domingo, 2 de mayo de 2021

PONER A CRISTO EN EL CENTRO

Domingo quinto de Pascua
: “Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la muerte. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de aquellos que no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios” (San Gregorio de Nisa, obispo; sermones).

Evangelio de Juan 15,1-8: La vid y los sarmientos; permanecer en Cristo para dar frutos. Vid-sarmiento-uva-vino-alegría; la conexión última me la acaba de dar una amiga en nuestra charla matutina. Mi idea es siempre PONER A CRISTO EN EL CENTRO. La tradicional religiosidad católica difumina el centro con tantas devociones, que sustituyen a menudo, en la práctica, al mismo Cristo. Los frutos nacen de la amistad entrañable con Jesús, de la respuesta a su SÍGUEME… de la escucha diaria de su palabra, de compartir su mesa, a la que hemos sido invitados gratuitamente. 

Esa conexión profunda con Cristo, que a su vez es uno con el Padre y el Espíritu, es la fuente de la verdadera koinonía (comunidad). PERMANECER JUNTOS EN TORNO A CRISTO, que se entrega ahora también en su Palabra y en el Pan consagrado y compartido; permanecer escuchándole, orando juntos, partiendo y comiendo el mismo pan, en su nombre. “Amando con obras y de verdad”; dando testimonio como Pablo ante los apóstoles y la comunidad de Jerusalén. 

Estas son las claves para seguir al Resucitado, ahora en la Pascua, y en todo tiempo: cultivar nuestra amistad con Él, escuchándole y sentándonos a su mesa; buscando el fruto del servicio y la entrega, de y a la vida, que es fuente de una alegría perenne (y siempre hablo en plural, porque la llamada es personal, pero el seguimiento es en comunidad).

Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”, dice Jesús; quien no conoce a Jesús, no conoce a Dios. Hablamos mucho de Dios, pero si no conocemos a Jesús, no sé de qué Dios estamos hablando.

 “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”: no son dos cosas, aunque las nombremos separadas, es una misma planta. Soy Cristo, somos Cristo.

El Padre poda los sarmientos. Podar no es castigar, es ayudar, es fortalecer para que la planta crezca mejor. 

El fruto es de todos, de la Iglesia de Cristo, y se alcanza, eso sí, cuando la semilla cae en tierra y muere… porque el morir y el resucitar forman parte del camino del discípulo. 

"Este es su mandato: que creamos en la persona de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como el nos mandó"

Fray Manuel de Jesús, ocd

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