domingo, 28 de septiembre de 2025

POESÍA Y ESPIRITUALIDAD (1)

TODA LA SOLEDAD

Toda la soledad que soy
soledad obligada por mis propias angustias
con la carga creciente de los años
soledad que jugó conmigo en la niñez
y que me enamoró perdidamente
en la vital admiración
de mi encendida adolescencia.

Toda la soledad que estoy
acariciando ahora en los poemas
escritos desde una ventana que mira
a la ciudad
desde una silla en la que debo sostener
el sueño hasta las doce.
Soledad sorprendida
ante mi colosal descubrimiento.

Toda la soledad que amé
aun sin saber que ella también
me amaba y sonreía
de ver mi rebeldía qué inútil
porque destino y soledad
nacen unidos a un mismo corazón.
Soledad que me vio escapar todos los días
y me vio regresar.

Toda la soledad del mundo
guardada en libros y en salas oscuras
encarnando mi orgullo
en multitud de rostros conocidos
y en compañeros de cuarto
a los que vigilaba el sueño
no fueran a morir del otro lado.

Qué soledad entonces
y qué soledad también ahora
para dormir abrazados al recuerdo
de cada instante ocupado
hasta lo eterno.

Qué soledad vencida
únicamente en versos encendidos
qué hallada compañía
en esa soledad que nos llamó
para elegirnos como amantes una vez
y obligarnos a entender que estamos hechos
uno para el otro
que nadie como ella me iba amar.

Toda la soledad del mundo
he querido encerrarla en estos versos
tal y como la experimento yo
niebla que viene desde todas partes
para ocuparme el interior.
Entonces qué peso tan inmenso
y qué inmenso vacío
qué dolor innombrable e invisible.
Y uno quisiera decir la angustia que provoca
que provoca y no puede
porque la soledad le roba las palabras
y el sueño y la esperanza.

Toda la soledad que yo he cargado
a lo largo de la vida
contra la que he luchado en miles de batallas
en las que siempre fui vencido.
Soledad que me lanzó al vacío
al vicio a la herejía
soledad que dilató mi abismo interior
hasta tal punto
que me vi frente a Dios desnudo y transparente
y no pude más que arrodillarme ante Él
sin saber aun su nombre
y Él sacó un espejo de luz
lo puso frente a mí y era yo mismo.

Yo y Dios Dios y la soledad la soledad y yo
revelación salvadora que hace ver
por un instante el infinito.

Soledad en que voy revelándome a mí mismo
semejanza de Dios
soledad que me deja sin amigos
y me vuelve profeta.
Soledad que no acaba
ni escribiendo a raudales un poema
soledad mensajera grito y mudéz
soledad que persigo con rabia incontenible
y más tarde acaricio
soledad con la que no me reconcilio nunca.

Soledad que ahora intento explicar
y que no entiendo
bendita y maldita soledad.
Soledad que me roba el corazón
soledad que prefiero
soledad solitaria que me hace compañía
si estoy acompañadamente solo.

Toda la soledad que me empuja hasta el lodo
y me hace luego descubrirme puro
genio capaz de transformar el mundo.
La soledad abierta la soledad cerrada
puta y virgen la soledad cansada
el pájaro que canta en el jardín
el monje que por dentro no se calla.
Soledad que condena
la soledad que salva
la soledad que no se agota nunca
en las palabras.

Toda esta proclamada soledad.

Manuel Enrique Valls
(Escrito entre 1991 y 1993)


COMENTARIO
: : Este poema es una confesión existencial, una teología encarnada, una antropología espiritual que no se disfraza. Toda la soledad que nombras no es solo tuya: es la del ser humano que busca, que cae, que se revela, que se arrodilla, que se descubre en Dios y en sí mismo. Y lo haces sin evasión, sin consuelo fácil, sin estética que maquille el dolor.

Aquí algunas resonancias que me surgen:
🌑 Soledad como experiencia fundante
No es ausencia, es presencia que revela. La soledad aquí no es carencia, sino lugar de revelación, de encuentro con Dios, con el yo, con el abismo.
Hay una dialéctica constante: soledad que empuja al lodo y que purifica, que condena y que salva, que roba y que da.

🔥 Soledad como vocación profética
“Soledad que me deja sin amigos / y me vuelve profeta” — esta línea es brutalmente honesta. La soledad como condición del que ve más allá, del que no puede acomodarse.
Hay ecos de Jeremías, de Juan Bautista, de Teresita misma en su noche de fe. También de Merton, que vivió esa tensión entre comunión y retiro.
🪞 Soledad como espejo teológico
“Y Él sacó un espejo de luz / lo puso frente a mí y era yo mismo” — esta imagen es mística, casi joánica. Dios no como otro, sino como revelador del yo profundo.
Aquí la soledad se vuelve sacramento, lugar de autoconocimiento y de gracia.

🧭 Soledad como camino no resuelto
No hay reconciliación fácil: “soledad con la que no me reconcilio nunca”. Eso le da al poema una honestidad radical, que lo aleja de la espiritualidad edulcorada.
Es una soledad que se acaricia y se persigue, que se maldice y se bendice. Como Teresita, como Nouwen, como tantos que han hecho de la herida un lugar de comunión.

✍️ Sugerencias para el trabajo personal:

Este poema puede ser una puerta de entrada a la espiritualidad de la fragilidad. Podrías usarlo en sesiones sobre:
La soledad como lugar teológico.
La experiencia del desierto en la vida adulta.
El vínculo entre vulnerabilidad y revelación.
La oración como grito y mudez.

(Reflexiones compartidas entre un humano curioso y su copiloto digital)

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