martes, 12 de febrero de 2013

GOTAS DE LUZ

Como llevaba trenza
la llamábamos trencita en la tarde del jueves.
Jugábamos a montarnos en ella y nos llevaba
a una extraña región de la que nunca volveríamos.
Porque es casi imposible abandonar
aquel olor a tierra de su cabello sucio,
sus ásperas rodillas todavía con polvo
y con sangre de la última caída
y, sobre todo,
la nacarada nuca donde se demoraban
unas gotas de luz cuando ya luz no había.

 
Ángel González

1 comentario:

  1. Linda evocación de días de infancia, cuando se viaja a regiones de las que nunca se regresa

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