Cada tiempo litúrgico nos recuerda una dimensión importante de nuestra fe; ahora, la Cuaresma actualiza la invitación a la conversión, y a poner la mirada, mientras vamos de camino, en el Misterio Pascual.
En Facebook, hablan de la ceniza que se impone sobre la frente del creyente como señal de luto por nuestros pecados; creo, y comento, que no hay luto en el bautizado, que se sabe perdonado y redimido. El combate espiritual no cesa, pero tampoco la alegría y la confianza que brotan de la fe. Jesús es el novio que vino a trastocar nuestro luto en danza, en fiesta de salvación, de vida justa y digna para todos.
En Mateo 25, parábola del juicio final, que apunta al verdadero sentido de la práctica religiosa: vivir de una manera nueva, fraternal y solidaria. La comunidad de Jesús tiene la misión de responder los anhelos de una humanidad herida, compartiendo el mensaje, la buena nueva, que ofrece el mensaje de Jesús; esto implica no solo consolar, sino también transformar, hacer presente el Reino, como sal y como luz, como levadura. Ir más allá de lo devocional, para vivir la fe.
Ni la religión es solo “hacer”, ni el hacer es solo moral, ni la moral es solo sexual, ni lo sexual es solo genital. Hablo de SER, hablo de VIDA, hablo de JUSTICIA, hablo de RELACIÓN.
Tres escenarios para las tentaciones de Jesús: el desierto, el templo, la montaña; tres lugares epifánicos, lugares donde Dios se manifiesta. No había caído antes en ese detalle, que aporta una nueva arista a la lectura de este pasaje bíblico. Las tentaciones de Jesús son tentaciones “religiosas”, una alerta sobre cómo concebimos a Dios y nos relacionamos con Él.
Pedir, buscar, llamar: actitudes cristianas que hablan de salida de uno mismo, de reconocer que no somos ni estamos completos sin los otros. Y en los otros, en el otro, está Dios: deja tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. La garantía para estar cerca de Dios es amar, amar cada día mejor, servir, entregarse, en las cosas pequeñas de cada día y en el difícil vínculo con los que nos rodean. “La reconciliación con el otro es tan o más importante que el culto”. Superar la literalidad de la ley, con mayor radicalidad e interiorización (mejor que escribas y fariseos, pero sin sentirnos superiores a ellos); comportamiento que nace de la comprensión de lo que realmente somos.
¿Cómo hacer creíble la experiencia de Dios en la historia si no es a través de nuestras relaciones humanas y fraternas?
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