Para este domingo XXVI: el tema es la veracidad de la vida cristiana (Mateo 21, 28-32). No se trata tanto de defender “verdades”, como vivir en la verdad; Occidente centrado en la razón (verdad racional), frente a una verdad del corazón, que abarca toda la vida. También este texto tiene en cuenta la finitud humana: la verdad se alcanza en el camino, podemos equivocarnos y podemos rectificar también. Está vinculado con el perdón, porque no somos perfectos ni infalibles: Dios comprende nuestra debilidad y nos permite rectificar.
Para Enrique Martínez Lozano,
el texto habla de varias cosas: lo que importa no es lo que crees, sino lo que
haces; la ética está por encima de la religión, las creencias son objetos
mentales que tarde o temprano debemos abandonar para encontrar la verdad (todas
las creencias son erróneas, por cuanto ninguna puede apresar la verdad), y
puede ser que a menudo los que consideramos pecadores estén más cerca de Dios.
“No importan las creencias –meras
construcciones mentales, sin otro valor, en el mejor de los casos, que el de
ser “mapas” ilustradores del camino–, que terminarán cayendo antes o después,
sino el amor y la bondad, es decir, aquellas actitudes y acciones que van en
coherencia con la verdad de lo que somos; que nacen de la certeza de nuestra
unidad que me hace ver al otro como no-otro de mí”.
PAGOLA
dice que “las cosas no son siempre lo que
parecen”.
FRAY
MARCOS, que “rectificar es más humano que
acertar a la primera”. Es muy peligroso creerse perfecto. Lo importante es
descubrir los fallos y rectificar lo que se ha hecho mal. La pura teoría no
sirve para nada, solo la vida salva. Lo que digamos o lo que proclamemos son
palabras vacías, mientras no vayan acompañadas por una actitud vital que,
inevitablemente, se manifestará en las obras.
Nuestras
actitudes religiosas son incoherentes. Llevamos muchos siglos haciendo una
religión de ritos, doctrinas y preceptos. Desde el bautismo decimos: “sí voy”,
pero nos quedamos siempre donde estamos. No hay más que ver lo que se entiende
por “practicante”, para darse cuenta de que no tiene nada que ver con la vida
real. Nos estamos yendo cada vez más por las ramas y alejándonos de la raíz del
evangelio.
Se
nos llena la boca proclamando pomposamente que somos cristianos, pero hay
muchos que, sin serlo, cumplen el evangelio mucho mejor que nosotros. El
fariseísmo se ha convertido en moneda corriente entre nosotros, y damos por
hecho que basta hablar del evangelio, u oír hablar de él, para tranquilizar
nuestra conciencia. Hay un refrán que lo expresa muy bien: “Una cosa es
predicar y otra dar trigo”.
Solo
la experiencia me dice qué es lo que me deteriora como ser humano y qué es lo
que me enriquece. Cuando damos por absoluta una norma, nos anclamos en el
pasado y nos negamos a progresar. El gran peligro para esta fijación es creer
que Dios nos ha dado directamente esa norma. Desde esa perspectiva se siguen
cometiendo verdaderas barbaridades en contra del ser humano. El Dios de Jesús
nunca puede ir en contra del hombre; las normas que hemos promulgado en su
nombre, sí. Entender la religión como verdades, normas y ritos absolutos, es
fundamentalismo puro y duro.
También
hoy podemos ir un poco más allá de la parábola. Ni siquiera las obras tienen
valor absoluto. Las obras pueden ser la manifestación de una actitud vital,
pero pueden ser reacciones automáticas desconectadas de nuestro verdadero ser,
y conectadas solo al interés egoísta. Los fariseos cumplían escrupulosamente
todas las normas, pero lo hacían mecánicamente, sin ninguna sinceridad de
corazón. No pierdas el tiempo tratando de situarte en una de las partes. Todos
estamos diciendo: “no”, cada tres por cuatro, y todos estamos diciendo: “sí”,
con una pasmosa ligereza. La vida es una constante rectificación.
Vuelvo con Martínez Lozano: “A veces, la persona religiosa pone el
énfasis en las creencias, hasta el punto de hacer depender de ellas la misma “salvación”
de la persona. Detrás de esa insistencia, tan poco evangélica, suele esconderse
inseguridad psicológica o necesidad de control. Y es caldo de cultivo de
fanatismos, exclusivismos y condenas…”.
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