Como pueden darse cuenta, no hablamos simplemente de preparar “esta navidad”, eso es sólo el motivo exterior, cultual, sino de estar siempre preparados al nacimiento de lo nuevo en nuestra vida, de celebrar siempre lo nuevo que acontece si estamos despiertos.
Se me ocurren unas claves generales para asumir y vivir este camino hacia el nuevo nacimiento de Jesús:
La primera clave será pues, esta: solemos andar por la vida a medio gas, dormidos, aletargados, conformados, temerosos de perder lo que tenemos, las seguridades a las que nos aferramos. Tenemos que despertar, estar alertas, vigilantes, para poder descubrir la Verdad de la Vida que nos ofrece Dios. Nadie sabe por quién ni de dónde vendrá el despertar, pero sabemos que “se acerca la liberación, y tenemos que estar despiertos, de pie ante Jesús”.
La segunda clave es una invitación al encuentro con el otro o la otra, nuestros semejantes, pues es a través de ellos que Dios suele hablar, ellos son los mensajeros, ellos son los ángeles. A menudo es un encuentro o una palabra dicha la que disipa la bruma y nos abre a lo nuevo, a la vida. Estar atentos a esas voces que claman en el desierto, para poder ver en nuestra historia cotidiana como Dios obra y salva.
La tercera clave es el desafío de encontrar lo nuevo en medio de lo cotidiano, incluso de la rutina; siempre está ahí, pero no podemos verlo porque estamos dormidos. De ahí que en sucesión de acontecimientos, despertar suponga encuentro y revelación, y además compromiso. Preguntarnos: ¿Qué hacer para preparar los caminos de Dios en nuestro entorno?
Y la cuarta clave es la confianza, la certeza, de que todo es posible. Y tenemos que abrazar no sólo cada año, cada mes, sino cada día, cada minuto, como un verdadero regalo de Dios, preñado de posibilidades. Si crees, no serás defraudado, sino que serás dichoso, bienaventurado.
Vamos entonces a prestar atención a la PALABRA, a lo que nos sugieren los textos bíblicos y las oraciones de estos cuatro domingos de adviento (ciclo C); estas ideas valen como un itinerario espiritual para estas cuatro últimas semanas del año 2018, y como pórtico también, para el tiempo que con ellas inauguramos (2019). Es una mirada rápida, con la sugerencia de que luego cada uno la haga de un modo más detenido, desde su propia mirada, experiencia y necesidad espiritual.
En las PRIMERAS LECTURAS de los cuatro domingos se habla de PROMESA. Ante el desengaño que sufre el pueblo con los gobernantes, este pone su esperanza en uno que Dios va a suscitar (Dios cumple siempre sus promesas, a pesar del mal actuar de los que dicen obrar en su nombre). “Llegan días… suscitaré un vástago… traerá justicia y derecho”. La aflicción del pueblo de Dios se convertirá en alegría: “vestirse de gala”, “recibir un nombre nuevo”, “ponerse de pie”. Se cancela toda la deuda del pueblo con Dios, Él mismo será Rey, te traerá salvación, te ama y se alegra por ti. Finalmente, de lo pequeño saldrá lo grande de Dios, por ahí vendrá el cumplimiento de la promesa, de lo inesperado, de lo que parece no contar (Belén). Dios viene, Dios cumple, Dios sorprende.
(Jeremías 33, 14/16; Baruc 5, 1/9; Sofonías 3, 14/18ª; Miqueas 5, 1/4ª).
En las SEGUNDAS LECTURAS de los cuatro domingos se nos invita a VIVIR DE UN MODO NUEVO, acorde con la fe que profesamos, porque con esa conducta apresuramos el Reino y la venida de Cristo. Se nos invita a vivir con la certeza de que Cristo, que es el iniciador de esta obra, Él mismo va a llevarla a término, y por eso debemos vivir en el AMOR, en el servicio y apoyo mutuos. Testimoniando la ALEGRÍA del Evangelio, pues así mostramos que vivimos en Dios. Hemos sido santificados por Cristo, vivamos por tanto de un modo nuevo.
(1 Tesalonicenses 3,12/4,2; Filipenses 1, 4/6.8/11; Filipenses 4, 4/7; Hebreos 10, 5/10).
En cuanto al EVANGELIO, los cuatro domingos seguimos a LUCAS. En el primero, Jesús habla de la esperanza cristiana que está por encima de todas las tragedias humanas (Estén siempre alertas, despiertos, pidiendo fuerza para mantenerse fieles, hasta que Él venga). En el segundo y el tercer domingos, es Juan Bautista el que habla: desde el desierto anuncia la venida del Mesías y un tiempo nuevo, tiempo de Dios (Preparen el camino del Señor, todos verán la salvación de Dios), invitación a una vida que prepare espacio para Dios. Y el cuarto domingo, por supuesto es de MARÍA: relato de la visitación a Isabel; reconocimiento de la novedad de Dios presente en ella, en su embarazo. Proclama dichosos a los que creen, y por tanto podrán acoger en sus vidas la novedad de Dios. La fe da frutos, permite que aparezca lo nuevo; lo verán los que esperan.
(Lucas 21, 25/28.34/36; Lucas 3, 1/6; Lucas 3, 10/18; Lucas 1, 39/45).
(Continúa)...
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