miércoles, 24 de marzo de 2021

MOMENTOS Y FIGURAS DE LA PASIÓN SEGÚN SAN MARCOS

El relato de la pasión en el Evangelio según San Marcos está íntimamente conectado con lo que este mismo evangelio narra del ministerio público de Jesús.

La historia de Juan Bautista, entregado a Herodes, y martirizado por este, preanuncia el destino del propio Jesús, destino de profetas en Israel; el mismo Herodes, al plantearse la cuestión de quién podría ser Jesús, evoca a Juan Bautista, a quien él mismo mando a decapitar, y que ahora ha resucitado (6,16). A poco de iniciar el ministerio de Jesús, Marcos nos dice que ya fariseos y herodianos planeaban su muerte (3,6), y el mismo Jesús predijo varias veces su muerte violenta (8,31; 9,31; 10, 33-34). Sus discípulos, sin embargo, no comprendieron nada. Toda esta situación llega a su punto crítico cuando Jesús entra en Jerusalén y purifica el templo, declarando que debía ser casa de oración para todas las naciones (11,17-18). Una mujer que admiraba a Jesús lo prepara para la muerte ungiendo su cuerpo para la sepultura (14,3-9), y uno de sus amigos, uno de los Doce, conspiró contra él y lo entregó a los sacerdotes que eran sus enemigos (14, 1-2.10-11). Jesús, que sabía de esta traición (14,21), declaró en la Última Cena que estaba dispuesto a derramar su sangre por todos como signo de la alianza que Dios renovaba con su pueblo. Todo lo anterior permite comprender que la muerte de Jesús no fue algo inesperado, sorprendente para él, sino que su mismo ministerio público lo anunciaba o prefiguraba.

Resalto los momentos más importantes del relato, que se comprenderán mejor luego de la lectura atenta del texto bíblico que comentamos:

1. Jesús había aceptado la necesidad de sufrir y morir antes de que pudiera llegar el reino de Dios. Con esa certeza fue con los suyos al monte de los Olivos, pero ellos no lo habían entendido así. Las palabras que Jesús les dirige contienen un trágico mensaje: todos se dispersarán (14,27). Pedro lo niega, pero tiene que escuchar que será precisamente él quien se muestre particularmente infiel hasta el punto de negar tres veces a Jesús.

2. La pasión de Marcos empieza con esa nota lúgubre y la oscuridad se intensifica hasta que Jesús exhale su último aliento al día siguiente. Ninguno de los que han sido sus seguidores le prestará ayuda alguna y morirá solo. La tragedia parece casi demasiado grande para el mismo Jesús; luego de separarse del grupo más numeroso de discípulos, y también de los tres más cercanos que le acompañan, confiesa con dolor: “Mi alma está triste hasta la muerte” (14,34). Antes había dicho: “Quien quiera salvar su vida la perderá”, pero ahora con más insistencia que en los otros evangelios, ora para que esta hora o esta copa pueda apartarse de él; y aunque ha predicho las negaciones de Pedro, se turba cuando ve que este no puede velar ni una hora con él. Al final, sin que tenga una respuesta evidente de Dios a sus súplicas, se levanta decidido a encontrarse con el traidor, dejando que demos por supuesto que ha comprendido la respuesta de Dios (que debe beber la copa y afrontar la muerte).

3. Para Marcos, que difiere aquí de los otros evangelios, la aceptación por parte de Jesús de su destino puede verse en el hecho de que acepta el beso de Judas sin reaccionar, ni tampoco frente al que corta la oreja del criado del sumo sacerdote. Dice: “Que se cumpla la Escritura”, y al ver los suyos su pasividad o su aceptación lo abandonan y huyen. Marcos reitera que fue abandonado “por todos”, y la figura del joven que huye desnudo, una especie de aspirante a discípulo, expresa ese abandono total; si los primeros discípulos lo dejaron todo para seguirlo (1,18.20) (10,28), al final lo dejan todo para huir de él.

4. A algunos autores, tanto antiguos como modernos, imbuidos de ideales platónicos, les resulta escandalosa la actitud de Jesús hacia la muerte. Pero, la respuesta cristiana no está en minimizar la angustia de Jesús, sino en subrayar la importancia de la vida en este mundo, de modo que la muerte sea vista como una distorsión y no como una liberación esperada, como un enemigo que, debido a la victoria de Jesús no puede vencer, pero sigue siendo, pese a todo, un enemigo. Recordamos que según la teología bíblica la muerte entró al mundo a causa del pecado; los seres humanos fueron creados por Dios para gozar de su presencia y no morir, y en la historia de Israel, en los mismos salmos, aparece como un ámbito de alienación de Dios. Será, según 1Cor15,26, el último enemigo a vencer. La obediencia que muestra Jesús a la voluntad de Dios y la confianza que esto le exigió son más impresionantes aún si se comprende la condición satánica del enemigo al que enfrentaba.

