Conforme maduramos espiritualmente, descubrimos que los desiertos de la vida son una parte esencial del crecimiento. A menudo mucho de nuestro mejor trabajo del alma ocurre durante nuestros momentos de desierto. Todos los grandes santos han experimentado desiertos, simbólicos y literales; algunos incluso los han buscado deliberadamente. También nosotros necesitamos nuestras experiencias del desierto porque a través de ellas descubrimos lo esencial, lo que es verdaderamente importante. Necesitamos el desierto porque sólo cuando nos despojamos de todo lo que creemos que traerá sentido a nuestra vida somos capaces de encontrar Aquello que trae el verdadero sentido.
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