Vamos a tomar un
tema concreto: los caminos de Dios; esa palabra aparece a menudo en los textos
litúrgicos, y tanto el profeta Isaías como Juan Bautista nos invitan a preparar
los caminos del Señor.
Dt 8,2: “Acuérdate
de todo el camino que Yahvé, tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta
años en el desierto”.
Recordar el camino andado, y escuchar a Dios hablando en
ese camino. Porque el camino es para nosotros LUGAR DE ESCUCHA. Salomón
le pidió a Dios “un corazón que sepa
escuchar”. Esto significa tratar de juzgar y discernir la realidad, nuestra
vida y nuestro camino desde el punto de vista de la fe. Necesitamos tomar conciencia
de lo que somos para renovarnos y permanecer fieles a nuestra misión de
cristianos en medio del CAMINO que recorremos. “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas” (Salmo 25).
Los caminos del Señor están siempre llenos de misericordia y fidelidad, muy
diferentes a los nuestros. No siempre nos resultan comprensibles los caminos
del Señor, pero siguen siendo caminos de misericordia: Dios es fiel.
Hagamos la oración atribuida a Salomón, Sabiduría 9: “Dios de los Padres, Señor de la
misericordia, que con tus palabras hiciste el universo, y con tu sabiduría
formaste al ser humano para que dominase sobre los seres por ti creados,
rigiese el mundo con santidad y justicia y ejerciese el mando con rectitud de
espíritu; dame la sabiduría asistente de tu trono, y no me excluyas del número
de tus hijos. Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de
vida efímera, incapaz de entender la justicia y las leyes”.
PRIMER
TEMA: EL MISTERIO DEL
TIEMPO (Eclesiastés 3, 1-8).
1. Vivimos en el tiempo: Esta visión del autor sagrado
preparó el camino y abrió las puertas de la revelación. El tiempo es un
misterio; San Agustín dice que sabe lo que es, pero no sabría definirlo, “porque el tiempo es la cosa más larga y al
mismo tiempo la cosa más breve”. No es igual para el que goza que para el
que sufre o espera. Para los griegos era una divinidad (Cronos). Para nosotros,
los creyentes, es el marco en que acontece la historia de salvación: profundo,
lleno de potencialidades y posibilidades. La Escritura refiere siempre a un marco
temporal: En el principio, vengo pronto,
etc. Con la creación surge el tiempo, que para todo es transitorio: hay un tiempo
para cada cosa. En el salmo 90, que
habla de la fragilidad humana, encontramos un dato de su fugacidad: “Mil años en tu presencia son un ayer, que
pasó, una vela nocturna”. Pero el Verbo de Dios quiso entrar en el tiempo: “En la plenitud de los tiempos Dios envió a
su Hijo” (Gálatas). También el prólogo de Juan. Nuestra salvación se
realiza en el tiempo, ahí está nuestra oportunidad. Por eso dice la palabra: “En el tiempo favorable te escuché, en el día
de salvación vine en tu ayuda”. Pues ahora es tiempo propicio, ahora es día
de salvación” (Isaías 49,8; 2Corintios 6, 1-2). El apóstol nos exhorta a no
dejar pasar el tiempo inútilmente, a no echar la gracia abundante de Dios en
saco roto. Es en el tiempo donde experimentamos nuestra fragilidad, nuestras
perdidas y fracasos, mientras hacemos el camino de la vida; pero también aquí
aguardamos la promesa de Cristo, en Apocalipsis: “Sí, vengo pronto”.
2. UNA
MIRADA AL PASADO: La
memoria. ¿Cuánto hemos hecho? Podemos dedicar unos minutos a pensar en lo
vivido, y veremos alegrías, problemas, éxitos y fracasos, esperanzas y desilusiones.
Una realidad fugaz y transitoria, se ha ido rápido, hemos experimentado algo de
todo. Pero también en esos recuerdos, gracias a Dios, está Dios, su gracia, su
providencia. Todo es gracia, dijo el apóstol. Momentos grandes de gracia y
también momentos pequeños. Hemos experimentado el “cronos”, pero también el “kairói”:
Dios presente siempre en medio de nuestro tiempo. A veces se manifiesta Dios en
momentos inolvidables de luz, pero también en terribles momentos de oscuridad.
