“Salgamos,
salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo… prefiero una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.
No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en
una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente
y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la
fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de
fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el
temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las
estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven
jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras
afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: « ¡Dadles
vosotros de comer! » (Mc 6,37)”. (49)
"Hoy y
siempre, « los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio », y la
evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino
a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre
nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”. (48)
(FRANCISCO: Evangelii Gaudium)
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