstol en la segunda lectura: “Les invito a ofrecerse (entregarse) como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: este es el verdadero culto”. Frente a las actitudes que se promueven a nuestro alrededor (egoístas, buscan no dar o darse, sino recibir, acumular, incluso quitar), una actitud nueva: transformarse interiormente, nueva mentalidad, desde un profundo discernimiento de lo que Dios ES y quiere: “Lo bueno, lo aceptable, lo perfecto”. Pero esto resulta imposible si no me arriesgo, si no confío, sino salgo decidido a abrazar lo nuevo que Dios da a cada momento; es necesario dejarse seducir por él. Entonces mi vida, convertida en Palabra de Dios, podrá ser rechazada, ignorada o burlada, pero ese fuego ardiente interior que arde en mí no podrá contenerse, ni por mí mismo. Los cristianos somos profetas enviados o sembrados en el mundo para comunicar la Buena Nueva: cuidado con perder el sentido de nuestra vocación, de nuestra misión; cuidado con el “eso no puede pasarle a la Iglesia, eso no puede pasarme a mí” porque soy cristiano, desde una mentalidad triunfalista o voluntarista. Para un discípulo solo cabe el “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

Pensar: ¿qué significa para mí hoy “negarme a mí mismo”? No es negar lo que soy en Él, que es mi verdadera identidad, sino lo que quiero ser sin Dios.

¿Qué significa “cargar mi cruz”? Abrazar mi propia realidad, viéndola como el camino por el que alcanzo la mayor bendición, aún con el desgaste, el sufrimiento, que pueda implicar para mí.

¿Qué significa hoy para mí “seguir a Jesús”? Aquí la respuesta es más personal, más íntima, más honda. Pero constato que exige todo lo anterior, y luego la confianza total en su promesa; porque: “Si lo negamos, él también nos negará, pero si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

Manuel de Jesús, ocd

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