En Cuaresma suele hacerse en cada comunidad cristiana un acto penitencial: se reflexiona en torno al pecado y se ofrece la posibilidad de que, quienes lo necesitan, accedan al sacramento de la reconciliación. Muchos católicos se confiesan con excesiva frecuencia y otros muy poco, por eso vale recordar algunos aspectos importantes de estos temas, según lo refleja de manera sencilla y comprensible, un Diccionario abreviado de Pastoral, editado por Verbo Divino:
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El pecado, a la luz de la Biblia, es ruptura con Dios, con el hermano necesitado y con uno mismo. Pecar equivale a romper la alianza, traicionar al amor y alejarse de la comunidad de los hermanos. Para Jesús, peca quien no vive la alianza o las exigencias del reino de Dios. En última instancia, el pecado es lo contrario del amor. Es un mal, una relación negativa con Dios (oposición al reino) y con el hermano (egoísmo del hombre).
El pecado tiene una naturaleza religiosa, aparte de una dimensión moral. No es mera culpa contra la conciencia de uno mismo o falta contra la ley. Es deuda en relación a las exigencias de Dios, de Jesucristo, del Espíritu Santo y del Evangelio. Es atentado contra el reino de Dios o mutilación de los compromisos bautismales. Con frecuencia hemos situado el pecado en una esfera legalista o moral (no religiosa), en un plano individual (no comunitario), en un contexto sexual (no social), bajo una moral de actos negativos (no de actitudes positivas).
El pecado cristiano es infidelidad e injusticia de cara al compromiso bautismal y de fe respecto al reino de Dios. Es rechazo de Dios que es amor, ruptura de solidaridad fraternal y autodestrucción personal.
Es importante advertir que una cosa es el sacramento de la penitencia y otra cosa es el perdón de los pecados. Este perdón es una realidad permanente en la Iglesia, vivimos en una corriente de perdón; el perdón está al principio de nuestro camino de fe. Se actualiza por la fe y el deseo de conversión. El perdón es el punto de encuentro entre Dios y el ser humano: Dios, infinita misericordia, y el ser humano frágil y falible, reiteradamente infiel. Pero, el perdón que Dios ofrece es anterior a cualquier iniciativa humana, y expresa el triunfo del amor sobre el odio.
El sacramento es la expresión simbólica y celebrativa del perdón de los pecados y de la conversión, digamos que es el medio extraordinario; pero no es la única fuente de perdón en la comunidad eclesial, pues tenemos la Eucaristía, la oración personal, la caridad fraterna, el interceder por los enfermos y pecadores, la escucha o lectura de la Biblia, etc.
Tres dimensiones importantes y fundamentales del sacramento de la reconciliación:
1. La acción misma de Dios que, mediante un juicio de misericordia, destruye el pecado y salva al pecador.
2. La conversión del pecador, como fruto de la fe y no simplemente como consecuencia de convicciones morales o sentimientos psicológicos.
3. La reconciliación del pecador con la comunidad cristiana, pues si el pecado separa de Dios y de los hermanos, la conversión reincorpora a la comunidad, y a través de ella, a las amistad con Dios.
La confesión de los pecados, aislada tanto de la realidad profunda de la conversión como de las otras manifestaciones de esta, no tiene ninguna consistencia sacramental.. Tiene que ser más que una autoacusación o una autojustificación psicológica, para convertirse sencillamente en expresión de la conversión interior y de la confianza en el Dios Amor. Ha de buscarse la actitud profunda de "pecado" que está detrás de las acciones concretas, para manifestarla con humildad y sencillez.
Para ayudar al examen de conciencia pueden tenerse presentes los siguientes puntos:
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