5. Viene luego el proceso del sanedrín y la negación de Pedro; ambos momentos transcurren en paralelo, ambos serán interrogados y se quiere presentar el agudo contraste entre el comportamiento de ambos. En el primer caso, Jesús frente a la asamblea de sumos sacerdotes, ancianos y escribas (el sanedrín judío), se presentan falsos testigos que se contradicen entre sí. La frase con que se acusa a Jesús, respecto al templo, resulta algo incoherente en el contexto, y parece apuntar más bien a una explicación cristiana posterior sobre la sustitución del templo por la Iglesia (14,58). Parecen remitir estas imágenes al Siervo sufriente de Isaías, en quien los primeros cristianos vieron reflejado a Jesús. El sumo sacerdote, buscando provocar a Jesús, le pregunta: “¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?”. Ya Dios había proclamado a Jesús como Hijo suyo, en el bautismo (1,11) y en la transfiguración (9,7), y Pedro lo había proclamado Mesías (8,29), por lo que no sorprende que la respuesta de Jesús sea afirmativa. Pero luego explica que no es solo el príncipe, ungido de David: es el Hijo del Hombre que al final de los tiempos vendrá de la presencia de Dios para juzgar al mundo. En esto el sumo sacerdote ve una blasfemia y obliga a todos los jueves a condenar a Jesús. Nadie alza la voz para defenderlo, y la malicia del proceso se subraya cuando algunos del sanedrín escupen y golpean a Jesús (otra vez el Siervo sufriente). Tanto el tema de la destrucción del templo como el reconocimiento de Jesús como Mesías/Hijo de Dios son evidentes en todo el Evangelio de Marcos.

6. Pero si Jesús no claudica en el interrogatorio del sumo sacerdote, otra cosa muy diferente sucede con el comportamiento de Pedro, interrogado por la criada del sumo sacerdote. El Señor confiesa; el discípulo niega. Por tres veces se le pregunta, y primero finge no entender, trata de salir del patio para librarse de la atención de los presentes; luego niega su condición de discípulo, que no iba con Jesús, y termina jurando que no conoce al Maestro, y maldiciendo. Marcos parece querer resaltar que Pedro ha caído en lo más bajo en su vocación de discípulo, pero también muestra la vergüenza de Pedro al recordar lo que Jesús le ha profetizado antes y su llanto. DE algún modo Marcos redime a Pedro en su relato, pues el mismo Jesús que profetiza su negación le incluye en su promesa: “Después de resucitar, iré delante de ustedes a Galilea” (14,28). Es irónico que en el mismo momento en que los miembros del sanedrín se burlan de Jesús, desafiándolo a profetizar, se están haciendo realidad sus profecías. Esta escena alentaría seguramente a muchos cristianos que, en tiempos de persecución renegaron de Jesús, y luego volvieron a la Iglesia.

7. Llega ahora el proceso romano: el sanedrín se reúne en la mañana y envía a Jesús con Pilato, el gobernador romano (solo Juan 18,31 da la razón por la cual el sanedrín, después de condenar a muerte a Jesús, lo envía a Pilatos). Este, supuestamente informado antes de la situación, le pregunta directamente: “¿Eres tú el rey de los judíos?”, pasando del ámbito religioso de las acusaciones anteriores al ámbito político. Hasta ese momento no se ha usado ese título para referirse a Jesús, ni por amigos ni por enemigos, por lo que parece reflejar el temor de los romanos. La respuesta ambigua de Jesús (“Tú lo dices”, 15,4) no complace a Pilato, reapareciendo el motivo del silencio de Jesús en ambos interrogatorios. Pilato se sorprende (lo mismo que las naciones ante el Siervo sufriente), pero no encuentra delito en él, y pretende exculparlo (ve envidia en los sacerdotes), pero estos animan a la multitud a que pida la liberación de otro preso, Barrabás, y gritan que crucifiquen a Jesús. El mismo Pilato pregunta: “Pero, ¿qué mal ha hecho?”, subrayando así el evangelista el modo tan injusto y humillante en que es tratado Jesús por quienes podían haberse entusiasmado con su “rey”. Lo único que calmará a la multitud será la decisión de flagelar y crucificar a Jesús.

8. Es evidente que en la presentación de los sacerdotes y de la multitud hay un propósito antijudío, aunque está menos remarcado que en los otros evangelios. El contraste con Pilato es menor, porque este no hace un esfuerzo muy especial a favor de Jesús y cede ante la muchedumbre para complacerles. No es aquí tan evidente la imagen del romano favorable y el judío hostil que encontramos en otros evangelios; Jesús, resalta Marcos, no encuentra ayuda de nadie, y esta impresión se ve reforzada por la gratuita brutalidad de los soldados, que se burlan, golpean y escupen a Jesús, lo mismo que en el proceso del sanedrín. Ambos momentos terminan igual, no basta con la sentencia, con que muriera. Para Marcos todos entregan a Jesús: el discípulo, el dirigente judío y el dirigente romano, por tanto, todos comparten la culpa.