Aprendamos a dar gracias por todo lo vivido, también por las horas difíciles,
las tentaciones, las caídas y las victorias. Sobre todo, porque Él ha estado
siempre a nuestro lado en cada una de esas situaciones. Casi termina un año y a
punto estamos de comenzar otro, y seguramente como dice Pablo, todo concurrirá
para nuestro bien, porque nada ni nadie
podrá apartarnos del amor de Cristo, principio y fin de todo.
3. UNA
MIRADA AL FUTURO: Así, al
reflexionar sobre el tiempo, en el que transcurre nuestra historia de
salvación, renovamos nuestra esperanza en Jesús. El Señor seguirá presente con
nosotros en el nuevo ciclo litúrgico y en el nuevo año civil. Él es autor del
tiempo en que vivimos y de la eternidad hacia la que caminamos, pero a la vez
está aquí y ahora en medio de nosotros, a nuestro lado y dentro nuestro. Caminamos
con Él, mientras el tiempo pasa; no somos meros espectadores, nos movemos y
actuamos; caminamos con el tiempo y en el tiempo. Dios aparece en la Escritura
como el Dios de la Historia, la grande y la pequeña de cada uno; guía nuestra
vida, como lo hizo con el pueblo elegido en el desierto, llevándolos a la
tierra prometida. Con Él peregrinamos. Somos parcialmente responsables de
nuestra historia, pero estamos todos dentro de los brazos de Dios: no elegimos
el día de nacer o de morir, tampoco los avatares de nuestra existencia, pero
creemos por fe que “en
Dios vivimos, nos movemos y existimos”. Nos pide ser responsables, viviendo con
fe y esperanza, cada tramo de este camino.
4. LOS
CAMINOS DEL SEÑOR:
Veamos algunas pistas sobre esos caminos
en la Escritura; para nosotros son incomprensibles, pero podemos aceptarlos y aprender
a reconocer en ellos la misericordia de Dios. En el AT, la experiencia de los
caminos de Dios es experiencia de sabiduría, fruto de muchos años de pruebas;
experiencia de observación, reflexión y visión de fe. Los caminos de Dios son
gracia y fidelidad (Salmo 25); Dios no se muda, su amor es fiel y perpetuo, a
pesar de nuestra infidelidad. “Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué Dios es
grande como nuestro Dios?” (Salmo 77). Dios es capaz de abrir caminos por donde
parece imposible (“Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas
caudalosas”).
La experiencia del Éxodo es experiencia de camino
(Éxodo13, 21); Dios va delante, abriendo el camino. También Isaías, profeta del
Adviento, en 55, 8-9: “Mis pensamientos
no son vuestros pensamientos, ni mis caminos son sus caminos. Porque, así como
aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes”.
El precioso salmo 139 nos permite adentrarnos en el obrar de Dios para con
nosotros: “Tú me sondeas y me conoces”.
En el NT también encontremos muchas referencias a los
caminos de Dios: en el cántico de Zacarías (Lucas), en la Carta a los romanos
(8,28), y en 11, 33-36; para Juan, Jesús es camino, verdad y vida.
A la luz de
todo esto, digamos 5 características de los caminos de Dios: diversos, de justicia, de misericordia, de
fidelidad, Cristo como el único camino.
Diversos: son y serán siempre caminos muy diferentes a los
nuestros.
De
justicia: Todo concurre
a nuestro bien, aunque no nos demos cuentas; no es castigo, sino bondad y
corrección.
De
misericordia: Todo
aquello que Dios permite en nuestra vida es fruto de su amor por nosotros.
De
fidelidad: Dios no
cambia, permanece fiel, y nos acepta siempre como somos.
Cristo es el camino de Dios para nosotros, no hay otro, y
nuestra vida y camino es seguirle a Él.
SOMOS
PEREGRINOS: Miramos
nuestra vida en el tiempo como expresión del misterio de Dios; en Dios adquiere
nuestro tiempo y nuestra vida sentido pleno. Nuestra vida es un camino trazado
por Dios, marcado por momentos gracia. No sabemos ni el tiempo ni la hora en
que seremos llamados a la eternidad, pero podemos estar seguros de que todo
concurrirá para nuestro bien durante el tiempo que vivamos. Aceptemos nuestra
condición de peregrinos que caminan en el tiempo hacia la eternidad; aceptemos
las circunstancias de nuestra vida, aunque no siempre podamos comprenderlas. No
significa no actuar ante lo injusto o conformidad, sino reconocer la mano de
Dios en todo, y buscar cómo responder mejor a esos desafíos, con fe y
esperanza.
(Ideas de Camilo Maccise, ocd, adaptadas por Manuel de Jesús, ocd)
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