La polarización no es solo un fenómeno político o social. También atraviesa la Iglesia, nuestras comunidades, incluso nuestras celebraciones. A veces, el rito se convierte en campo de batalla: se discute sobre formas, lenguajes, ornamentos, como si el misterio pudiera encerrarse en una estética. Pero la liturgia, en su esencia más profunda, no fue pensada para dividir. Fue pensada para reunir. Esta entrada es una invitación a redescubrir la liturgia como espacio de reconciliación. No porque ignore las tensiones, sino porque las transfigura. Porque nos devuelve al centro: Cristo, que parte el pan, que lava los pies, que reúne a todos en una misma mesa.
🔥 El rito como trinchera… o como mesa compartida
En algunos ambientes, la liturgia se ha convertido en símbolo de identidad excluyente. Se absolutizan formas, se idealizan estilos, se condenan sensibilidades distintas. Pero el rito no es propiedad de unos pocos. Es lenguaje común. Es mesa abierta.
La Eucaristía no es premio para los puros, ni refugio para los nostálgicos. Es alimento para el camino, medicina para los heridos, gesto de comunión para los diversos. Cuando el rito se vive como ideología, se rompe la comunión. Cuando se vive como encuentro, el Reino se hace presente.
🤝 La liturgia como espacio de reconciliación
Reconciliar no es uniformar. Es acoger. Es permitir que el gesto compartido —el canto, el silencio, la procesión, la escucha— nos devuelva a lo esencial. En la liturgia, no celebramos nuestras diferencias: celebramos la gracia que nos une.
La liturgia puede ser lugar de sanación cuando se vive desde el servicio, no desde el poder. Cuando el sacerdote se convierte en mediador humilde, no en figura dominante. Cuando el pueblo participa activamente, no como espectador pasivo. Cuando el rito se convierte en lenguaje común, no en código de exclusión.
🌿 Gestos que abren, no que cierran
Hay gestos litúrgicos que pueden abrir espacios de comunión: el saludo de paz, la oración universal, el canto compartido, la bendición final. Pero también hay gestos que, si se absolutizan, pueden cerrar: el uso rígido de ornamentos, la exclusión de ciertos lenguajes, la negación de la participación.
La clave está en el discernimiento pastoral. ¿Qué gesto ayuda a que el pueblo se sienta acogido? ¿Qué forma permite que el misterio se revele sin barreras? ¿Qué estilo litúrgico encarna el Evangelio en este tiempo y lugar?
🙌 Conclusión: celebrar para reconciliar
La liturgia no es neutral. Puede dividir o puede unir. Puede imponer o puede acoger. Puede ser espectáculo o puede ser comunión. En tiempos de polarización, celebrar bien es un acto profético.
Recuperar el sentido profundo del rito —como lenguaje del alma, como espacio de comunión, como expresión del cuerpo eclesial— es una tarea urgente. No se trata de elegir entre lo antiguo y lo nuevo, sino de abrirnos al Espíritu que hace nuevas todas las cosas.
Celebrar para reconciliar. Celebrar para sanar. Celebrar para volver al centro: Cristo, que no excluye, que no impone, que no divide. Sino que reúne, transforma y envía.
(P. Valls)

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