9. Llegamos a la crucifixión, y Marcos proporciona el relato más breve de este momento. En el camino al calvario identifica a Simón de Cirene, mencionando a sus hijos, Alejandro y Rufo, probablemente conocidos por la comunidad en la que escribía. Describe de modo conciso la crucifixión, poniendo de relieve algunos detalles: ofrecen a Jesús vino mezclado con mirra y se reparten sus vestidos (influencia de algunos pasajes de los salmos: 69,22 y 22,19. Los evangelistas posteriores explicitarán). Divide el tiempo en tres momentos, algo típico suyo (la triple oración de Jesús en el huerto, las tres negaciones de Pedro): Entre tercia y sexta, tres grupos se burlan del crucificado: los que pasan, los sacerdotes y escribas, los criminales crucificados con él; referencias al templo, le invitan a salvarse a sí mismo. Referencia al Salmo 2,8-9 (que luego Mateo reforzará). Burlas sobre su pretensión de ser el Mesías. Insultos. En ese primer período de tres horas, ningún ser humano muestra simpatía a Jesús. Luego en un segundo momento, de sexta a nona, la naturaleza misma se sume en la oscuridad, cubriendo la tierra entera (tal vez referencia a Amós 8,9). Finalmente, a la hora nona Jesús grita con voz potente las únicas palabras que nos trasmite Marcos, las del salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

10. El grito de Jesús en la cruz, lo mismo que antes su angustia en Getsemaní, no deben ser suavizados al interpretarlos; es paradójico que el grito sea citado en arameo, lo cual trasmite el tono de la intimidad de la lengua familiar de Jesús; pero ahora Jesús se dirige a Yahvé como Dios, no como “Padre”. Marcos es brutalmente realista al mostrar que si ese grito desesperado induce a alguien a ofrecer vino a Jesús, no faltan otros que siguen burlándose de él con escepticismo (serán las últimas palabras que Jesús escuchará). En esta hora de oscuridad en la que Jesús lucha con Satanás, es su grito potente el que precede a su último aliento. La respuesta de Dios Padre al grito de su Hijo es descrita por Marcos con aspereza desconcertante: “Y el velo del santuario se rasgó en dos de arriba abajo” (15,38). Se han dado muchas interpretaciones a esta frase, pero la más evidente parece ser el disgusto de Dios, que abandona el templo (el termino implica un desgarrón violento, similar a la acción del sumo sacerdote cuando rasga sus vestiduras durante el juicio a Jesús. También expresa el cumplimiento de la profecía de Jesús, la destrucción del templo, y la apertura del nuevo a todos. Así, el primero llega enseguida, pues un centurión romano, al ver cómo muere Jesús, exclama: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (15,39). Aquí aparece el segundo motivo del proceso judío; la respuesta la ha dado un hombre fuera del pueblo judío.

11. Abandonado por sus discípulos, traicionado por Judas, negado por Pedro, acusado de blasfemia, rechazado a favor de un asesino por la multitud, ultrajado por el sanedrín, por los soldados romanos y por todos los que habían acudido a su crucifixión, envuelto en tinieblas y aparentemente abandonado de su Dios, en este momento dramático, Jesús es totalmente justificado. Dios responde a su grito, sustituyendo el templo como lugar de culto y ofreciendo en su lugar a su propio hijo que será confesado tanto por judíos como por gentiles. Solo después de la confesión del centurión se nos dice que algunos seguidores de Jesús, y algunas mujeres que le habían servido o seguido, estaban en el Gólgota, miraban de lejos. Marcos resalta la reacción de una figura judía, José de Arimatea, “miembro respetado del sanedrín”, presentándolo como un acto de valor.

12. Tanto el centurión romano como José de Arimatea representan dramáticamente la perspectiva teológica de Marcos sobre la importancia de la pasión. Sólo podemos creer y llegar a ser verdaderos discípulos a través del sufrimiento simbolizado por una cruz que retira todos los apoyos humanos y nos hace totalmente dependientes de Dios. Jesús fue invitado con escarnio a bajar de la cruz y salvarse él mismo, mientras que la salvación llega únicamente a través de la aceptación de la cruz. Si Marcos describe la crucifixión con una severidad y un vigor mayores que los otros evangelios, tal vez se deba al hecho de que su mensaje tenía que alentar a una comunidad que había soportado pruebas particularmente severas. El mensaje para ellos es que este proceso y sufrimiento no constituía una derrota, sino un ejemplo salvífico del hecho de tomar la cruz y seguir a Jesús.

13. Dos detalles finales: Marcos es el único que dice que Pilato preguntó si ya había muerto Jesús; este énfasis puede apuntar a que los cristianos enfrentaban la afirmación de que Jesús no había muerto en realidad, sino que se había despertado por el frescor del sepulcro (argumento retomado por los racionalistas de los siglos XVIII y XIX). Y luego, la mención de las mujeres a lo lejos, preparan la visita de estas al sepulcro en la mañana del domingo. Para Marcos, el relato de la muerte de Jesús no termina en el sepulcro sino con la resurrección.

Resumen del texto de Raymond Brown, La pasión según Marcos, en "Cristo en los evangelios del año litúrgico" (páginas 201-213).

 

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