Cada domingo la Palabra proclamada en nuestras comunidades eclesiales nos dice algo importante de Dios, en la persona de Jesús, y eso importante de Dios que está en su Palabra, nos dice algo importante también sobre nosotros mismos. Cuando Dios se revela, nos revela; cuando más ahondamos en Dios, más descubrimos sobre el ser humano.
Esta vez, quiero prestar atención a dos palabras claves: abundancia y compartir. Dios es abundancia, así aparece en el salmo 22 (Con él, nada falta, nuestra copa rebosa, alimenta y sostiene) y otro salmo dice: "abres tu mano y nos colmas de favores". Dios es abundancia: lo vemos en su creación, lo vemos cuando acompaña a Israel a lo largo de su historia, lo vemos cuando se entrega del todo en Jesús, lo vemos cuando derrama su Espíritu sobre la Iglesia. Lo vemos en nuestra propia vida.
Pero la abundancia de Dios exige nuestra respuesta en el compartir: Pensemos en el gesto del joven del Evangelio que, ante el reclamo de Jesús, ofrece lo que tiene de comer; todos tenemos, dice Francisco, nuestros “cinco panes y dos peces” para ofrecer.Es una invitación a sensibilizarnos con las necesidades de los otros, y a no centrarnos egoístamente en las nuestras.
Resulta fácil pedir a Dios milagros sin comprometernos nosotros de algún modo con su obrar. Los milagros son más grandes cuando los hacemos juntos: Dios y nosotros. Dios tiene para todos, pero luego no queremos o no sabemos compartirlo, lo repartimos mal, y así no somos fieles a nuestra vocación de ser pastores con él, de ser buenos administradores de sus bienes, de ser creadores con él de un mundo nuevo.
En el gran signo de la multiplicación que propongo contemplar, según el Evangelio de Juan, aparece el modo de obrar de Dios en el mundo, siempre pidiendo la colaboración humana, y es un preámbulo también de la entrega de Jesús, pan de Dios, pan vivo, que se ofrece en cada eucaristía como invitación a que nos entreguemos nosotros también como alimento para los demás, como sal y luz para el mundo en que nos ha tocado vivir.
Dios quiere saciar el hambre material, y también nuestra hambre espiritual, nuestra necesidad de sentido, el hambre de trascender. ¿Cómo aplicar esto a nuestra propia comunidad parroquial? En medio de nuestras necesidades Dios provee siempre, pero: ¿Estamos dispuestos a acoger sus dones, a recibirlos con agradecimiento, a mirar su providencia abundante en lo que vamos encontrando en el camino? ¿Colaboramos con Dios o entorpecemos su obra entre nosotros con actitudes egoístas y poco evangélicas?
Frente a la abundancia de Dios en la vida, hay que responder siempre con una mayor entrega, y una mayor compasión por todo y todos. Esa abundancia de Dios para con nosotros exige, o más bien provoca en nosotros, el deseo de compartir lo recibido, de ser amables, serviciales y compasivos. Aquella frase bíblica: “Nadie puede ver a Dios y seguir viviendo”, puede entenderse de este modo: si encuentras a Dios en el camino de la vida, vas a morir a lo que eres y nacer a lo que no eres; “Hay que nacer de nuevo”. La abundante misericordia de Dios nos transforma.
Entonces: ¿Por qué si Dios es abundancia, nosotros vivimos con tanta frecuencia en la escasez, en la pobreza, en el vacío?
1.Porque no tenemos una conexión consciente con Dios, “en quien vivimos, nos movemos y existimos”.
2.También porque nos pensamos como individuos aislados de todo y de todos, y si no hay conexión no hay comunicación de bienes, ya sean materiales o espirituales.
3.Porque acaparamos de modo egoísta, y no queremos ni sabemos compartir con los demás, generando injusticia, guerras, violencia, muerte.
El Reino, proclamado por Jesús, es justicia y comunión, es servir y compartir, y por eso es abundancia. Inevitable que ahora mismo no venga a mi memoria la “Oración del alma enamorada” de san Juan de la Cruz, que termina diciendo: “No te pongas en menos, ni repares en migajas que se caen de la mesa de tu padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria. Refúgiate en ella y goza, y alcanzarás lo que anhela tu corazón”.
Me gustaría poder decir con palabras todo lo que implica para mí saber que Dios es abundancia. Así lo he experimentado en los últimos tiempos, porque ha sido grande conmigo, y quisiera comunicar esa experiencia a mi alrededor. “Mirad y ved qué bueno es el Señor”.
Fray Manuel de Jesús, ocd
Julio, 2018
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