sábado, 28 de marzo de 2020

JESÚS, CAMINO DE VIDA (Quinto domingo de Cuaresma-A).


Y llegamos al último domingo de Cuaresma, el quinto, tal vez desconcertados por lo que esta vez nos ha traído este tiempo litúrgico; lo estamos viviendo de verdad, como desierto y prueba, y seguramente seguimos preguntando: ¿Está o no el Señor ahora con nosotros? Ayer escuchamos al papa Francisco hablarnos de lo esencial de este momento, y lo que hay que custodiar celosamente: "La oración y el servicio silencioso son nuestras armas"... "Que todos sean uno"... "Abrazar al Señor es abrazar la esperanza". La mejor bendición al mundo es nuestra presencia en él como Cuerpo de Cristo, comunidad de fe, dando el testimonio de la mediación orante y el servicio generoso, actuando como puentes para la fraternidad y la mirada puesta siempre en Cristo, fuente de vida.

 Este domingo estaremos compartiendo varios textos bíblicos que hablan de vida y de resurrección: de huesos que vuelven a revestirse de carne, de un perdón que es fuente de vida constante, de un espíritu que lo hace todo nuevo.

Leeremos, el hermoso pasaje del Evangelio de Juan, que narra la resurrección de Lázaro, amigo de Jesús, al igual que sus hermanas, Marta y María. En su casa de Cafarnaún encontró Jesús una familia que le recibía con cariño. Las palabras del Señor nos suenan a promesa hoy también, en la crisis que vivimos: "Yo te digo que si tú crees verás la gloria de Dios... Yo soy la resurrección y la vida".

La Sagrada Escritura nos habla de una vida que vence a la muerte, una vida que no acaba, y que comienza desde ahora gracias a la fe y la confianza, la esperanza y el amor con que los creyentes nos afianzamos en Dios.  Es con esa fe con la que podemos dejar a nuestros difuntos en las manos del Padre, aunque nos duela su partida. 

 Pero no se trata solo de esperar la resurrección de los muertos y la vida eterna, como recitamos en el Credo, sino de esforzarnos desde la misma fe por vivir desde ahora en plenitud y por generar vida para todos. Ser fuente de vida para otros

 San Pablo nos recuerda que el Espíritu del Padre que resucitó a Jesús habita también en nosotros. Habita en los niños que juegan y ríen, y en los jóvenes que sueñan y aman, y también en los que estudian y trabajan, y en las mujeres que trasmiten vida, alegría y fe.  Habita en los sanos y en los enfermos, en los pobres y necesitados, en los marginados e incomprendidos. Habita en todos los que se dejan mover por ese Espíritu. 

 Ya no podemos decirle a Jesús: Si hubieras estado aquí... por la sencilla razón de que sabemos que está siempre, a nuestro lado, haciendo con nosotros el gozoso, a la vez que doloroso, camino humano. Está en la palabra de vida que compartimos, en la mesa fraterna en la que celebramos, en la comunidad en la que le encontramos. Cristo no solo murió por nosotros, sino con nosotros y en nosotros también es CAMINO DE VIDA.

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